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Trujillo y Lescot en franca camaradería durante su reunión de Elias Piña en septiembre de 1941.

1.- Contexto

Uno de los ataques más impenitentes de la poderosa maquinaria del trujillato contra Juan Bosch, a finales de 1945 y 1946,  estuvo centrada en la falsa acusación de que este se apropió de una suma de U$A 25,000.00 (veinticinco mil dólares) que le había entregado el presidente haitiano Elie Lescot.

Bosch se encargaría, en febrero 1984, de aclarar lo que verdaderamente sucedió en aquellas circunstancias, especialmente a raíz de que el destacado historiador Bernardo Vega publicar importantes documentos desclasificados norteamericanos referidos a la entrevista sostenida entre Bosch y Lescot en noviembre de 1945 , especialmente en el Vol. I de su importante serie “Los Estados Unidos y Trujillo”. Vega dedicaría, posteriormente,  el Vol. III de su otra importante serie “Trujillo y Haití”, a las complejas relaciones de ambos gobernantes, bajo el título: “La agresión contra Lescot”.

A consignar la versión de Bosch en torno a los hechos referidos estará dedicado el presente artículo, no obstante, se impone como paso previo, contextualizar debidamente las circunstancias que explican que Trujillo y Lescot, de ser verdaderos amigos y aliados, terminaron enfrentado en una enemistad irreconciliable.

1.-Elie Lescot asciende a la presidencia de Haití con apoyo de Trujillo

El 15 de marzo de 1941, con 56 de los 58 votos de la Asamblea Nacional, resultó electo presidente de Haití Elie Lescot, recibiendo el traspaso de mando de su predecesor Stenio Vincent, el 15 de mayo del mismo año. Permaneció en el poder por espacio de casi un lustro hasta que una huelga nacional liderada por los jóvenes del Partico Comunista haitiano, entre los que destacaron Jacques Stefan Alexis, René Depestre y Gerárd Blancourt forzaron su salida del poder el 11 de enero de 1946.

Con esmerada educación recibida en Francia, previo a su ascenso a la más alta magistratura del poder en Haití, Lescot se había desempeñado como Ministro Plenipotenciario del gobierno haitiano tanto en la República Dominicana como  en Washington. Conforme afirmara el destacado intelectual haitiano Gerard Pierre Charles, Lescot era prácticamente un desconocido en los círculos políticos haitianos, cuya designación como presidente de la República “…fue resultado de un juego turbio entre el Departamento de Estado, el presidente Vincent y el dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo de quien había sido agente a sueldo”.

No andada descaminado Gerard Pierre Charles al consignar los estrechos vínculos de Trujillo y Lescot y la incidencia destacada del primero para el ascenso del segundo a la presidencia, hábil estrategia de Trujillo para incidir sobre la marcha de los asuntos políticos haitianos. El único reparo que puede hacerse a las precedentes consideraciones de Lescot, es que el armónico clima de esas relaciones sólo tuvo un bienio de duración, es decir, entre 1941 y 1943, como se verá en lo adelante.

El 4 de septiembre de 1941, pocos meses después de Lescot juramentarse en el poder, se encontró con  Trujillo en Elías Piña y  en Belladere, en momentos en que se habían suscitado serios conflictos generados, en gran medida, por las  incursiones de bandas haitianas en la frontera noroeste, las cuales, entre otras acciones reñidas con la ley, practicaban el abigeato (robo de ganado) y otras acciones que afectaban el normal desenvolvimiento de las actividades productivas en la zona.

Tan de paños y manteles eran las relaciones Trujillo- Lescot que el primero obsequió al segundo con 50 mulos ingleses para el cuidado de la frontera, del lado haitiano, mientras llevaba adelante sin marcados tropiezos su política de dominicanización fronteriza al tiempo que extremaría al máximo sus interesadas lisonjas y requiebros hacia Lescot al afirmar: “El Presidente Lescot no solamente es presidente de Haití, es también para mí y para el pueblo dominicano, que lo estimamos tanto, el presidente de la República Dominicana”.

Al referirse a la entrevista sostenida por ambos gobernantes, el oficialista periódico La Nación, afirmaba en página editorial del día siguiente:

No hay entre la República Dominicana y la República de Haití problema fundamental alguno que pueda dificultar su cooperación en el desarrollo de progreso y en la promoción del bienestar de la isla.

Y aquellos que están familiarizados con los asuntos que afectan a las relaciones de ambos Estados, y que disponen de la mayor influencia y de la mejor oportunidad que haya podido depararle el destino, como ocurre con las dos altas personalidades que se encontraron ayer en Villa Elías Peña, habrán de preocuparse siempre por establecer una base sólida para cimentar sobre ella una solidaridad que sea la verdadera garantía de la independencia y la libertad por la que tanto han luchado los dos pueblos”.

Y el clima de tan armoniosas relaciones, explica que cinco días después, se produjera una reunión en Dajabón entre autoridades dominicanas y haitianas, con la presencia de campesinos, ganaderos, hacendados.

