Recientemente el maestro rural Virgilio Valdez Calderón recibió el homenaje del Ayuntamiento, la Asociación Dominicana de Profesores y la Asociación de sabanayegüenses ausentes, en nombre del  pueblo de  Sabana Yegua. Y al agradecer el reconocimiento, con voz vigorosa dijo estas sabias palabras:

“El camino fue largo, estrecho y empedrado, pero llegué; como otros pueden.”.

Él nació en un caserío de las afueras de Padre Las Casas, provincia de Azua, República Dominicana. Proviene de una familia propietaria de fincas, pero prefirió dedicarse a la educación y no a la agricultura o los negocios. Tampoco ejerció la política. Resistió las propuestas políticas de su compañero de aula Abelardo Herrera Piña, distinguido magistrado dominicano, participante en las luchas de la juventud democrática en la Universidad y en la Capital, e iniciador de combatientes revolucionarios como Amaury Germán Aristy y el diputado Demóstenes, Cucho Féliz.

El maestro Virgilio, como le decimos, es un hombre de suerte. Fue de los primeros en   completar el octavo curso en su pueblo. Por lo que lo nombraran maestro en Las Cañitas y Monte Bonito; lugares lejísimo, a un día a caballo, entre el Sur y el Norte. Donde pronto lo becaron para estudiar en la Escuela Normal de Licey al Medio, en Santiago de los Caballeros. Allí se graduó como maestro rural. Y lo formaron con las técnicas educativas de Eugenio María de Hostos, Salomé Ureña y Ercilia Pepín.

Y empezó a enseñar basado en la ciencia, para fortalecer el carácter y la moral de los estudiantes. También lo entrenaron para defender una educación para todos: blancos, mulatos y negros, pobres y ricos, hombres y mujeres; para motivar a los padres que enviaran a sus hijos a la escuela; a quienes admitía descalzos y con ropa descuidadas siempre que fueran respetuosos y disciplinados.

Como profesor y director, construyó la primera escuela en Sabana Yegua, con sus manos, hecha de madera y zinc, en lugar de la rancheta destartalada y alquilada que halló. Y además, en la región impulsó la construcción de decenas de escuelas así. Influyó en la alfabetización de miles de niños.  Yo fui uno de ellos. Y gracias a él, descubrí el placer de la lectura y, en el campo leí, bajo su orientación libros como El Quijote, El Enriquillo, María, y memoricé poemas de Salomé Ureña y otros poetas…

En 1956, casó con Edita Abreu, con quien tuvo nueve hijos: ocho hembras y un varón. Esta fue su única esposa con la que formó su única familia. Durante el gobierno del presidente Juan Bosch, en 1963, recibió una segunda beca para estudiar en la Universidad de Puerto Rico junto a 60 compañeros. A otros los becaron para estudiar en México, Brasil, Chile…por gestiones personales del presidente de la República, ante los asistentes a su toma posesión. Qué lamentable que un gobierno así lo derrocaran a los siete meses.

En estos días, el maestro Virgilio me dijo que el Señor le dio el don de la enseñanza, y que todavía con 96 años podía alfabetizar con rapidez niños. Se destacó como promotor de la cultura y el deporte. Organizó clubes juveniles, equipos deportivos, grupos corales y artísticos. Promovía excursiones e intercambios culturales en el país.

Por su destacada participación en las actividades de la Iglesia Católica, el obispo de su diócesis, monseñor José Dolores Grullón Estrella lo seleccionó para un curso sobre teología y religión en Milwaukee, Estados Unidos.

¡Honor, vida y salud para el maestro Virgilio Valdez Calderón! Quien necesita que el presidente de la República le reajuste su insignificante pensión, para así cubrir sus necesidades vitales, y, de ser posible le  otorgue la condecoración nacional que  se merece, como ejemplo de servicio a la sociedad dominicana.

Y a ustedes mis amables lectores. ¡Feliz Año Nuevo! Y éxitos en sus vidas.

** Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván