En un mundo y una época como la que vivimos con cambios profundos y complejos, el tema de juventud cobra cada vez mayor importancia. Se ha planteado, que la juventud como una de las etapas de la vida, aparece después de la segunda guerra mundial, situándola entre la adolescencia y la vida adulta. Se llega incluso a decir que “fueron las revueltas juveniles de finales de los años 60 y principios de los 70 la que hicieron cristalizar la atención sobre lo que, entonces, apareció como una cosa nueva”. Desde ahí se plantea que dicho concepto surge como consecuencia de dos estudios realizados por Kenneth Keniston: Young Radicals (1968) y Youth and Dissent (1971) y que en un artículo de su autoría publicado en 1970 éste llega a señalar lo siguiente: “que las transformaciones producidas en la sociedad habían hecho aparecer una “nueva” fase de la vida, después de la que se había considerado adolescencia.” [1]
En el prólogo del texto citado antes, se señalan siete grandes cambios en los países más ricos producidos luego del conflicto bélico mundial, que han impactado fuertemente a los jóvenes, estos son:
- Con la explosión de nacimientos en la posguerra, las generaciones de jóvenes de finales de los años 60 y de los años 70 eran mucho más numerosas que las que las habían precedido.
- En todos los países de la OCDE[2], la enseñanza secundaria del segundo ciclo y la enseñanza pos-secundaria se han desarrollado mucho y también se han democratizado. Sin embargo, este movimiento no ha afectado a todos los jóvenes, de modo que ha aparecido una nueva subclase de “dejados de lado”, constituida por una minoría de jóvenes que han fracaso en la escuela y no tienen más que un bajo nivel de instrucción.[3]
- El final de los años 60 y el principio de los 70 fueron periodos de agitación entre los jóvenes, cuya huella se ve todavía en numerosas instituciones sociales, en particular, en la enseñanza.[4]
- Se han producido profundos cambios en la formación y organización de las familias. Las tasas de natalidad han caído bruscamente, al elegir numerosas parejas no tener hijos. La proporción de matrimonios considerados como “estándar” -los padres y sus hijos- han bajado. En contrapartida, la proporción de hogares regidos por una sola persona ha aumentado mucho, al igual que la de las familias monoparentales, como consecuencia de divorcio o de nacimientos fuera del matrimonio. Existe también un número claramente mayor de parejas que viven juntos sin estar casados y otros tipos de matrimonios no tradicionales. Todo ello hace que la organización familiar sea muy diferente de la que existía hasta hace poco.[5]
- El paro de los jóvenes se ha convertido en un grave tema de preocupación, al mismo tiempo que ha adquirido un carácter endémico, muchos jóvenes se encuentran hoy “de más”.[6]
- En ciertos países, el número de mujeres con hijos en edad escolar y que ocupan un empleo fuera de sus casas ha aumentado considerablemente en poco tiempo.
- Finalmente, los comportamientos desviados, como, por ejemplo, la toxicomanía y la delincuencia, se han hecho más frecuentes entre los jóvenes. Si bien la situación difiere de una a otro país de la OCDE, esta tendencia se observa con la suficiente frecuencia como para que se pueda considerar que se trata de una evolución general.”
Si consideramos la fecha de publicación del referido Informe (1989) al mismo tiempo que observamos que muchos de los indicadores señalados han ido en aumento, incluso en nuestro propio país, el tema de jóvenes se constituye en una situación que por lo menos debe ser estudiada más profundamente sin las conocidas trabas mentales o prejuicios de que “los tiempos de antes eran mejores”.
La desaparición progresiva de la zona rural y el consiguiente aumento significativo de las zonas urbano-marginales, caracterizadas principalmente por la pobreza, la exclusión, la carencia de elementos esenciales para la vida, como agua, energía eléctrica, alcantarillados, disposición adecuada de excretas, y todo ello coronado con el aumento de la violencia intrafamiliar, el embarazo adolescente, el consumo de sustancias prohibidas, el aumento de la deserción escolar, etc., plantea un escenario de altísimo riesgo psicosocial para los jóvenes.
El estudio referido sobre los jóvenes dominicanos, publicado por EDUCA, nos ofrece algunas informaciones que son muy relevantes para comprender mejor la realidad de ellos en el caso dominicano. A los llamados “nini”, el estudio los refiere, además, como los “sin-sin”, para señalar que los mismos se encuentran sin las competencias requeridas por el mercado de trabajo, pero tampoco, sin oportunidades para acceder a una “vida digna y próspera”. Por supuesto, y es una de las conclusiones que el estudio pone de relieve: “dado el bajo nivel de educación que pueden acumular los jóvenes “Sin-Sin”, sus posibilidades de obtener un empleo de calidad se ven reducidas, lo que va en detrimento de su calidad de vida”. Según el estudio, las mujeres son las más afectadas con un 27%, a diferencia de los varones cuyo porcentaje alcanza el 12%. Sin embargo, también concluye el estudio, los varones caen en una mayor proporción en el “desaliento”, debido a las dificultades que enfrentan a la hora de conseguir empleo, pues un 33% lo ha intentado sin resultados positivos, lo cual los conduce a situaciones de vulnerabilidad como actividades ilícitas, consumo de drogas, violencia, entre otras. Es bueno señalar que la tasa de desempleo juvenil en República Dominicana para el año 2016, es la más alta de la región (29.4%).
