La insurgencia social en Francia no se detiene. Las grandes manifestaciones populares contra la reforma de las pensiones han llevado a las calles millones de franceses. La represión policial y la violación de reglas básicas de la democracia parlamentaria han extendido el descontento activo de amplios sectores de trabajadores, empleados, estudiantes, funcionarios públicos, pescadores, trabajadores de refinerías, campesinos y hasta los empleados del icónico museo del Louvre han engrosado las protestas y manifestaciones. En esta ocasión fue la imposición mediante un mecanismo poco democrático de la reforma de pensiones del Presidente Emmanuel Macron. La discusión en la Asamblea Nacional francesa (Parlamento) no daba seguridades al gobierno de la Primera Ministra Elizabeth Borne de una fácil aprobación de la extensión de la edad de pensión de 62 actual a 64 propuesta por el gobierno. Y es que por primera vez en la llamada V República, diseñada por el General De Gaulle en 1958, un gobierno no tiene mayoría en la Asamblea Nacional.

 

Para situaciones como esa, la Constitución gaullista de corte autoritario, previó un mecanismo para aprobar leyes sin necesidad del voto parlamentario: el llamado numeral 49.3 de la constitución permite al Primer o Primera ministro(a) poner en aplicación una legislación sin voto del Congreso, mediante decreto ejecutivo. El haber recurrido a este procedimiento enfureció aún más a una población ampliamente movilizada por la convergencia de todos los sindicatos –la llamada Intersindical- que va desde la conservadora y moderada CFDT (Confederación Francesa Democrática de Trabajadores) hasta la radical e izquierdista CGT (Confederación General de Trabajo) y FO (Fuerza Obrera).

 

¿Qué desató toda esta rabia social? Francia es un país de amplias tradiciones revolucionarias y contestatarias. Desde la revolución de 1789 que transformó el mundo –según el gran historiador británico Eric Hobsbawn- fue el inicio del siglo XIX que concluyó en 1914 con el estallido de la I Guerra Mundial. Lo que llamó el “largo siglo XIX”. Francia fue el centro de ese largo siglo XX desde el inicio hasta el fin. La revolución de 1848 y la Comuna de París de 1871 así lo atestiguan. La lucha entre monarquía autoritaria y república democrática atravesó todo el siglo XIX, aún después de la revolución y la primera república proclamada por la Asamblea Nacional en 1792. La marsellesa fue el himno por excelencia de los revolucionario en todo el mundo durante todo el siglo XIX, hasta el advenimiento del himno de la Internacional creado también en Francia por Eugène Pottier en 1871, y el lema de la República, “Liberté, Egalité et Fraternité” (Libertad, Igualdad y Fraternidad) fue el lema de todos los revolucionarios del siglo XIX. Francia es también la cuna de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, que es el precursor directo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos –esta vez incluyendo también a la mujer- de 1948.

 

A partir del gobierno de Jacques Chirac, que fue presidente de la República de 1995 hasta 2007, y posteriormente de Nicolás Sarkozy de 2007 a 2012, se hizo oficial la aplicación de un vasto plan de reformas neoliberales que chocaron frontalmente contra la tradición estatista y proteccionista de Francia. Poco a poco todo fue privatizado. Las empresas industriales como la grandes fábricas de acero, las empresas de servicios como transporte aéreo, gas, parte de la electricidad, las empresas automotrices y ahora le tocaba el turno, que ya empezó con Sarkozy y Hollande al sistema de protección y seguridad social amplio que existe desde el llamado Pacto de la Resistencia de 1945.

 

Los prolegómenos de esta crisis actual fue la llamada de los Chalecos Amarillos. En octubre de 2018 el gobierno hizo un aumento de los precios de los combustibles, pero particularmente del diesel que es el que usan más los vehículos de las personas que han tenido que irse al extrarradio de las grandes ciudades, particularmente de París, por la precarización del costo de la vida en esa ciudad. Podría afirmarse que las grandes movilizaciones y destrucciones de los Chalecos Amarillos, fue el antecedente de esta crisis y las grandes movilizaciones que le acompañan. Parece que los franceses han dicho ¡Basta! al deterioro de sus conquistas y de su nivel de vida. El discurso neoliberal pone en cuestionamiento estas conquistas, que de ser impuestas, va a ir a por más. Hacer lo que hizo Thatcher y Blair en Gran Bretaña o Helmut Schmidt en Alemania. Al punto que tanto en Alemania como en Inglaterra eliminaron el salario mínimo, y privatizaron los servicios de agua, trenes y demás elementos dados por un hecho. La diferencia es que con la insurgencia tradicional de la población de Francia es mucho más difícil imponer esas medidas sin protesta.

 

Según todos los sondeos más del 70% de la población rechaza la reforma de pensiones. Y no hay que olvidar que Macron pudo reelegirse habiendo obtenido tan solo 26% en la primera vuelta electoral a menos de dos puntos de la candidata de la extrema derecha Marine Le Pen que obtuvo 24,5% y el candidato radical de la izquierda Jean-Luc Melenchon que obtuvo 24%, sin el apoyo de los socialistas, los comunistas y los ecologistas que hoy hacen alianza con el partido de Melenchon, La France Insoumise. Para impedir que la ultraderecha pasara en la segunda vuelta, la izquierda apoyó críticamente a Macron que logró más del 50% de los votos en ese ballotage. Hoy quienes más se enfrentan a la medida de Macron son los sindicatos y la izquierda. Esto puede conllevar a una crisis de régimen y recientemente, en una moción de censura en el parlamento, Macron pudo mantener su primera ministra por tan solo 9 votos en una asamblea nacional de 577 diputados. Aún después de la aplicación del 49.3 a la reforma de pensiones las grandes movilizaciones se mantienen y hay una huelga general que lleva más de 9 días. Observemos hacia dónde va Francia, y con ella la Unión Europea.