Estoy hastiado de escribir lo mismo durante tantos años. He cambiado el ritmo, pero es la misma canción, una estrofa más, otras menos.

Estoy hastiado de oír a economistas brillantes, en su mayoría mis amigos, gastando su tiempo analizando una y otra vez acontecimientos del pasado o repitiendo diagnósticos, sin plantear soluciones viables y mucho menos los cómo.

Estoy hastiado de políticos y especialistas que hablan de cambios, sin sentir la realidad que en que vive la mayoría de nuestro pueblo.

Estoy hastiado de escuchar promesas no cumplidas, de corruptos pontificando contra la corrupción, de funcionarios ineficientes, de burócratas holgazanes, de vivir en la mentira.

Pero cómo puedo justificar mi hastío, ya que si nos comparamos con el resto de América Latina vivimos en un paraíso.

Lo que ocurre es que no me conformo, voy por más.

Más de una vez he dicho que nuestro país es como un campo de golf bellísimo, pero minado, y estoy hastiado de que por más que lo diga muy pocos me hacen caso.

Estoy hastiado de oír los mismos discursos, las mismas propuestas vacías, los llamados al diálogo y a la búsqueda de consensos.

Entonces me pregunto ¿Qué ha pasado con la Estrategia Nacional de Desarrollo, con los Pactos por la Reforma Educativa y del Sector Eléctrico? ¿De qué han servido todos los encuentros que se realizaron desde el año 1986 en el Diálogo Social?

Miles de horas de trabajo, con representantes y especialistas de todos los sectores de nuestra sociedad. Miles de propuestas y cientos de compromisos.

Volveremos a discutir lo discutido, y, lo que es peor, perderemos tiempo discutiendo temas donde será imposible, y lo sabemos, llegar a acuerdos, como es el caso de la reforma fiscal. De ahí lo más que puede salir es más de lo mismo, parches intrascendentes y las Reformas Integrales en beneficio de la gente al zafacón.

Aún así, no pierdo la esperanza y seguiré creyendo y luchando por mis utopías.

Es hora de actuar, no de hablar. Se puede consultar, pero es vital hacer. No hay tiempo que perder.