Nos encontramos en la antesala de uno de los grandes hitos de la vida democrática dominicana. Todo apunta a que, bajo la organización y los esfuerzos de la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE), el próximo 24 de abril se producirá el primer debate presidencial, lo que probablemente, y ojalá así sea, marca la instauración de una cultura política de debatir en República Dominicana.

Un triunfo para la democracia, y una demostración de madurez de nuestro sistema político, al ofrecer un espacio de discusión y confrontación de ideas entre los candidatos, colocando a prueba sus competencias e idoneidad para ocupar el puesto, pero también, y lo que entiendo más importante aún, este cara a cara abre camino al ejercicio de un voto más consciente, basado en el conocimiento, la calidad de la propuesta, y no en la manipulación ni la preferencia partidaria a ciega de los electores.

Y es que el debate es una herramienta esencial para asegurar que los políticos no solo sean voceros de promesas, sino auténticos defensores de sus convicciones en el escenario público. Podríamos decir que funciona como un antídoto contra las políticas populistas no fundamentadas. Además, sirve de base para la rendición de cuentas, ya que establece un contrato moral y público entre la ciudadanía y los políticos, un compromiso que obliga a cumplir con lo prometido y a actuar de acuerdo con las expectativas generadas.

Este mecanismo de intercambio y confrontación de ideas es una parte integral del ritual del proceso electoral de países como Estados Unidos y Francia, y en América Latina ha experimentado un significativo avance convirtiéndose en una práctica habitual.  Ejemplos recientes incluyen Panamá, donde se han llevado a cabo  en los últimos meses dos de tres programados, y México, que tiene su próximo debate presidencia el 7 de abril.

Y en caso de la República Dominicana, algunos podrían argumentar que la iniciativa llegó algo tarde, sin embargo, prefiero, en lugar de criticar, celebrar su realización, ya que si bien no existe una ley que obligue a los candidatos presidenciales a participar en debates, tal vez sea el siguiente paso necesario, los debates constituyen un acto de responsabilidad hacia la democracia y todos nosotros, los ciudadanos.

En primer lugar, las plataformas de debate ofrecen una oportunidad única para entender de primera mano cómo piensan los candidatos, no solo en términos de sus políticas, sino también en relación con su compromiso con los principios democráticos. La capacidad de defender sus ideas en un foro abierto no solo refleja su confianza en ellas, sino que también pone a prueba su habilidad para pensar bajo estrés o presión, atributo indispensable para todo aquel que pretende liderar un país desde cualquier espacio de un gobierno.

Sin embargo, también es fundamental que los ciudadanos asumamos una actitud activa al exigir este ejercicio democrático como garantía de un proceso electoral transparente y como un mecanismo para prevenir el engaño a los más vulnerables. Un reclamo de una política más honesta y, en última instancia, más democrática.

La nueva generación de dominicanos, que no se satisface con la superficialidad de las campañas tradicionales de la política, clama por un cambio profundo de modelo de representación. Esta generación, ávida de honestidad y compromiso genuino, no busca héroes en afiches ni salvadores en promesas vacías, sino líderes auténticos cuyas acciones reflejan sus palabras.

En este nuevo capítulo de nuestra historia, hagamos que cada voto sea un eco de nuestra exigencia por una política de sustancia. Este es nuestro momento de definir el legado que deseamos dejar: uno de valentía, integridad y fe en el poder de nuestra voz colectiva.

Finalmente, como reflexión los dejo con este pensamiento. ¿No creen ustedes que al igual que un atleta se prepara con disciplina y dedicación para conquistar el oro olímpico, así también los candidatos a cargos públicos deben entrenarse en el conocimiento profundo de los problemas nacionales y en la formulación de soluciones concretas?

Ganar una elección debe ser el resultado de una preferencia de un electorado informado, que escuchó y vio en su candidato un posicionamiento estudiado, aterrizado y riguroso, que levantó sentimientos de esperanza y optimismo.  Conocer y comprender los desafíos de un país es un deber irrenunciable de quienes aspiran a liderarlo; solo así, como sociedad, podemos asegurarnos de entregar las riendas de nuestro futuro a los más capacitados, NO a los más populares. Solo así podremos exigir y podremos contribuir desde nuestras diversas posiciones a construir el país que soñamos.

El próximo 24 de abril escuchemos y observemos el debate con un sentido crítico, analizando las propuestas de los candidatos y su posible impacto en la sociedad. Y que el resultado de este proceso se traduzca en un voto que refleje autonomía, conciencia y responsabilidad. #DebateRD #DebatesAhora #DemocraciaEsDebate. #DebateDemocrático