Aunque la tendencia es que el PIB de China supere en algún tiempo al de los EUA, de todas formas, todavía los estadounidenses serían inmensamente más ricos que los chinos, porque aquí lo que importa es el producto per cápita, y es evidente que al tener que repartirse el chino entre 1,400 millones de habitantes, y el norteamericano entre 340 millones, el de estos sería casi cuatro veces mayor. En el 2021 fue de unos 63,670 dólares frente a 17, 603 dólares del chino (PPP).

Como se ve, en ese aspecto dista mucho de alcanzarlo. Aun así, creciendo como lo hicieron en las tres décadas pasadas, ya China lo habría superado con creces en veinte años, pues para el 2041 el PIB per cápita chino sería de 89,160 dólares, un 4.6 por ciento más alto que el de los EUA, como se aprecia en el gráfico.

Pero no parece que esto vaya a ocurrir por ahora. Aquí aparece el problema metodológico de hacer proyecciones bajo el supuesto de que se mantendrían las condiciones, de que ambas crecieran como antes, pero no es cierto porque no todo siguió igual. El Ceteris Paribus no aplica. Las cosas han cambiado mucho, y seguirán cambiando, para ambos países.

Lo primero es que los norteamericanos han desatado una guerra comercial y tecnológica contra los chinos para impedir que eso ocurra. Se pretende frenar su industria y su competitividad. La indicada guerra se inició durante el gobierno de Barak Obama, pero se intensificó con Trump y mucho más con Biden. Es como el cuento del que sube a la cima y patea la escalera para que otros no puedan subir.

Ante cada nueva disposición, China responde posteriormente imponiendo también sanciones a los Estados Unidos. Esto está teniendo un impacto significativo en el crecimiento económico de ambos países y del resto del mundo, pero particularmente de China.

Por otro lado, el mundo se hizo más convulso con la aparición del coronavirus y la respuesta que dieron los diversos países. Aunque los EUA y los europeos fueron los que más sufrieron en términos humanos, los chinos sufrieron más en términos económicos debido a la política de restricciones (CERO COVID) aplicada por su gobierno, mantenida imprudentemente más tiempo del necesario, porque ya era evidente que el cierre no era la solución.

A continuación, vino la inflación mundial, principalmente por las políticas monetaria y fiscal expansiva que adoptaron los bancos centrales y gobiernos para contrarrestar la crisis del COVID. Y para colmo de males vino la guerra militar en Europa y, correlacionado con todo, la crisis en las cadenas de suministros. El crecimiento económico se ha complicado para todos.

Esto nos obliga a recalcular las cosas para los años recientes y el futuro cercano. Aunque conviene advertir que la definición de supremacía mundial no es un asunto de futuro cercano, y mucho menos entre potencias acostumbradas a mirar la historia en siglos y hasta milenios. Así que más adelante tendremos que introducir una serie de variables que estarían impactando la economía en el más largo plazo.

En los últimos años es común ver reportes que indican que la economía china está en problemas. En realidad, su PIB ha visto ralentizar su crecimiento marcadamente, en parte, por todos los factores mencionados. Al constatar esta realidad, algunos entendidos afirman que ya es impensable que la economía china llegue a superar a la estadounidense.

Pero una tendencia de largo plazo no puede ser interpretada exclusivamente a partir de fenómenos en gran medida coyunturales. Además, pese a su desaceleración sigue creciendo más que la estadounidense. Si se cumple la última proyección del FMI, en el 2023 el PIB chino sería 20.2 por ciento superior al de 2019 o un aumento promedio de 4.7 % al año. La comparación es con 2019 porque 2020 y 2021 no fueron normales por la pandemia, y los años anormales no deben ser tomados como referencia.

A los Estados Unidos, al mismo tiempo, les ha ido comparativamente bien, considerando estos tiempos tan convulsos, pues ha sido el gran beneficiario de la guerra en Europa, en tres aspectos: primero, le quitó a Rusia el mercado europeo de combustibles; segundo, ha reanimando su poderosa industria armamentística, vendiendo a Ucrania y a los demás países de la OTAN y, en tercer lugar, ha debilitado la competencia de la gran industria pesada, química y automovilística de Europa, que no resisten los altos costos energéticos.

De cumplirse las proyecciones del Fondo Monetario en el 2023 la economía de los Estados Unidos sería 6.9 por ciento superior a la que tenía en 2019. Obsérvese que, a China yéndole mal, aumenta más de 20 %, al tiempo que a los Estados Unidos yéndole bien, ha aumentado menos de siete.

Estos porcentajes son en términos reales, que es la forma correcta de medir el crecimiento económico, porque si se midiera el PIB en términos nominales, entonces la diferencia quedaría casi anulada por el efecto de la inflación. A manera de ejemplo, guiándonos siempre por la proyección del FMI, entre 2021 y el 2023 se estima que el índice de precios se habrá incrementado 18 % en los Estados Unidos y solo 4.9 % en China.