Cuando un amigo desaparece es inevitable
mi reflexión sobre lo que podría haber hecho
para causar el distanciamiento aunque su casa
no queda muy lejos de la mía y sus poemas
resuenan todavía en mi memoria. ¿Fue
simplemente que la poesía no le alimentaba
más? ¿O mi poder de convocatoria implicaba
una responsabilidad excesiva para
su tranquilidad, su familia, su trabajo,
los otros asuntos con los cuales una vida
se llena? La verdad es simple: cortó
comunicación, cerró su camino. Ahora
en los escenarios un fantasma cuenta
de los estados oníricos, de una vida
que ya no es la nuestra. Le pregunto:
¿por qué sigues dando vueltas por aquí?