En el mundo de la epistemología el dilema de si existe o no la realidad ha sido un problema largamente discutido por siglos. El debate sobre si podemos ver, y si eso que se puede observar permite la construcción de conocimiento es clave para entender la filosofía. Si el conocimiento se obtiene de las ideas o de la experiencia, fueron las dos posturas griegas que llevaron a los filósofos y filósofas a pelearnos arrastrándose con fortísimos insultos y en otras a darnos un abrazo buscando reconciliación, según sea el modelo de conocimiento con el que nos apandillamos.
La epistemología es ese cocido que nos gusta o disgusta por dulzón o salado. Entre los filósofos la validez del conocimiento, la forma como se obtiene y si realmente se puede conocer la realidad son preguntas fundamentales en teoría del conocimiento. Las respuestas son diversas para gustos y colores, pero todas las refutaciones sobre este debate ponen en la boca de cualquier religioso ideas heréticas. No cabe duda, que si le preguntamos a la mente del irresoluto sobre cuál es la salida para hablar sobre la realidad y su existencia nos quedamos con una diversidad de respuestas que durante siglos diseñaron físicos, filósofos y mujeres de ciencias en general.
Un ejemplo, lo encuentro en el concepto de realidad efectiva de Hegel ideado para superar los dualismos existentes en la filosofía alemana que se arrastraban de amor por los viejos filósofos colonialistas griegos. Los que se asomaron al espíritu de Hegel con su baile ontológico, es decir acercándose para bailar apretado en sus brazos. Entraron con la discusión esencia, existencia, fenómeno, todos en sí y parte, interioridad y exterioridad. Ya ustedes saben cómo son las discusiones entre amantes. En su Doctrina de la esencia desmonta según los hegelianos aquellas concepciones dualistas sobre el sujeto y el objeto de conocimiento. Y arguyen que todo lo que suponemos concreto o que es palpable a nuestros ojos, no es la realidad última. Es decir que existe un patraña más que contar.
Por tales argumentos, Hegel sostiene que la realidad es un movimiento de interacción en la que todo lo que observamos no es una realidad última, sino aparente, que se oculta o no se permite ver del todo. Esa contraposición ontológica entre la esencia y apariencia es clave para atacar a Platón y al señor Aristóteles por sus concepciones sobre el concepto de realidad.
Y por eso los hegelianos dicen que en su metafísica se prueba que la esencia es la negación del ser porque está detrás de un mundo que llamamos verdadero. Un poco parecida a la de Platón, pero que se diferencia en los ligueros rojos que usa. Para Hegel la cuestión está en las dos premisas, la primera es nula. Lo que quiere decir que no es la última Coca-Cola del desierto. Hay una distorsión de la realidad al agarrarla. Es una mera ilusión de la que todos y todas padecemos en cuestiones del amor. Lo que definimos como el mundo concreto que tenemos frente a los ojos está distorsionado, ya que no expresa la realidad última y verdadera. En pocas palabras la apariencia es ese hombre que no da opciones. La segunda premisa es que los sujetos estamos separados ontológicamente del mundo, por una brecha que no podemos superar.
No obstante, dice Hegel que hay una contradicción interna entre el sujeto cognoscente y el objeto por conocer, porque son una relación de amores incompatibles. Esto sucede porque están en un mismo plano lógico y ontológico de interacción. La realidad en Hegel no es más que las cosas y el punto de vista del humano para percibir y entender. Tenemos una subjetividad sobre las cosas, la cual es a su vez es una abstracción de la cosa misma. Lo que determina su esencia es el movimiento e interacción permanente. De ahí es que se forma y sustenta su teoría dialéctica.
Algunos dirán que será un problema cognitivo, otros expresarán que se trata de un acto irracional que se mueve por el afecto. O como sugieren Schelling y Kierkegaard que es el producto de una experiencia individual, es decir que se produce de lo que se vive en lo cotidiano y no viene de la pura abstracción. No obstante, para Platón, el conocimiento se obtiene a través de las ideas, en cambio Aristóteles se abraza a la experiencia. Dos disputas históricas, una que activan al sujeto y otra impulsan solo al objeto de conocimiento.
¿Qué es la realidad? Apariencia, esencia o lo que no se ve. Es lo se percibe a través de su propia negación, en fin, también Kant se resiente con el dualismo griego. Las razones, este señorito considera que no podemos conocer las cosas en sí, porque estamos atravesado por la historia, las particularidades de nuestra mente.
Kant considera que todo lo que creemos, sentimos y percibimos influye en nuestra percepción de lo que observamos.
Por eso decía que “lo real no es el contenido actual de mis representaciones, sino aquello que queda determinado por las condiciones formales y generales de la experiencia posible”. En pocas palabras tanto Platón como Aristóteles tienen razón en sus argumentos, según el amigo Kant.
¿Por qué el filósofo consideraba eso? Según su metafísica, los sujetos conocen, a través de las percepciones de lo que no se da. Conocemos parte de las cosas antes de que esta llegue a la consciencia. Y arguye que las cosas en sí misma se muestran por las condiciones que se presentan.
