La Cámara de Cuentas de la República Dominicana, órgano de control externo de los recursos públicos, los procesos administrativos del  patrimonio del estado. Está casi paralizada por una crisis  que le impide realizar sus funciones y producir los informes y auditorías correspondientes; por lo que  posiblemente sus autoridades serán  destituidas por el Congreso Nacional que las designó.

A finales de la década de l960, empezaron aplicar en el país el sistema de administración de personal o gestión de recursos humanos, que incluye concurso de oposición y la aplicación de pruebas e instrumentos objetivos de medición de  conocimientos, habilidades y  destrezas para  ingresar como  funcionario o empleado público. A modo de prueba iniciaron este sistema en el Banco Central, donde gobierna la Junta Monetaria; Banco de Reservas, donde manda el Consejo de Administración; y en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde rige el Consejo Universitario. Entidades donde comandan organismos colegiados, como en la Cámara de Cuentas.

Tal vez sea, la UASD, la institución más difícil de gobernar, porque su Consejo Universitario lo integran como 40 miembros; como autoridades, profesores, estudiantes y empleados; todos  electos y no designados; con diversas visiones e intereses políticos y económicos.

En el periodo 1976-78, elegimos como rector al Dr. Guarocuya Batista del Villar, eminente médico cardiólogo, independiente políticamente; y en las dos vicerrectoría que existían, elegimos a los destacados profesores Josefina Padilla Vda. Sanchez  y Manuel Lara Hernandez. Y al  Dr. Virgilio Bello Rosa, como decano de Humanidades, entre otros; y Roberto Santana era  representante estudiantil. Estos cuatro universitarios, vinculados a la izquierda.

Entonces el periodo de  gobierno era de dos años y no de cuatro, como ahora. Y hasta fue ocupada por el gobierno de turno durante meses. Sin embargo, pese a la brevedad de esta gestión, los analistas y estudiosos del tema la  mencionan como una de las más productivas de la historia de esta centenaria academia. Por ejemplo, aumentó el periodo de gobierno de dos a tres años y definió el carácter abierto, popular, crítico y antiimperialista; y creó importantes organismos universitarios. La clave estuvo en que era  gobernada por personas que  elevaron  sus cargos; y no al revés, que se crecen con los cargos.

En la actual  Cámara de Cuentas gobierna el pleno, integrado por cinco miembros. En otras ocasiones funcionó con nueve, y en algunos países opera con tres. Recientemente, su presidente confesó públicamente que es un preso de confianza, y que ejecuta decisiones ilegales. Y otro funcionario dijo que no se puede trabajar con tantos prejuicios y poca racionalidad. Admitieron que sobran fondos y faltan ejecutivos y técnicos. Analistas cuestionan la calidad de la ley, cantidad y funciones del pleno o de su presidente. Otros se refieren a “las mujeres de la Cámara”.

En mi humilde opinión, posiblemente faltan  mentes grandes y talentos individuales que gobiernen con lealtad a la Cámara y no a sus egos, y ni a sus protectores. Que trabajen con  sentido de cuerpo, con  moral y ética; con profundo conocimiento de la materia, de sus leyes y normas; apego a  principios de   contabilidad y a las normas de auditorías; que ejerzan liderazgo, decir, habilidad para comunicar, persuadir, consensuar, y  hacer cumplir  responsablemente los  acuerdos y decisiones del pleno.

Finalmente, el Chagpt 4 ofrece algunas ideas sobre la crisis de la Cámara de Cuentas, las que, tal vez,  podrían servir de referencia a los legisladores y especialistas: “Mayor transparencia; Formación y Capacidad técnica; Estricto cumplimiento de la ley; Responsabilidad y sanciones, Independencia institucional; Inclusión tecnología; Participación ciudadana”.

** Este artículo puede ser escuchado en audio en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván en Spotify.