Cultivamos el cuerpo, descuidamos el alma. Total, ¿para que sirve? Yo gusto y quiero gustar. Yo me gusto. Me amo, me adoro ¿Qué vaina es ese dizque el alma? Oye eso. Y ¿es fácil?
Las religiones, cuando la gente todavía creía en ellas, aspiraban a cultivar el espíritu, a veces, a expensas del cuerpo. Déjese de eso hermano. Lo único que importa es el cuerpo y eso para que le de gusto a uno. Por eso vivimos fabulosas paradojas: la Semana Santa es la mas pagana del año. Bebemos, brincamos y metemos sustancia para que el sexo dure mas y si nos faltan palabras groseras Maluma y Daddy Yanky tienen tremenda oferta; empañamos el espejo de tanto mirarnos y si te descuidas hasta se derrite el maquillaje, subimos la música y alentamos los gritos que suelen acompañar el orgasmo. ¡Ohh mundo fabuloso y genial! No venga nadie a hablarme de retiro, recogimiento y mesura. Esto es para darse gusto y no mañana que lo mío es ahora.
La pandemia nos recordó la fragilidad propia. La urgencia de disfrutar antes de que este mundo se acabe es innegociable. Por eso algunos nos equivocamos. Creímos que el Covid-19 traería la gente de regreso a los templos, la prudencia y el recato. Para eso tenía que haberse quedado no venir de visita. A gozar ahora que nadie sabe de mañana.
Al morir, mis herederos dispondrán según les convenga. Bueno siempre ha sido así pero un amigo muy preocupado me dijo hace poco: tengo 3 hijos y un negocio. Ninguno de mis hijos ha puesto el fruto de mi esfuerzo en su agenda. Y en todas partes se vive esa ruptura. O los hijos no se interesan o están al acecho para descuartizar un patrimonio. Total, no me llevaré nada mas que la ropa. ¿Para que tanto afanar?
Hoy sabemos que la gente no acude al gimnasio para estar en salud sino para verse bien, para gustar; nadie parece temer al infierno; muchos ya lo encontraron en la tierra. Estar bien con uno mismo no tiene que ver con el alma sino con las nalgas. Y ¿será como dice Silvio que la angustia es el precio de ser uno mismo?
Lo que no da gusto no sirve. ¿para que puede servir? La espiritualidad de un templo, un sermón bien pensado, un gesto de piedad se apreciaban. La música popular elevaba el reclamo erótico a lo místico. Hoy, explícitamente se glorifica lo que se puede y se debe sentir.
Esta situación no la cambia nada ni nadie. Pero nada de esto es nuevo; ha ocurrido cantidad de veces, siempre, cuando una sociedad entra en su etapa final de disolución.