La crisis en Haití arriba a una nueva etapa, luego de que la salida del país del primer ministro Ariel Henry para firmar un acuerdo con Kenia requerido como condición para el envío de sus fuerzas policiales encabezando una misión internacional, fuera aprovechada por las bandas que azotan ese país para tomar control de aeropuertos y puertos impidiendo su entrada, y forzando su renuncia, lo que finalmente hace unas horas han conseguido y naturalmente celebran como una victoria.
Es cierto que Ariel Henry se acomodó en su puesto y no cumplió con la prometida convocatoria a elecciones lo que produjo insatisfacción y reclamos, así como también lo es que la comunidad internacional se sentía cómoda con este como interlocutor, y entendía que dadas las precarias y retadoras condiciones para celebrar comicios en Haití, y dada la ausencia de voluntad firme de algún país del “Grupo de Amigos de Haití” de asumir la responsabilidad de liderar una misión hacia este para intentar buscar una salida a la grave crisis, era preferible seguir extendiendo el frágil hilo que mantenía vigente a la última autoridad con algún vestigio de legitimidad, por haber sido designado Henry como primer ministro justo previo al magnicidio en el año 2021, aunque su juramentación se produjera después de este.
Pero, sobreestimaron la capacidad de seguir extendiendo ese hilo, y a pesar de que en múltiples oportunidades nuestro presidente reclamó atención a este urgente problema, siguieron volteando la mirada hasta que de tanto halar el hilo se les rompió en la cara, pues también subestimaron el control fáctico de las bandas armadas y el hartazgo del sufrido pueblo haitiano, que decepcionado por las promesas tantas veces incumplidas de sus autoridades, a la fuerza o por decisión propia, estaba dispuesto a que se pusiera fin al mandato de Henry.
Afortunadamente en la repartición de culpas de este nuevo episodio de la lamentable crisis haitiana saldremos bien parados, porque sin lugar a dudas fue una decisión acertada no aceptar el aterrizaje en territorio dominicano del avión que transportaba a Henry, pues era más que evidente que sus días en el cargo estaban contados, y tenerlo en el país desde todo punto de vista era negativo para nosotros, y hubiésemos caído en una peligrosa trampa que nos hubiera implicado directamente en la lamentable crisis de nuestra vecino, respecto de la cual siempre hemos sido vistos como villanos, a pesar de los hechos históricos imborrables.
Quizás en parte por cosas del destino y en parte por estrategia, la conflictiva construcción del canal en el río Dajabón que ocasionó el cierre temporal de nuestras fronteras, de alguna maneras sirvió de tubo de ensayo para que en el país se comprendiera mejor la fragilidad de la relación y el riesgo de la dependencia de nuestras exportaciones de un socio tan inestable, y para que las autoridades probaran las medidas en ejecución del reforzamiento de la seguridad en nuestra frontera y detectaran sus debilidades, como la construcción del muro, los nuevos equipos de la dotación militar fronteriza, y el control biométrico del paso fronterizo que en un primer momento fue resistido, pero que es no solo la modalidad utilizada internacionalmente, sino la única factible ante la ausencia de documentación de muchos haitianos y la débil confiabilidad en esta.
Los países de la Comunidad del Caribe (CARICOM) junto al secretario de Estado de los Estados Unidos de América Antony Blinken decidieron que una junta de 7 miembros representativa de partidos y organizaciones de la sociedad civil haitiana estará al frente de este país durante la transición hasta la celebración de elecciones, lo que Henry no tuvo más remedio que anunciar que aceptaba, desde el exterior, y la República Dominicana también hizo bien al no aceptar la invitación de presentarse a ese encuentro, ya que ni es miembro de CARICOM, ni podía ser parte de esta decisión, por razones históricas y acuerdos pactados, y porque cualquier culpa derivada de esta se le hubiera pegado, mientras que no participando, pero sí actuando con espíritu de colaboración, nos ha hecho pasar de ser los cuestionados a ser los facilitadores, lo que si bien no eliminará de golpe la imagen negativa que durante años nos construyeron, con mucha desidia de nuestra parte y algunas culpas, la mejorará sensiblemente.