Otro dato importante es el que tiene que ver con la distribución de los jóvenes que se encuentran “ocupados” en el mercado laboral y su distribución de acuerdo con el grupo de edad y el tipo de ocupación. Teniendo como base la Encuesta Nacional de la Fuerza de Trabajo 2016 la distribución de los jóvenes según grupo de edad y tipo de trabajo se distribuye de la manera siguiente:
Grupo de joven Informal Formal
15 – 18 años 73.5% 26.5%
19 – 24 años 46.0% 54.0%
25 – 29 años 42.7% 57.3%
Es importante destacar los altos porcentajes de jóvenes en el mercado de trabajo informal caracterizado por: muy baja estabilidad (no cuentan siquiera con contrato de trabajo) ni cotizan, por supuesto, en el régimen de seguridad social, además de bajos salarios, no gozan de los beneficios básicos como seguro de salud. La vulnerabilidad, incluso en aquellos que trabajan, es muy obvia.
A manera de comprender y situar la situación socio-juvenil en la República Dominicana, solo basta con saber que, según el censo del 2010 realizado por la Oficina Nacional de Estadística (ONE), la población por debajo de 25 años, en nuestro país, alcanza el 49.4%, es decir, casi la mitad de la población.
¿Qué hacen, en qué ocupan su mayor tiempo, qué piensan, qué sienten, cuáles expectativas tienen los jóvenes dominicanos? ¿Quién soy, cuál será mi futuro, qué papel juega mi familia en mi vida, Dios juega alguna?
En un artículo de prensa del 12 de mayo de éste mismo año y bajo la autoría de Eduard Rafael Figueroa Sánchez,[7] se ofrecen una serie de comentarios hechos por algunos jóvenes al respecto de algunas de las preguntas formuladas anteriormente.
Dialogando con jóvenes de diferentes estratos sociales que han vivido con o sin sus padres, pudimos constatar que los que no crecieron en una familia tradicional se sienten solos; muchos tomaron las calles a temprana edad, porque no tuvieron a alguien que velara por sus necesidades, y no se formaron correctamente. Tienen miedo de tomar decisiones, se sienten desprotegidos y no tienen como prioridad en sus vidas vivir en una familia tradicional, padre, madre e hijos; no sienten respeto o cariño por sus verdaderos padres.
Pero no solo los jóvenes de familias disfuncionales tienen este tipo de problemas. Muchos, a pesar de haber crecido con sus padres, sienten que no tienen libertad, que son tratados como niños, que no los dejan tomar decisiones y arriesgarse a emprender el camino que ellos quieren.
Algunos alegan que no dialogan con sus padres, porque estos hacen el “papel de periodistas”, solo buscando informaciones, pues quieren saber todo sobre sus hijos: ¿dónde vas?, ¿con quiénes vas?, ¿qué vas hacer ahí?, ¿a qué hora regresas?, ¿quién te trae?, ¿qué ropa te vas a poner?, ¿cuáles son tus amigos?, ¿tienes novia o novio?, ¿qué vas a estudiar?
Pienso que todos estaríamos de acuerdo, por lo menos, de que el tema no solo es importante, sino que debe seguir siendo estudiado a profundidad. En una próxima entrega ampliaremos las ideas expuestas.
[1] Coleman, J. y Hustén, T. (1989) Inserción de los jóvenes en una sociedad en cambio. NARCEA, S.A. de Ediciones. Madrid.
[2] OCDE: Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
[3] Hoy en la República Dominicana este porcentaje ronda por algo más del 40% de los jóvenes.
[4] No se puede obviar los grandes movimientos juveniles, principalmente universitarios, en que se puso de manifiesto su interés por los problemas sociales y políticos, y culturales en sentido general, en el marco de las situaciones que se desarrollaban entonces: el triunfo de la revolución cubana, la guerra de Vietnam, el conflicto chino-soviético, el mayo francés; pero además, el movimiento por la paz a nivel mundial y la cultura hippies, el influjo de los Beatles y otros grupos, impactando la cultura juvenil entonces y, por supuesto, la llamada Guerra Fría, que impregnó de mucha densidad esos años.
[5] El modelo familiar prevaleciente hasta entonces se ve bruscamente alterado sin un modelo alternativo que lo sustituya.
[6] Aparecen los llamados “nini”, jóvenes que ni estudian ni trabajan. Se llega a plantear que en América Latina uno de cada cinco jóvenes, principalmente mujeres, entre 15 y 24 años no estudia ni trabaja. (Los “ninis” de América Latina: ni estudian ni trabajan ni son comprendidos (worldbank.org)). Según un estudio realizado por EDUCA, en República Dominicana ese grupo representa el 20%, entre 15 y 29 años. (“Los jóvenes dominicanos: esos desconocidos”).
[7] Recuperado en Ensayo/Juventud – Rasgos de la cultura juvenil en la República Dominicana | Listín Diario (listindiario.com)