Es generalizada la expresión de que jamás se había visto una cantidad de agua similar a la caída en la ciudad de Santo Domingo el pasado 4 de noviembre, el cual produjo un colapso del transporte y de la movilidad de esta ciudad a niveles a hasta ahora desconocidos. La ocurrencia de ese hecho provoca que se exprese lo que medio en serio y medio en broma se dice: los dominicanos: somos especialistas en todo. Por eso, de inmediato surgieron las preguntas/condenas de por qué no se previó ese aguacero, y las críticas a las deficiencias de nuestras autoridades nacionales y municipales por el manejo evento. Independientemente de eso, vale pena plantearnos algunas cuestiones sobre esta ciudad que no suelen ser tomadas en cuenta.
El fenómeno puso en evidencia las ya conocidas debilidades, irracionalidades, desigualdades y carencias de que adolece esta urbe, pero según algunos especialistas, es difícil encontrar en el registro de lluvias caídas en ciudad alguna que produjese tanta agua, unos 300 mm, en tan poco tiempo, tres horas, y que a solo 75kmts. de distancia de ella se pudiese jugar un partido de beisbol a cielo abierto en condiciones normales. Un indicador de que ese evento era algo inmanejable. Creo que, por su particularidad, esa cantidad de agua hubiese desbordado la infraestructura de drenaje de ciudad, eso ha sucedido en toda parte del mundo.
Pero, a pesar de esa circunstancia, no se puede negar que, sin resolverlos, las autoridades nacionales y municipales han visto crecer esta ciudad no sólo con serios problemas de drenaje pluvial y sanitario, sino con otros problemas y prácticas que lo agravan. Recordemos que el tema del drenaje tiene mucho que ver con cómo y quienes han hecho y hacen la ciudad. La mejor infraestructura de drenaje de esta urbe está situada en los barrios de su zona norte, que en su momento constituían el 70% de su población en un 30% del territorio capitalino. El trazado de esos barrios lo hizo el sector público, pero el de las zonas más anegadas durante el referido aguacero lo hizo básicamente el sector privado, el cual es inclemente en el reclamo a sector público para que resuelva el caos por ellos creado.
Claro, ellos lo cometieron con la complicidad del sector público, que está obligado a resolver esa cuestión porque afecta a la ciudad toda, a su población, la que siempre paga los platos rotos. Otra cuestión, durante los gobiernos del PLD, se construyó una galería subterránea a lo largo de la Núñez de Cáceres que recoge las aguas de gran parte de la zona norte de la ciudad llevándola al mar, pero otras áreas de esa zona no están conectadas a esa galería y, según especialistas, bien podrían estarlo. Eso no hubiese impedido el colapso de la movilidad el viene pasado, pero es posible que lo hubiese limitado significativamente. Hacer esa conexión, de ser factible, debería estar contemplado en los planes de las presentes administraciones local y nacional.
Muchos dicen que aquí no se han hecho planes para un mejor manejo de esta ciudad, y no es verdad. Durante la sindicatura de Fello Suberví, un grupo de técnicos, en marco de los lineamientos de gestión del Polígono Central, propusimos un rediseño de la infraestructura vial de esa zona que incluía un túnel que conectase las zonas norte/sur, ese rediseño descansa en los archivos del DN. El gobierno de Leonel hizo el túnel, no el lugar por ese equipo recomendado, sólo en dirección norte sur. Un dispendio, una barbaridad. Una pléyade de urbanistas y arquitectos nacionales y extranjeros produjo una propuesta de 27 planes urbanístico, para el ADN, entre ellas una en los terrenos del antiguo aeropuerto de Herrara que eran públicos.
Igualmente, se ha hecho la propuesta para recuperar las zonas desestructuradas y degradas de los barrios de la zona norte no solo para impedir su degradación, sino para ponerle freno a su sostenida pérdida de su población que, en búsqueda de suelo y vivienda asequible a sus recursos, va a engrosar la población de los nuevos barrios que conurban la capital. Ese, como otros proyectos para la ciudad, fue aprobado por el Consejo de Regidores del ADN y de haberse ejecutado, al igual que otros formalmente aprobados, quizás el colapso del viernes pasado no hubiese sido tan catastrófico, en términos materiales y humanos. Esos proyectos no se han ejecutado, básicamente, porque nuestra clase política suele no pensar a largo plazo, piensa en los plazos del calendario electoral que son breves y urgentes.
Por eso, entre otras razones, el saber técnico/profesional vive en permanente desencuentro con las urgencias de la generalidad de los políticos, con sus gradaciones; esta tendencia es mundial, solo que aquí con esa vocación a la exageración que tenemos se potencia hasta el absurdo. En ese sentido, muchos eventos resultan inmanejables, sobre todo cuando se está ante uno del calado del aguacero que durante 3 horas cayó sobre esta ciudad y que además, dado su carácter puntual/particular, para muchos especialistas hasta ahora resulta inexplicable.