Leí alguna vez en un libro, cuyo título no recuerdo, una frase que dice “el agua es vida, pero también es muerte”
¿Cuánta veces estamos frente al televisor viendo YouTube y de repente nos encontramos con un video que muestra los devastadores efectos de las inundaciones en muchas ciudades del mundo? Carros nadando por las calles, puentes destruidos, carreteras colapsadas, deslizamiento de tierras, desbordamiento de ríos, casas destruidas y cientos de personas fallecidas.
Solo pensamos, Dios mío, ojalá eso nunca llegue a ocurrir aquí. Pero a todos nos toca.
Las imágenes que salieron el sábado 18 de noviembre, sobre las inundaciones en varias ciudades y campos del país me recordaron a la tormenta Federico, que vino detrás del huracán David en 1979.
Era subsecretario de Agricultura en esa época y pude ver desde un helicóptero que el 70% del territorio nacional estaba completamente inundado.
Los huracanes tienen una trayectoria definida donde casi todo queda destruido. El problema fue que Federico arropó a toda la isla, que ya estaba saturada de agua por David.
Durante esa tormenta cayeron 380 milímetros de agua en 24 hora y se repitió por dos días. ¿Se imaginan 600 milímetros de agua en 48 horas?
Tanto David como Federico no estaban supuestos a golpear a República Dominicana. El primero pasaría al sur del país a unos 200 kilómetros de la costa. El segundo a unos 100 kilómetros.
Pero ambos se desviaron a última hora y decidieron moverse hacia el norte entrando de lleno en nuestro territorio.
Días atrás, cuando entraba a la WEB del Centro Nacional de Huracanes, observaba el curso de una tormenta en cierne que venía de Centroamérica y pasaría entre Cuba y Haití, afectando al país con lluvias equivalente a 100 milímetros diarios entre viernes y domingo. Es mucha agua, pero no para generar tanta destrucción ni muertes.
¿Cuál fue el problema? Que cayeron 300 milímetros de agua en 24 horas (entre la noche del viernes y el sábado), y eso se llama desastre. Porque el día antes llovió y siguió lloviendo el día después. Los fenómenos naturales nunca se pueden predecir con un 100% de certeza. Son modelos matemáticos con un margen de error a veces significativo.
En fin, estamos en el Caribe, y hablar de huracanas y tormentas es cosa común cada año. Ahora hay que reconstruir y ofrecer ayuda humanitaria de emergencia a las personas afectadas por las lluvias.
La declaración de un estado de emergencia puede facilitar que esas ayudas lleguen rápido y que la reconstrucción de lo destruido, (puentes, carretas, túneles, viviendas y calles) se haga en el menor tiempo posible.
Lamentablemente, 8 personas murieron cuando transitaban el túnel de la Máximo Gómez con 27 de febrero al quedar aplastados por una pared que se desprendió cayendo sobre varios vehículos. Me pudo pasar a mi o cualquiera. Que Dios tenga en su Santa Gloria a todos los fallecidos por este desastre.