Resultante del referido encuentro, se produjo un comunicado por parte de la Secretaría de lo Interior, de Haití, el cual ponía de manifiesto el positivo clima predominante en las relaciones bilaterales. En el mismo se señalaba:

Los Ministros Noel y Rouzier han regresado de su misión en el Norte. Del informe preliminar hecho al Presidente Lescot resulta que ellos han comprobado la existencia de verdaderas bandas de merodeadores, que, después de haber sustraído animales en territorio dominicano, vienen a venderlos en Haití, lo que provoca a menudo, serios incidentes entre los merodeadores y los hateros que defienden sus bienes. Estos hechos son intolerables, tanto más cuanto que se ha revelado que ellos son, en su mayor parte, provocados por individuos interesados en crear fricciones entre los dos Gobiernos, a tal punto, que algunos que están domiciliados en la región donde residían, se han fugado desde la llegada de las autoridades haitianas.

En consecuencia, el Presidente Lescot ha dado instrucciones formales para que todo el peso de las leyes penales sea empleado por las autoridades militares haitianas en perfecto acuerdo con las autoridades militares de la República Dominicana, con el objeto de poner fin a las actividades nefastas de estos vagabundos. La Policía está en Guardia y las buenas relaciones existentes actualmente actualmente entre los dos Jefes de las dos Repúblicas no serán alteradas”.

No obstante, las relaciones entre Trujillo y Lescot empezaron a enrarecerse. Trujillo comenzaba a resentirse por el trato cercano y privilegiado que los norteamericanos dispensaban al gobernante haitiano, cuando no ocurría lo propio con él, pero más aún, hirió su amor propio el decreto ley del 11 de septiembre de 1942 del gobernante haitiano disponiendo condicionantes y restricciones a la migración haitiana a la República Dominicana, lo cual afectaba directamente los intereses del tirano.

Es lo que explica, como ha consignado Bernardo Vega en su texto sobre Trujllo y Lescot, que el dictador dominicano impartiera entonces la orden de enfilar los ataques contra Lescot, lo cual no había hecho durante su gobierno ni con Stenio Vincent, su predecesor.

Es en dicho contexto que se comprenden las consideraciones de Manuel Arturo Peña Batle en su famoso discurso de 1942 en Elías Piña, en el que afirmó: “para los dominicanos, la frontera es una valla social, étnica, económica y religiosa infranqueable; en cambio, para los vecinos, la frontera es un espejismo tanto más seductor cuanto mayor sea el desarrollo del progreso y más levantado el nivel colectivo en la parte Este”.

La animadversión mutua entre Trujillo y Lescot fue subiendo de nivel y  el 18 de mayo de 1943, “Día de la Bandera y de la Universidad en Haití”, el segundo pronunció ataques contra Trujillo, acción que volvería a repetir meses después, específicamente el 6 de septiembre, en ocasión de las solemnidades con que fue conmemorada la hazaña del Almirante Killick  y reiterada  el 6 de octubre de 1943.

Tan inesperado cambio de conducta hacia Trujillo por parte del gobernante haitiano, generó la famosa y extensa carta que le enviara el dictador dominicano el 1 de noviembre de 1943, en la cual, como una especie de reclamo, le insinuaba, que entré ambos “existían… vínculos que ningún hombre puede romper sin faltar al más elemental de los deberes que sirven de fundamento a la vida de relación entre los seres humanos…”. No hay que ir muy lejos para colegir las razones de dicho reclamo.

2.- La reunión Bosch- Lescot en 1945 en un nuevo ciclo de la lucha contra Trujillo

De amigo y colaborador de Trujillo, Lescot deviene en su adversario, en momentos en que ya era inminente el desenlace de la segunda guerra mundial a favor de la democracia en el mundo, siendo esta coyuntura el inicio de una novedosa etapa en la lucha del exilio antitrujillista para propiciar su derrocamiento.

Es en este complejo contexto en que se inscribe la presencia de Juan Bosch en Venezuela en 1945, invitado por Acción Democrática (ADECO), en su calidad de responsable de asuntos internacionales del PRD, para explicar la situación dominicana y es lo que explica que regresa al país sudamericano meses después, tras el triunfo del levantamiento militar de octubre de dicho año  que derrocó el gobierno de  Medina Angarita, ascendiendo Betancourt, líder de ADECO, a la presidencia provisional de Venezuela.

Desde Venezuela y otros países de la región comenzaba una nueva etapa de la lucha del exilio contra Trujillo y los preparativos de la  expedición de Luperón dos años después. En tales circunstancias, Bosch, con el visto bueno de Betancourt, llega a Haití a finales de noviembre de 1945, lo cual consignó e el agregado militar de los Estados Unidos en Haití, Mayor Jhon L. Peterson, en fecha 30 de noviembre de 1945, al jefe del servicio de inteligencia militar del Departamento de Guerra, en Washington.

En el indicado informe, publicado por Bernardo Vega,  se hacía referencia a que el gobierno haitiano había retirado el exequátur al entonces Cónsul de la República Dominicana en Haití en virtud de que él mismo se había dado a la tarea de dar a la publicidad la carta que el 1 de noviembre de 1943 Trujillo le enviara a Lescot, tarea en la que, según informara el Agregado Peterson, se presumía había colaborado también Antoine Bervín, amigo de Bosch desde hacía muchos años, a la sazón indispuesto con Lescot y quien se había desempeñado como Encargado de Negocios de Haití en Cuba.