En este jolgorio de palabras tiene una precisión el señor Kant y es que el sujeto que intenta conocer aquella cosa que se llama objeto de conocimiento, no la llega a conocer. Por algo simple en esta relación amorosa, los sujetos constituimos una parte de esas cosas, antes de que estas puedan llegar a nuestra consciencia. Esto fue lo que él llamó las formas a priori. Con estas formas es con la que el sujeto conoce e influye en lo que percibe. Lo que está en su mente, y solo en ese marco es que determina su noción de realidad. Estas condiciones son el tiempo y el espacio.
Su definición de la realidad es muy clara. Primero nos enfrentamos a una realidad en sí, la que él llama (noúmeno) pudo nombrarla Jesús o Pedro, perdón quiere decir que independiente del modo de conocer la realidad, eso es algo que está fuera de nuestro alcance (no se puede conocer). Y lo segundo es lo fenoménico, lo que sí podemos conocer que pertenece al mundo de lo tangible. Son a su parecer estas dos sustancias las que envuelven el regalo de conocer.
Lo que él llamó las categorías de entendimiento o categoriales solo pueden aplicarse, a lo que él llamó los contenidos de la intuición sensible. Y estos solo se pueden aplicar a los objetos que parte de una experiencia posible el fenómeno (lo que se puede conocer). Basada en esas consideraciones, nosotras las soñadoras, nos acabamos de partir el corazón, con los argumentos de Kant.
Ahora bien, porque tanto jaleo con estas discusiones atormentadoras de una vida tranquila. Yo diría, se nos hace imposible entender el mundo o al otro, si no damos respuestas a nuestras inquietudes sobre lo que es la realidad. El preguntarnos una y otra vez, si existe o no la realidad, si podemos elegir en base al deseo es el gran dilema humano.
Para Aristóteles y los racionalistas empiristas sí es posible, porque es parte de la experiencia y eso se resuelve con tecnología. Para ellos, hemos salido de la caverna. Kant entiende que es imposible, tal como lo dice Platón. No se puede salir de ese agujero oscuro.
Hace dos días en Netflix mire una película de ciencia ficción titulada Wonderland que trata de un drama escrito y dirigido por Kim Tae-yong y en la que participan buenos actores y actrices de Corea del Sur, tales como: Tang Wei, Bae Suzy, Park Bo-gum, Jung Yu-mi. Yoo Gong y Choi Woo-shik. La película retoma la vieja alegoría de Platón y su caverna, pero en este caso está contenida en una potente computadora que replica los deseos, ansias e historias de personas que al fallecer quieren seguir formando parte de su familia, o en su defecto acompañarlas.
La trama de los datos, como los actos privados de las personas forma parte de un gran cerebro que dirige y controla. Un ordenador potente que coloniza las mentes de las personas y las hace formar parte de los subalternos metafóricos de un orden que dirige una gran compañía que comercializa con los afectos de los individuos, mediante los flujos de información que se almacenan en un ordenador.
En ese drama de la colonización de datas, se conforma un orden que se apropia de la vida de los humanos para convertirla en esos datos que serán lucrativo para una empresa. Vivimos en una sociedad que se apropia de todo, en este caso las empresas que venden productos se interesan hasta de nuestras mañas. En la actualidad no estamos lejos de ese mercadeo de información que se hace operativo para obtener beneficios.
La película da cuenta de ese imperio de los datos cibernéticos. Pero hay algo que me empujó a escribir este artículo. Y es el concepto de caverna que se simula con el ordenador. Un lugar inofensivo donde los sujetos perciben la realidad, a través de sus deseos, tal cual lo decidieron en vida y que la computadora ordena una y otra vez en una repetición de situaciones todas alegres y aparentemente autónomas. Pero en todo mundo particular hay situaciones. Y lo que no contaba el sistema empresarial es que podía darse un reclamo de unos de sus hologramas o entidad montada por el software dentro del dispositivo. Eso me recordó la película “The Matrix”, en la que uno de los personajes adquiere conciencia de su estancia en la matriz. Aquí pasa lo mismo, porque los sujetos que son datos pueden interaccionar entre sí, con lo que están dentro y fuera del ordenador. Y en lucidez pensé en la alegoría de la caverna de Platón.
En ese relato, el filósofo sostenía que los humanos podían conocer. En cuanto conseguían adaptarse poco a poco, a esa luz que se filtraba del mundo inteligible. Esto se debe según el filósofo, porque hay un mundo esencial detrás de la sombra o lo aparente. Y esas son las ideas. En base a esas ideas que están dadas a causa de lo esencial o de lo divino se puede conocer la realidad. Para Platón eran los filósofos los encargados de sacarnos de la oscuridad.
Sin embargo, para Kant los seres humanos son como el sol que con su sensibilidad alumbran y hacen que se pueda conocer el fenómeno. En Wonderland estamos en la presencia del deseo y de la independencia de los sujetos con la adaptación que planteaba Platón con los lugares oscuros e inteligibles. El ordenador como cabeza de ideas basadas en datas, crea, pero sus objetos creados, en algún momento se hacen consciente con su interacción con el exterior a una realidad más allá de la compresión. Nos plantea Wonderland, la posibilidad que todos estamos viviendo afuera y dentro de la matriz, con la voluntad de escoger cuando hacemos una distinción de las cosas, sus imágenes, la copia, el modelo o el simulacro. En el platonismo existen esas pretensiones, a esta altura de la vida, tengo dudas.