En momentos en que casi todos los países latinoamericanos experimentan un serio y profundo estado de crisis en sus sistemas educativos son pocos los que asumen esta realidad como un tema obligado de reflexión comunitaria.
Nuestro país no es una excepción. Cuando se dice que la educación dominicana está pasando por una gran crisis las autoridades educativas suelen tomar esta declaración como una calumnia persecutoria.
Sin embargo, la crisis de la educación no puede esconderse ni adornarse. Tal como expresa la filósofa y teórica política alemana de ascendencia judía, Hannah Arendt (1906-1975), “la educación es siempre y necesariamente un campo de tensión, un campo crítico y en crisis que solamente se agrava cuando nos priva de la experiencia de la realidad y de la oportunidad que de ella proporciona a la reflexión”.
El reencuentro con Hannah Arendt constituye un impulso del pensamiento crítico valiente de las nuevas generaciones. Su repertorio sociopolítico y su pensamiento filosófico se consideran altamente influyentes en el campo de la discusión política libre y siguen teniendo un papel destacado en los debates contemporáneos.
El punto de partida del análisis sobre la crisis de la educación es presentado en dos textos de Hannah Arendt, "¿Qué es la autoridad?" y "La crisis en la educación", ambos contenidos en su libro “Entre el pasado y el futuro”. En ambos textos Arendt ofrece importantes indicaciones para pensar la crisis contemporánea en la educación y la crisis de las instituciones escolares.
“La Crisis en la Educación” puede ser considerado un texto atemporal y profético, portador de fundamentos sólidos para repensar la educación y las instituciones educativas desde las fortalezas fundamentales del pensamiento filosófico clásico hasta los desafíos concretos de una sociedad futura que debe asumir el compromiso del cuidado del mundo como primera tarea de una educación para la libertad.
En el marco de “La Crisis de la Educación”, Arendt declara que “la educación es el punto en el cual decidimos si amamos al mundo lo suficiente como para asumir una responsabilidad por él, y de esa manera salvarlo de la ruina inevitable que sobrevendría si no apareciera lo nuevo, lo joven”.
Dirá también que “la educación es donde decidimos si amamos a nuestros niños lo suficiente como para no expulsarlos de nuestro mundo y dejarlos librados a sus propios recursos, ni robarles de las manos la posibilidad de llevar a cabo algo nuevo, algo que nosotros no previmos; si los amamos lo suficiente para prepararlos por adelantado para la tarea de renovar un mundo común”.
Arendt nos ofrece una manera impactante de tratar y abordar el problema mismo de la crisis educativa, descubriendo las oportunidades negadas por la crisis, entendiendo esta como un momento crucial que permite observar las deficiencias que ella misma ha puesto en evidencia.
Una crisis educativa –dirá– obliga a volver a las raíces de los fines educativo y exige respuestas nuevas o viejas, pero, sobre todo, requiere juicios directos. Una crisis solamente se torna un desastre cuando respondemos a ella por medio de juicios preformados, cerrados y confusos.
Arendt sostiene que toda crisis educativa es un problema político y no simplemente un problema pedagógico. Al tratarse de un problema político, la cuestión no se reduce simplemente a la dedicación de más aportes económicos públicos o a la supuesta necesidad de un gran proyecto pedagógico.
En ese sentido toda crisis educativa se relaciona necesariamente con la propia naturaleza de la crisis política contemporánea, relacionándose más concretamente con el fenómeno de la creciente pérdida del espacio público que supone y requiere de una buena formación del ciudadano basada en la libertad.
El libro de Hannah Arendt despierta más preguntas que respuestas. Nos mueve a mirar, analizar y juzgar la realidad educativa contemporánea que tiene como misión formar ciudadanos pensantes, críticos y libres.