Las instalaciones de Jorge Pineda con el tema de las niñas escolarizadas y embarazadas no son nuevas. Desde 2014 el artista había exhibido niñas uniformadas con sus barriguitas siempre con la misma intensidad y el mismo realismo.

La obra de Jorge Pineda tiene la particularidad de visibilizar de manera sutil los problemas que suscitan debates societales como el abuso infantil, físico y psicológico, o los temas de género, migración y medio ambiente.

De repente, en la XXX Bienal una de estas instalaciones ha logrado despertar interés, polémicas y tergiversaciones como si estuviéramos echando p’atrás en nuestra capacidad de análisis.

Siempre me llamaron poderosamente la atención estas instalaciones del artista por su forma directa de interpelarnos frente a una realidad desgarradora. Lejos de ver en la obra que ha llamado la atención una apelación a la licencia y al desenfreno hay que tomarlas como lo que realmente son: el retrato de una triste realidad, un grito en contra del abuso sexual que sufren nuestras niñas como se comprueba a diario en nuestros barrios vulnerables y campos.

De entrada, hay que desmontar las interpretaciones que ven en esta instalación un estímulo para el embarazo en adolescentes y un ataque contra la familia. A los de corta imaginación quizás les ha faltado la sombra del abusador o violador para que logren captar el mensaje.

No se trata solo de embarazos entre pares sino como resultado de la acción del padrastro, el padre, el vecino, el tío que tronchan la vida de nuestras adolescentes con mil y unas artimañas, como lo hizo el padrastro de Aishla en Villas Agrícolas el pasado mes de julio.

Cualquier visitante de la Bienal, escondiéndose detrás de su confort y de la doble moral que sigue imperando en la República Dominicana, pudiera ser -a pesar de sus críticas en las redes- uno de estos verdugos.

Se trata también de las prácticas de exclusión que se dan en nuestras escuelas frente a las adolescentes embarazadas que se ven empujadas sutilmente, o menos sutilmente, hacia la puerta.

Un 45,9% de las jóvenes que han sido madres entre los 15 y los 19 asiste a la escuela o universidad, frente al 89,8% de las que nunca han dado a luz.

Para el año escolar 2022-2023, el Ministerio de Educación ha registrado en su plataforma a nivel nacional lo siguiente:

–  1,154 estudiantes embarazadas, 112 de las cuales han sido víctimas de violación (9.7%); otras 28 adolescentes embarazadas fueron el resultado de incestos.

– 3,414 estudiantes están en uniones tempranas.

– 3,105 estudiantes son madres y 1,158 son padres.

Este último dato llama poderosamente la atención. Esto significa que hay casi tres veces más madres estudiantes que padres, tomando en cuenta que puede haber más madres que no son estudiantes del MINERD.

La pregunta que salta a la vista es la siguiente: ¿Quiénes son y dónde están los casi 2,000 padres faltantes?

Parte de los que intervinieron en las redes a propósito de las instalaciones de Pineda se pronunciaron con vigor para criticarla. Si se levantaran voces con ese mismo vigor para exigir un reforzamiento del sistema de protección de nuestros niños, niñas y adolescentes en el respeto de sus derechos humanos, educación sexual integral y científica en todas las escuelas y la aprobación del código penal con el aborto en sus tres causales, daríamos un gran paso a favor de nuestras niñas y adolescentes.