¿Pero, exactamente, cómo arribó Bosch a Haití y cuál era el propósito que orientó su breve entrevista con Lescot?

Llegó a Haití el 22 de noviembre de 1945  con una carta de presentación a su favor que enviara Betancourt a Lescot. Había obtenido una visa diplomática  como resultado de las diligencias que a tal propósito encaminara Carlos Andrés Pérez, entonces secretario del gobernante venezolano, ante el representante diplomático de Lescot en dicho país. Como no era portador de pasaporte dominicano, Bosch portaba uno del tipo afidávit que otorgaba la Organización de las Naciones Unidas.

Conducido Bosch ante Lescot por su hijo Gerard, entonces Subsecretario de Relaciones Exteriores, puso en manos del presidente haitiano la carta enviada por Betancourt en la cual le solicitaba realizar todo lo que estuviera a su alcance para complacer la petición que le formularía el portador de la misma, la cual  consistía en  una donación de 25 mil dólares que serían utilizados en la lucha contra Trujillo.

Instruyó Lescot  a su hijo Gerard diligenciar dichos recursos sin preguntar a Bosch nada más al tiempo que le solicitó  procurar pasar de incógnito, recomendándole permanecer en la residencia de Bervin, situada en el camino de Petionville. Dos días después, Gerard le entregaría el dinero en billetes de $ 20, el cual, conforme la información de inteligencia del entonces agregado naval norteamericano en Haití, ya citado,  lo obtuvo con el banco nacional de Haití tras la hipoteca de algunas de sus propiedades.

Al respecto, agregaría el Agregado Naval en su informe: “…a este observador le parece que la suma es muy grande para ser una contribución personal al fondo, pero considerando el odio existente entre el Presidente Lescot y el Presidente Trujillo, existe la posibilidad de que así sea. Si así fuera, sería una explicación lógica la visita de Juan Bosch al país, la cual, hasta ahora no había sido adecuadamente explicada. Es totalmente posible que el uso de los fondos para tal propósito podría coincidir con el deseo supuesto, del Presidente de enviar fondos familiares al exterior, así como podría existir un convenio de que, por cierto monto, le fueran devueltos al donante por los exiliados anti-trujillistas, pero fuera del país”.

Es el caso, sin embargo, que meses después, ya derrocado y viviendo en Canadá, Lescot envió un día a su hijo Gerard hasta la residencia donde vivía Bosch, en el barrio de Almendares, en La Habana, haciéndole portador de una carta en la cual le solicitaba que si no había dispuesto del dinero que se la había facilitado, se lo retornara con su hijo, pues precisaba del mismo para levantar una pequeña fábrica de corbatas , pequeña empresa familiar con la cual se proponía ganar su sustento.

Bosch pudo retornarle apenas menos de 4 mil dólares, que era el único capital restante de la suma que le habia entregado Lescot. 12, 000 dólares había empleado en la compra un avión Douglas DC-3, muy usados en la segunda guerra mundial para el transporte de tropas (no tenían asientos sino banquetas laterales de aluminio), por lo cual podían transportar entre 60 y 65 personas; por valor de 8 mil dólares había adquirido un Cessna y un AT-3 y, finalmente, había pagado 1,300 dólares por la inspección de dichos equipos.

El mismo Bosch se encargaría de explicar que el precio tan bajo de los referidos aviones se debía a que “eran vendidos bajo la condición de lo que entonces se denominaba sur-plus de guerra, es decir, sobrantes de lo que se fabricaba en los Estados Unidos para atender las necesidades de los ejércitos norteamericanos en la segunda guerra mundial”.

De la  presencia de Gerard Lescot en la habana, solicitado a Bosch tiempo después, de parte de su padre, la devolución del dinero, podría colegirse que el mismo se había entregado en calidad de préstamo, por lo que Bosch, al respecto, tuvo a bien ofrecer la explicación condigna:

“…en ningún momento mencionó Lescot la posibilidad de que el exilio antitrujillista le hiciera devolución de los fondos ni dio lugar a que yo me hiciera la idea de que los 25 mil dólares que me entregó habían sido obtenidos por hipoteca de sus bienes. Si fue así, no hay duda de que Lescot se comportó con elevación y delicadeza, y me siento obligado a hacerle un reconocimiento público”.

Así ocurrieron las cosas y así quedaría desmontada, años después, la campaña de infundios con la que se pretendió enlodar la reputación del gran intelectual y político por parte de la dictadura trujillista. Y así quedó escrito otro importante y poco conocido capítulo de los muchos que aún faltan por ahondar y sistematizar para escribir la aún pendiente historia del exilio dominicano, con sus sinnúmeros avatares, sus innegables lunares, pero sobre todo, con sus muchas y memorables luces que bien conviene no se pierdan en la niebla densa y fría de injusto olvido.