Entramos de lleno en la campaña electoral, la campanada de las encuestas, , un instrumento/guía que, como los ilusionistas, agita los espíritus de incautos y de algunos cautos así lo indican. Aquí, las encuestas políticas centran la atención básicamente en los candidatos presidenciales con mayores posibilidades de alcanzar el poder, dejando fuera del interés de la población las candidaturas a puestos en los gobiernos locales, esencialmente. Y es que en nuestra cultura política no se ha entendido que hoy, el cambio en un país indefectiblemente se inicia en el territorio, en los espacios locales. Algo sólo es posible con dirigentes probos y preparados, armados con proyectos capaces de integrar la comunidad en su gestión.
Desafortunadamente, la cultura del presidencialismo implícita, en el referido tipo de encuesta, fortalece la quimera de que para cambiar el país basta la voluntad del presidente que surja del proceso electoral, una ilusión que aquí comparten todos los partidos. Sin importar su signo. Por eso, unos centran sus tácticas en la búsqueda de una candidatura presidencial que supuestamente los uniría y otros para su supervivencia en la unidad en torno al partido de mayores posibilidades de triunfo, sin que falten los ilusos impenitentes que trillan solos el empinado y tortuoso camino de las elecciones presidenciales. Una cortedad de miras que limita los alcances del eventual gobierno de quienes tienen fuerza para alcanzarlo y a los que no la tienen, de lograr presencias importantes en los gobiernos locales.
Desde hace casi cuatro décadas se ha evidenciado que una administración es más eficaz y eficiente cuando se hace en y desde el territorio; la llamada territorialización de la política. De ahí los énfasis en la descentralización y potenciación de la política en los espacios locales, lo cual ha determinado en algunos países importantes niveles de participación y representación de las comunidades en la solución de sus urgencias. Contribuyendo de ese modo a elevar la calidad de la democracia de esos estados, que se materializa en mayores niveles de desarrollo político, económico y social de muchos estados. Como sociedad, persistimos en darle la espalda a esa realidad o a incurrir en muchos equívocos. No creo que esta circunstancia cambie en este ya iniciado proceso electoral, pero propicia es la ocasión para insistir en el tema.
En el caso de los llamados partidos alternativos, de nuevo se les plantea la opción de presentar candidaturas unitarias en los espacios locales, sin necesariamente renunciar a presentar candidatos propios a la presidencia. Con esa opción, como los buenos bomberos no se pisarían sus mangueras, incrementando sus posibilidades de presencia en los gobiernos locales y eso beneficia a la comunidad, que es lo que debe importar. Pero no solamente deberían apostar por uno de ellos, sino a los mejores de la comunidad, sean éstos independientes o perteneciente a cualquiera de los llamados mayoritarios. Estos, sobre todo el de mayores posibilidades en las presidenciales, podría hacer lo propio y asumir la candidatura de uno de la oposición.
¿Una ilusión? Es posible que lo sea, pero a veces la política se nutre y se materializa con ilusión. Es más, muchas de las grandes transformaciones políticas se han logrado con la audacia de algunos que apuestan a lo que el común de los mortales considera una ilusión. Sólo vencen los audaces. La única manera de cambiar las cosas es cambiando los métodos que a lo largo del tiempo se demuestran ineficaces. Malos poderes locales sólo sirven a limitar la eficacia y eficiencia de los gobiernos centrales por más empeño que pongan sus principales incumbentes, lo registra nuestra historia política. Por otro lado, una escasa o nula presencia de las fuerzas progresistas en los gobiernos locales, contribuye a la ineficiencia e ineficacia de estos gobiernos y a acentuar la marginalidad de esas fuerzas.
No tengo dudas de que en la discusión y hasta en la práctica, los temas territorio y política y sobre cómo establecer un relacionamiento virtuoso entre gobiernos locales/gobierno central se han logrado avances nada desdeñables. Algunas iniciativas se han diseñado y puesto en ejecución en el orden de la legislación relativas al tema. También que, con sus luces y sombras, se han llevado a cabo diversas actividades formativas relativas a la cuestión local, tanto en las instancias de mundo municipal, del gobierno central, como en la academia. No obstante, no creo que se haya hecho lo suficiente (prácticamente nada) en un aspecto que es esencial: lograr la conciencia de que poco o nada se avanzará en estas cuestiones sin un acuerdo político entre los partidos todos.
Esto último difícilmente podrá hacerse en este momento de campaña electoral, se perdió la oportunidad de hacerlo en el marco del llamado a las reformas políticas que en su momento hizo el presente gobierno. Queda como tarea. Pero es propicia la ocasión para hacer alianzas audaces para evitar que sigan presentándose impresentables en las boletas electorales o a gente valiosa, pero sin la más mínima posibilidad de ser elegido mediante el voto en las instancias de los poderes del Estado. Si se asume que es el territorio el lugar clave para hacer política y para que un cambio de rumbo de la sociedad sea sostenible y necesariamente democrático, resulta imperativo camiar la forma de hacer política… y de hacer alianzas.