El pasado domingo acontecieron dos hechos de suma importancia para el presente y futuro de la actual administración: la correcta decisión del presidente Abinader de solicitar al Senado de posponer el conocimiento del Fideicomiso para Punta Catalina y la Asamblea Extraordinaria del PRM. El primero, pone en otro plano y con mejores perspectivas, la necesaria claridad y consenso que permitan al gobierno dar una más sopesada y sostenible solución a una cuestión que es vital para el país. El segundo, es que la referida asamblea abre la vía a una eventual repostulación del actual primer mandatario al tiempo de que, estatutariamente, el referido partido se asume social democrático.
El presidente no retira el fideicomiso aprobado por los diputados (sin que éstos lo leyeran), pero al plantear un “proyecto de ley para fortalecer las regulaciones existentes sobre los fideicomisos públicos”, auditorias técnicas y financieras para establecer el valor real de PC, además de enviarlo al Consejo Económico y Social para su discusión, es consciente de que la formulación de la figura para gestionar PC puede ser modificada o rechazada de plano. Ello así, porque es lógico pensar que de la ley que se someta al Congreso para la regulación de los fideicomisos públicos resultarían enunciados que hagan insostenible el ya aprobado por los diputados. La metodología propuesta para conocer el tema no sólo es razonable, sino democrática para superar un polémico tema político.
El resultado de las discusiones generadas por la iniciativa del referido fideicomiso demuestra que, a diferencia del pasado, hoy la existencia de presidentes autistas, sordos, mudos y ciegos es insostenible en esta sociedad. También, que la libre discusión constituye la única y mejor vía para el ejercicio de soberanía popular y esto sólo puede hacerse en un contexto de democracia. Además, que son reales los márgenes para producir cambios en el país, a pesar de la limitada eficacia del sistema de partidos. Estos no fueron determinantes para que se llegara al actual punto de discusión de la figura del fideicomiso. Y esto nos lleva al tema del PRM, su reciente Asamblea extraordinaria.
Es generalizada la percepción de que el bajo nivel de eficiencia del partido oficial ha contribuido a que algunas iniciativas del gobierno adolezcan de la debida maduración, por lo cual ha tenido que retirarlas. Esa ineficiencia podría reflejarse en el proceso de la eventual repostulación de Abinader y convertirse en factor que potencie algunas dificultades de su gestión y del partido, que no resuelve una mera adscripción de este a la Socialdemocracia, ni “descafeinándolo”, sino una sustancial democratización en las formas de elección de sus estructuras y de escogencia de sus candidatos. Reclamarse socialdemócrata no necesariamente es serlo, es una concepción política forjada en el fragor de las luchas de los trabajadores organizados en sus gremios, sindicatos y partidos.
La Socialdemocracia no es un recetario político que se compra en librerías, que se construye en la academia o en asambleas partidarias, sino que fue el resultado de las luchas de los viejos movimientos sociales del siglo XIX. ¿qué ha cambiado sustancialmente?, es cierto, pero sus raíces y proyecto de sociedad cobran sentido si el partido que la asume centra sus prácticas y sus gobiernos en la inclusión social, en reformas orientadas hacia el fortalecimiento de lo público, en control de los costes de los suelos edificables y rurales, sustrayéndolos de la voracidad del gran capital inmobiliario y de las grandes corporaciones económicas, en la democratización e institucionalización de la vida política, económica y social, entre otras medidas.
Si de verdad el PRM asume su adscripción a la socialdemocracia sería útil para la democratización de esta sociedad. Sin embargo, la existencia de un partido con ese perfil no es suficiente, es necesario que existan otros fundamentalmente a su izquierda, sin que con ello niegue el derecho a la existencia de otros de otros signos. Creo que, para el gobierno y su partido, en la discusión del fideicomiso en cualquier de las instancias en que esta se haga, esta cuestión debe tomarla en cuenta para su presente y futuro. Es la única manera de pensar cómo seguir un proyecto de cambio en que sus agentes fundamentales no parecen estar claramente identificados, aunque es innegable que el gran capital sí se piensa como ese agente y eso no conduce a ningún sitio, a ningún cambio sustancial.
Es esta una de las lecturas que se puede extraer de lo acontecido para el gobierno, su partido y el país el pasado domingo.