Hay hombres que con poco esfuerzo todo les sale bien y hombres que, pese a esforzarse mucho, las cosas no les salen bien. A unos siempre los acompaña la buena suerte y a otros la mala suerte. Un hombre de la categoría universal de Carlos Marx le regaló a la humanidad esta corta y significativa frase: "la casualidad es una categoría histórica", con lo cual quiso decirnos que muchos acontecimientos de categoría histórica se han producido, y se producen, como resultado de la casualidad o el azar. Eso, en el lenguaje común, es lo que llamamos suerte.

Mi raza, la árabe, cree en el destino. Creen que cada ser humano nace con un destino previamente señalado por fuerzas misteriosas. Yo no soy tan categórico ni tan destinista. Yo creo que ese destino se va configurando en medio de circunstancias, eso sí, muchas veces ajenas a nosotros.

En su Memorias de un cortesano de la "Era de Trujillo", el doctor Joaquín Balaguer trata el tema y lo hace de esta manera: "La vida nos enseña, sin embargo, que nos movemos en el mundo como simples títeres de poderes enigmáticos y de influencias que nos son desconocidas. Todos sabemos por propia experiencia que nuestros éxitos y nuestros fracasos son en gran parte hijos del azar…Mi creencia es que el destino es obra de las circunstancias y que el hombre es hijo de estas".

Para fundamentar ese criterio expone dos ejemplos, el de Napoleón Bonaparte y el de Rafael Leonidas Trujillo. Dice: " La lluvia que cayó sobre el campo de Waterloo, en donde debía moverse la artillería de Grouchy decidió la suerte de Napoleón y la del mundo que dependía de aquella espada. La muerte del mayor César Lora, ultimado por un marido celoso en las inmediaciones del puente sobre el Río Yaque, de Santiago, la noche del día 23 de febrero de 1924, dio lugar a que la dirección de la Guardia Nacional recayera en Trujillo. A esa circunstancia, obra del destino, se agregó la elección a la Presidencia de la República en 1924, no de Francisco José Peynado como se esperaba, sino del general Horacio Vásquez…La asociación de esa serie de circunstancias preparan el acceso de Trujillo al poder y varían el curso de la historia dominicana".

Hay acontecimientos que se producen independientemente de la voluntad de los actores que determinan los resultados en una dirección o en otra. Esos imponderables favorecen a unos y perjudican a otros. A quienes favorecen se dice que son suertudos. A quienes perjudican se les dice que tienen mala suerte.

Hay políticos, al margen de si son o no son talentosos, que tienen buena suerte. Otros tienen mala suerte. Es simple creencias.

Balaguer fue un político con suerte. El azar siempre le favoreció. Las dos veces que regresó al poder fue acompañado por la suerte. En 1966 los gringos lo buscaron y lo hicieron presidente cuando él no estaba ni pensando en eso, porque los gringos no querían a Juan Bosch y andaban buscando alternativas viables. En 1986 la división del PRD lo llevó al poder. Ese señor era definitivamente un suertudo.

Un caso contrario es el del doctor Peña Gómez, quien el azar nunca estuvo de su lado. Todo lo que conquistó fue en base a muchos esfuerzos. Los vientos siempre soplaron en su contra. Y cuando estuvo a punto de ser presidente una alianza política, combinada con el cáncer, lo impidieron.

Napoleón Bonaparte, uno de los tres mejores generales de todos los tiempos, creía mucho en la suerte. A la hora de seleccionar sus generales los mandaba a formarse, y preguntaba ¿Cuál de ellos tiene suerte? Solo escogía para dirigir sus tropas a aquellos que consideraba que eran poseedores de un aura que atraía la buena suerte.

Si a algún político hay que tenerle mucho cuidado es al político con suerte. Al suertudo. Al político con suerte nunca se debe subestimar. Quien lo subestima paga caro su error. Sobre todo cuando la buena suerte se combina con el talento y la inteligencia emocional. Ese tipo de políticos nunca están liquidados. Siempre saben regresar del más allá. No hay estrategia que funcione contra la buena suerte. Ella, la suerte, dice el poeta Miguel Solano, "viene y va como le da la gana". Nadie la controla. El político con suerte es un afortunado. Tiene la bendición de los dioses.