Se atribuye a Einstein el haber dicho: “es una locura hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes”. La máxima retrata el comportamiento de muchos dominicanos que teniendo la obligación de apostar a los cambios del país tienen una corta visión para verlos venir y son incapaces de interpretarlos y de contribuir a su realización con inteligencia y transparencia.

 

Son los mismos que mienten cuando tratan de convencer a los ciudadanos de que los cambios solo los hacen los líderes, los políticos, los legisladores, los técnicos, los empresarios, los ministros o  los designados por el poder, dejando  fuera a muchos núcleos ciudadanos impactados por dichos cambios.

 

Al asumirlo así, muchos cambios necesarios y urgentes que nos afectan a todos simplemente no despiertan el interés ni el compromiso necesario para participar en los mismos o por lo menos no obstaculizarlos, sino exigirlos en nombre de la democracia.

 

Los verdaderos cambios, definitivamente, solo suceden en ambientes democráticos que reconocen que estos son un derecho y un deber de todos y que consideran, además, que el código genético de la democracia es la sociedad abierta, que da paso a comunidades colaborativas  vigorosas.

 

Una sociedad abierta es “aquella que goza de gobiernos transparentes que conocen, escuchan y respetan  las necesidades y opiniones de todos los ciudadanos armonizando la diversidad de enfoques, y que, además, fomenta y valora la participación democrática  basada en las  libertades y derechos de los ciudadanos”.

 

Es un tipo de sociedad inclusiva que mediante el diálogo y la deliberación  permanente favorece la toma de  decisiones orientadas el máximo beneficio para todos. Los individuos que componen estas sociedades están más comprometidos, se sienten más escuchados, satisfechos y activos.

 

Estas sociedades se caracterizan por ser tolerantes, respetuosas y conciliadoras haciendo posible de este modo los cambios y modificaciones orientados a mejorar la vida de todos los ciudadanos, así como las instituciones públicas y privadas.

 

Los cambios políticos, sociales, económicos, educativos, culturales y tecnológicos deben alinearse necesariamente a un proyecto de nación portadora de una de visión de competitividad integral capaz de generar confianza, admiración y respeto en el ámbito nacional e internacional.

 

La democracia es una construcción colectiva permanente que reivindica el deber y el poder de realizar los cambios que requiere el país desde una perspectiva de empoderamiento e inclusión.

 

¡La democracia del cambio prueba que muchos partidos políticos no pasan!