La alianza FP-PLD es fruto de dos elementos que en política conducen a ninguna parte: el mito y la desesperación. Era recurrente la expresión convicción de que Abinader, para ganar, necesariamente tenía que hacerlo en primera vuelta y fue tan machacona esa percepción que se convirtió en un mito tan potente que, en gran medida, sectores de la dirección y militancia de esos dos partidos la asumieron con ciega convicción e incluso hasta sectores del PRM se lo creyeron cierto. Las direcciones del PLD y el FP vendieron ese mito a su militancia, a pesar de que en el fondo algunos de ellos sabían que todo estaba perdido y que ni siquiera la alianza los salvaría.

En cierta forma Danilo Medina lo dijo cuando afirmó que, de los dos, el partido que quedara en segundo lugar transitaría el camino de su extinción. En la dirección del PLD hay gente de mucha formación e inteligencia política que sabe que esa alianza no conduce a ninguna parte, pero no se opusieron a ella porque no tienen argumentos o propuesta creíbles con la cual detener la presión de una militancia que, desesperada, quiere volver al poder a toda costa y que, por no tener esa carga de encono que generalmente conduce las actitudes y comportamiento de las luchas entre sectores y/o personalidades de las direcciones políticas, cree y empuja desesperadamente a sus direcciones hacia la unidad electoral.

Sin embargo, los números que arrojan todas las mediciones de encuestadoras con alto o mínimo nivel de credibilidad apuntan hacia lo que es una verdad que no solo la valora el dato, sino hasta el sentido común: esa alianza parte con el signo de la derrota.  En el registro de los datos de veinte encuestas realizadas en los últimos cinco meses, Leonel Fernández nunca ha logrado alcanzan los 30 puntos porcentuales, Abel Fernández solo una vez ha alcanzado un 20%, que se ha reducido a la mitad o menos en las últimas mediciones. Juntos, solo en una ocasión, en una encuestadora de dudosa solvencia, han alcanzado el 40%. Mientras que Abinader en todas ha superado el 50% y en la única que no lo ha registrado obtuvo un 49%. El promedio de esas 20 encuestas arroja un sólido 54,57% de intención de voto a su candidatura.

La oposición de ahora solo puede ofrecer un pasado de generalizada corrupción y de abuso de poder, un fardo que le impide motivar a la gente a movilizarse y solo concita el interés de su nostálgica militancia

La tozudez de esos números indican la extrema dificultad de la referida alianza. Según se dice en el mundo de las encuestas políticas, un candidato con un rechazo de un 30% o más difícilmente puede ganar unas elecciones. Juntos, los candidatos PLD/FU prácticamente no logran alcanzar el 40%. El mejor situado de ellos, Leonel, tiene una tasa de rechazo que ronda el 55%, el doble de la intención de votos que tiene y casi exactamente la misma cantidad de intención de votos que registra Abinader.

Otra cuestión importante, para vencer a un presidente/candidato este debería tener una pésima valoración de su obra de gobierno y la de Abinader ronda el 60% de aprobación. En esas condiciones, la misión de la alianza opositora se torna imposible.

Para ser competitiva, esta requeriría la existencia de un sentimiento de rechazo de tal magnitud que se convierta en una suerte de movimiento que arrastre la población hacia el voto masivo hacia ella. Para eso, necesitarían de una o varias organizaciones políticas que de alguna manera sean motores potenciadores de ese movimiento y definitivamente esa variable no existe en la actual coyuntura. No hay un clima de rechazo generalizado a este gobierno como ocurrió contra los gobiernos del PLD. Quizás por eso es frecuente oír que, con relación a pasados procesos electorales, parecería que no estamos en campaña electoral, ello así porque este enero prelectoral está muy lejos del enero del 2020 en que el movimiento Marcha Verde caminaba a pleno gas.

La oposición de ahora solo puede ofrecer un pasado de generalizada corrupción y de abuso de poder, un fardo que le impide motivar a la gente a movilizarse y solo concita el interés de su nostálgica militancia y manera tímida o velada de sectores que fueron beneficiados o socios comerciales de los principales dirigentes de los gobiernos del PLD y su versión FP. En esas condiciones es que discurre una alianza opositora que se asienta en bases sumamente frágiles. Por consiguiente, la reelección de la presente mayoría tiene amplias posibilidades de materializarse, pero tiene ante sí el reto de definir el papel de los actores y sujetos básicos que integrarían esa mayoría.

Ello así, porque se supone que el proyecto de reelección tiene como objetivo lograr realizaciones sustanciales que la actual administración no pudo materializar, debido a la particularmente adversa coyuntura en que discurrió más de la mitad de su mandato y de consolidar los logros alcanzados. Además, darle sostenibilidad a los objetivos propuestos y que  eventualmente logren en un segundo mandato. Para eso se requiere una mayoría básicamente de calidad, no solo de cantidad, sin las exclusiones, exclusivos o exclusividades, es la mejor vía para que cobre sentido trabajar para que sea imposible la misión que se propone la alianza opositora y se abra un contexto de mejores posibilidades de cambios, no solo tangibles, sino sostenibles.