El anuncio de la intervención urbana de gran calado en la intercesión de las avenidas 27 de febrero e Isabel Aguiar, para romper el cuello de botella que obstruye la principal entrada y salida hacia la región sur del país, constituye una señal de que estaríamos ente una acción Estado de esa dimensión en la que, ¡por fin!, se piensa en el sur. En ese sentido, es bueno recordar que una región no se desarrolla solo con obras de infraestructuras viales o de otro tipo, pues los efectos de estas sobre el territorio no se traducen mecánicamente en beneficios. Por las redes viales entra de todo: lo bueno y/o lo malo, por lo cual su construcción debe acompañarse de una sostenida planificada inversión en la red de ciudades que configuran la región.

A lo largo de la historia del desarrollo capitalista, la ciudad ha jugado un papel fundamental. Ha sido el origen del mercado, de la unidad territorial del estado/nación, del poder militar, de las ideas y la concentración de talentos. Como dice José Luis Romero, el sistema de comunicación entre distintas ciudades dibujaron el mapa unitario del continente americano, cuyas regiones estaban hasta entonces incomunicadas. Antes de la independencia fueron las fortalezas que sirvieron para la conquista del interior del territorio y para la expansión del poder y la economía. Tejieron el territorio y con ellas el Estado/nación, pero no por eso evitaron las grandes desigualdades urbano/espaciales, regionales y territoriales, ni nos evitaron el estigma de ser el continente más desigual del mundo.

Tener presente esta cuestión es clave para evitar la propensión a impulsar modelos de desarrollo económico basados casi únicamente en la construcción, y como medio para proyectar consolidar y el poder. Por esa circunstancia, se suceden los gobiernos sin que se eliminen los grandes lastres de los países y sin comprender que el camino hacia el desarrollo no importa el color político de quien lo impulse, pasa necesariamente por situar el tema de la ciudad como piedra angular de cualquier proyecto transformador y/o de reformas. Por ejemplo, a mediado del siglo XX se inició el periodo de mayor auge del capitalismo, crecieron las ciudades de manera exponencial y descontroladas, pero también crecieron los tugurios, la pobreza e inseguridad urbanas y el deterioro de ciudades grandes, medianas pequeñas.

Por consiguiente, no están descaminados quienes afirman que difícilmente puedan ser consistentes algunos proyectos de reformas en las esferas de la salud, la educción, del empleo, de la economía y hasta de la política, si se mantienen las condiciones de insalubridad, hacinamiento y desigualdades en que discurre la cotidianidad en los centros urbanos, básicamente. Son temas claves en un proyecto de desarrollo del Sur por sus atributos e importancia estratégica, política y económica. Para su vialidad y sostenibilidad, resulta imprescindible un sistema de ciudades en redes que articule la complementariedad de sus las potencialidades. Además, asumiendo las experiencias que hemos tenidos en materia de desarrollo regional.

En esas experiencias en la relación público y privado, este este último sector tiene una preeminencia que limita el carácter esencialmente social y económico del desarrollo para beneficiar la población y además limitar las externalidades negativas económicas, ambientales y sociales sobre el territorio. Y es que, en todo proyecto de desarrollo el papel del Estado es fundamental para enfrentar esos problemas. A ese propósito, debe tenerse presente el impacto que, sobre el valor de suelo, la vivienda y otros servicios podría este proyecto y en todo el Sur, que tiene a Pedernales como pivote fundamental. Como en gran medida a ha sucedido en el Este con Higüey que, a falta de una red de ciudades, entre otros factores, sufre una fuerte presión migratoria de diversa procedencia que encarece los servicios, limita los beneficios que genera el desarrollo e incrementa los costes.

Tenemos un proceso de urbanización que supera la media de América Latina y el Caribe, 1.9%, según el MEPyD, eso es fruto del sostenido crecimiento económico del país, pero nuestras ciudades, grandes, pequeñas e intermedias siguen sumidas en graves déficit de desarrollo humano y así, el impacto de un proyecto de desarrollo en una región sería en extremo limitado con relación a la inversión y, peor aún, se corre el riesgo de que agudice las desigualdades regionales en general. Por tanto, las inversiones en las ciudades son tan importante como lo es en infraestructuras, solo así aquellas pueden jugar el papel de difusoras en la población de los beneficios del desarrollo buscado. Es la experiencia que se recoge a lo largo de la historia del desarrollo regional.

Finalmente, aunque no son reglas infalibles, existen principios que han de tomarse en cuenta a la hora del diseño de obras de infraestructuras para el desarrollo regional, una de ellas es, según Andrés Precedo, analizar los costes medioambientales, sociales y económicos por el incremento de los precios de servicios básicos como la vivienda y el suelo, entre otros municipales. Sin la incidencia del Estado y los poderes locales en el control de estas variables, las desventajas podrían ser mayores que los beneficios inducidos. Que el Estado asuma una decidida función reguladora a favor de la población es la cuestión.