Transformación de la estructura productiva. No hay dudas de que el crecimiento económico, la competencia internacional, la agudización de la desigualdad y la adecuación al reto ambiental, van a exigir a todos grandes esfuerzos de transformación económica.

Estados Unidos, cuyo imponente desarrollo se cimentó en la industria, pasó con el tiempo a depender demasiado del sector terciario, en particular los servicios del sector financiero y en ganancias especulativas. Esto, además, la convirtió en mucho más injusta.

Ahora está procurando impulsar la reindustrialización. Sin embargo, va a ser un proceso tortuoso; una vez que ya no puede competir en salarios con otras regiones que también han creado una capacidad industrial, su ventaja competitiva radica en la tecnología. Tiene el mejor sistema de universidades del mundo, pero su educación preuniversitaria es deficiente; a su vez, los países asiáticos, particularmente China, han ido desarrollando capacidad tecnológica mucho más competitiva en algunas áreas.

Un área en que los Estados Unidos mantiene una superioridad tecnológica es la gran industria militar, a lo que se agrega su independencia energética. Sin embargo, un país no puede vivir permanentemente ni basar su economía fomentando o provocando guerras o creando enemistades para vender armas. Algún día tendrá que aprender a convivir en paz con el resto del mundo.

Una forma de reindustrializarse es reservar su gran mercado interno para su industria, pero cerrar su economía a partir de prohibiciones, cuotas o aranceles le genera un costo tremendo que tendrían que pagar sus consumidores. Y extender a toda la industria subsidios tan grandes como los que históricamente ha mantenido en la agricultura y los que aplicarán ahora a los automóviles eléctricos y energía alternativa, supondrá un costo fiscal que habría que ver hasta qué nivel los contribuyentes están dispuestos a sufragar.

La transformación productiva de China implica también desafíos formidables. Aunque es la potencia del momento que más ha logrado avanzar en términos de tecnología, industrialización y competitividad, el crecimiento se concentró demasiado en la inversión y las exportaciones. Gracias a un imponente ahorro interno movilizado para la construcción de infraestructura, urbanización y viviendas, la inversión pública y el sector inmobiliario pasaron a constituir un motor importante del crecimiento.

Pero ya China cuenta con abundante infraestructura que no ameritará tanta inversión en el futuro, y un excedente de viviendas que amenaza la salud del sistema financiero y la estabilidad macroeconómica. En realidad, ya el crecimiento de la economía no puede seguirse sustentando en inversión, porque no puede absorberla productivamente. Una economía que se basa excesivamente en la inversión suele estimular burbujas inmobiliarias, deudas insostenibles y agujeros financieros.

Por otro lado, el crecimiento hacia afuera se encuentra ahora con los cierres de otros mercados y el proteccionismo de los EUA. Esto le ha inducido a promover desde 2010 una transición a otro modelo que privilegia el incremento del consumo interno. Conseguirlo no es tan fácil, porque pasa por una mayor equidad social para convertir a 1,400 millones de individuos en grandes consumidores, al tiempo de inducirles a no ahorrar tanto.

Y esto último choca con el sentimiento de inseguridad personal que genera el vertiginoso envejecimiento poblacional y la carencia de un sistema público y universal de seguridad social y de atención médica, que induce a los jóvenes a ahorrar y acumular capital como una forma de protegerse ante el futuro. De modo que, seguir elevando salarios y un adecuado sistema de protección social son condiciones sine qua non para desarrollar el mercado interno.

Su desventaja tiene también una connotación cultural: mientras el norteamericano es consumista por idiosincrasia, en que no importa cuál producto se inventa siempre aparecerá quien lo compre, el chino, más que comprador es vendedor y ahorrador.

De todas formas, contar con una base poblacional tan grande le ofrece un mundo de oportunidades para el crecimiento a largo plazo. La industria la tiene, solo le faltaría reorientarla hacia su propio mercado, al tiempo de desarrollar más el sector servicios. Y tiene la ventaja de su gran mercado potencial; imaginemos que, si los Estados Unidos han logrado enriquecerse tanto y desarrollar una economía tan grande explotando su propio mercado para su gran consumo, qué no podría hacer un país que le cuadruplica en tamaño.

Una buena relación con otros países y continentes le debe garantizar a China acceso a energías y materias primas, adicionales a las que puede tener su territorio continental. Y como punto de partida, no hay dudas que tener buena infraestructura, tecnología, y un PIB cimentado en el sector industrial, es más sostenible que uno basado en el sector financiero, servicios y ganancias especulativas.

De todas formas, aunque el PIB chino superará al estadounidense en un tiempo relativamente breve, no se vislumbra que lo alcance en términos de producto por habitante en el tiempo previsible.

Para que dicho país logre avanzar hacia altos niveles de ingreso per cápita tendría que superar la barrera tecnológica que le permita producir los semiconductores de última generación, vitales para muchas industrias modernas, lo cual choca con la prohibición por parte de EUA a la empresa holandesa que tiene el monopolio de fabricar la máquina litográfica. Lograr fabricar una máquina similar le va a tomar un buen tiempo.

La India es la economía emergente que tiene las mayores dificultades para imponerse en el siglo XXI. La razón principal es que, aun reconociendo su potencial y su rápido crecimiento, parte de una base más precaria, con bajos ingresos y difundida pobreza.

Es la que disfruta de la población más joven y en rápido crecimiento sin tener que recurrir a inmigración. Pero carece de la infraestructura eficiente en áreas como carreteras, ferrocarriles, puertos, energía y telecomunicaciones que posee China, y esto puede obstaculizar la eficiencia económica y la competitividad de las empresas. La falta de inversión en infraestructura es un obstáculo importante para el crecimiento a largo plazo.

Aunque se le reconocen avances importantes en educación de sus élites, así como progresos en la industria tecnológica, a nivel masivo India todavía enfrenta desafíos significativos en términos de calidad de la educación y la falta de habilidades adecuadas en su fuerza laboral, lo que puede limitar su capacidad para competir en la economía global y adoptar tecnologías avanzadas.

Carece de la burocracia eficiente y fortaleza institucional que tiene China o los países occidentales, problemas que pueden aumentar los costos empresariales y disuadir la inversión extranjera; tampoco cuenta con un fuerte ahorro interno, todo lo cual va a representar obstáculos persistentes para el crecimiento económico.