Vivimos una época en el que el contexto mundial, regional y local está afectado por múltiples problemas. Estos coexisten, a su vez, con avances de las ciencias, del conocimiento, de la comunicación y de las tecnologías. A pesar de todos los avances, se incrementan las fuerzas sociopolíticas y económicas opuestas a los procesos de humanización de las personas y del mundo. La pedagogía de la humanización y el valor de la persona se desgastan cada vez más en la esfera mundial; también en el plano local. Los indicadores son múltiples y están a la vista.

Los procesos de humanización se construyen en la vida cotidiana. Tienen como horizonte la constitución de sujetos y la búsqueda del bien común. Estos procesos empoderan a las personas para que sepan dar cuenta de sus actos desde un funcionamiento autónomo; las prepara para que forjen el gobierno de sí mismos. Las personas aprenden a ejercer su libertad desde un pensamiento abierto y crítico; desde una lógica de inclusión y de reconocimiento de los derechos y responsabilidades propios; y de aquellos con los que transitamos en la sociedad.

El escenario en la esfera mundial nos presenta el lenguaje y la acción de las guerras; las vicisitudes de las columnas de migrantes y el riesgo de muerte de millones de personas, especialmente en países de Asia, de África y del Caribe, por el incremento del hambre, según el Informe que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Monetario Internacional (FMI),  la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) presentaron en julio de 2023. Los procesos de humanización se postergan cuando se incita la guerra; se obstaculiza el desarrollo de personas y pueblos; y se anticipa el desgaste físico y mental de las personas por el hambre.

A las situaciones extremas en otros países del mundo, hemos de agregarle la violencia que afecta a la República Dominicana. Es evidente que, si el mundo está convulsionado por una violencia normalizada en diferentes sectores y regiones, no se ha de pretender que la sociedad dominicana esté exenta del impacto que estos problemas producen en esferas transnacionales. Por ello esta sociedad ha de ponerle atención a los focos de violencia que afectan la paz personal, institucional y social. Los enfrentamientos de los estudiantes, organizados como bandas; los abusos sexuales periódicos en el sector educación y en las familias; así como el episodio en CONANI, no se deben continuar calificando como hechos aislados.

No. Estos hechos requieren atención integral. Solo así se les puede abrir espacio a los procesos de humanización que tanto se necesitan en la esfera familiar, social y educativa. Es necesaria una acción educativa que ayude a las personas para que redescubran su valor como seres humanos; y que tomen conciencia de sus potencialidades para aportarle calidad a su vida como humanos y a la de los demás. La violencia social, escolar y familiar que se observa demanda una educación menos centrada en técnicas, en cosas y en eventos efímeros. Los procesos que les permiten a las personas darse cuenta de su naturaleza humana y de su poder como seres humanos son imprescindibles.

En este marco, el sector educación ha de repensar dónde y cómo está avanzando en esta dirección. La centralidad ha de ponerse en la persona. La carrera veloz detrás de los desafíos científicos y tecnológicos producen un olvido significativo respecto de la necesidad de personas que sientan, vivan y expandan la riqueza de ser una persona humana. Es necesario que asuman esta condición para contribuir de forma consciente y libre a la construcción de una sociedad más serena, pacífica y productiva. Pedro Poveda Castroverde, humanista singular, propone que personal y comunitariamente, avancemos hacia el “humanismo verdad”. Este es un compromiso nacional.