La Organización Mundial de la Salud (OMS),  en su informe titulado La carrera contra un asesino silencioso, define la hipertensión, cuando la presión de la sangre en los vasos sanguíneos es demasiado alta, por encima de 140/90 milímetros de mercurio, mmHg o más. Y afirma que sus principales causas son el sobrepeso, obesidad, falta de actividad física, comer con mucha  sal, beber demasiado alcohol y edad avanzada; así como otras genéticas o heredadas, porque se han identificado genes asociada a esta dolencia.

Existen muchas personas hipertensas que no presentan síntomas, pero otros sufren o debutan con dolor de cabeza, dolor en el pecho, mareos, dificultad para respirar, náuseas, vómitos, visión borrosa, ansiedad, confusión, entre otros.

Se trata de una  dolencia que suele producir  daños en el cerebro, en el corazón y en los riñones. La consideran uno de las tres principales causas de muerte y discapacidad prematuras en el mundo. Ha  duplicado su prevalencia o  cantidad de casos,  de 650 a 1,300 millones, entre 1990 y 2019; de adultos de 30 a 80 años. Y la mayoría de ellos, cerca de dos tercios, vive en países de ingresos bajos y medianos; por lo que una de las metas de la OMS es reducir la prevalencia de la hipertensión en un 25% en 2030, con respecto al 2010.

Algunos ejemplos. Mi abuela Ifigenia De Leon nació en Bohechio, un campo de San Juan, República ominicana, a principios del siglo pasado, y después de un parto en el que no le controlaron los factores de riesgos, entre ellos la alta presión, muy frecuente en las embarazadas, y a los  pocos días de  parir a  su octava hija, mi tía Altagracia Galvan, mi abuela Efigenia, falleció en 1933, con apenas 30 años de edad. Era un tiempo en que el parto significaba un alto riesgo para las mujeres. Y a  los enfermos no los trasladaban a centros des salud. Por el contrario, los pudientes llevaban médicos a sus casas. En el caso de mi abuela, llevaron al Dr. Rodríguez Suzaña, quien al examinarla y tocarle el pecho y oir sus soplos y ruidos en el corazón, dijo; “ella tiene el corazón fofo”, posiblemente  por la hipertensión, creo yo.

El pasado 28 de diciembre del 2023 tuve el privilegio de participar en la celebración del 80 cumpleaños de mi amiga y colega profesora Teresa Espaillat, y  me sentaron en una mesa junto al señor Rafael –Fafa- Taveras,  de 85 años, y el Ing. Rafael Baez Perez,  apodado Cocuyo; de 91 años,  de los dirigentes políticos más razonables y lúcidos del país, con mentes disciplinadas y creativas;  optimistas y valientes; a quienes conocí  cuando yo estudiaba psicología en los 70, y ellos eran presos políticos en la cárcel de La Victoria, y los visitábamos en laborterapia junto a mi profesora la Dra. Josefina Padilla. Ambos fueron torturados en la tenebrosa cárcel de La 40, durante la tiranía de Trujillo;  y jamás se rinden. Esa noche, el ingeniero manejaba y así va cada día a su trabajo. Y algo muy importante: se ejercitan diario, como parte de su estilo de vida.

Finalmente, los estudios y evidencias indican que quienes consumen más frutas y verduras y  permanecen menos tiempo sentado,  se ejercitan mediante caminatas, carreras o asisten a gimnasios; pueden reducir la tensión arterial, viven más tiempo, y requieren menos medicamentos para mantener su salud. En tal sentido,  recomendamos ver la serie en Netflix Vivir 100 años, Los secretos de las zonas azules.

** Este artículo puede ser escuchado en audio en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván en Spotify.