Resulta difícil escoger un buen profesional. Podrían no estar bien formados, faltos de experiencia, demasiado interesados en el dinero, o alejados de la ética. Es una delicada, pero imperativa selección. Si nos equivocamos, iría en nuestro perjuicio y hasta peligraría nuestras vidas, cuando de médico se trata.
Tomamos en cuenta referencias, diplomas, prestigio y experiencia. Pero importa mucho la formación. En estos tiempos, Google encuentra incluso las huellas digitales de cualquiera y su expediente criminal, si lo tuviese. No hay excusa para no hacer una buena selección.
Esos detalles sobre la idoneidad de quienes afectaran nuestras vidas -contables, dentistas, médicos, ingenieros, terapistas, y demás profesionales- deben tomarse muy en serio. Y lo mismo debe hacerse cuando escogemos aspirantes a cargos públicos.
Si necesito decidirme por un cirujano, busco recomendaciones y conocer el currículo que lo acredita. Por igual, quiero enterarme del lugar donde trabaja y del personal que le acompaña.
Por ejemplo, escucho de un médico joven, considerado buena persona y muy simpático, al que no se le ha muerto ningún paciente. Todos consideran que tendrá un exitoso futuro. Sin embargo, se graduó y especializó en una universidad de mala reputación.
A la vez, me recomiendan uno más viejo -cuchilla probada- de impecable historial de servicio; se formó y especializó en una universidad de prestigio. Es, además, académico. Entonces, con tan buenas credenciales, decido ponerme bajo el cuidado del veterano. Dicen que no es muy simpático, pero eso carece de importancia al momento de tomar decisiones bisturí en mano.
Cuando pienso por quién votar para senador de la capital aplico el mismo razonamiento que cuando busco a un cirujano. Por eso llego a la conclusión de que votaré por Guillermo Moreno y no por Omar Fernández. Vuelvo a escoger al veterano con mejor entrenamiento y experiencia.
Lo preocupante del diputado de la FP no es su juventud, sino su formación. Nacer dentro del PLD -el de las últimas décadas- y madurar en la FP, marca y debilita cualquier currículo y enturbia credenciales. La tradición de cohecho y la comprobada proclividad del grupo partidario a malversar fondos públicos tienden a deformar la mentalidad de cualquier joven. No puede no ser así, es inevitable.
Supervisado y costeado por una organización desprestigiada, a la que no puede si no defender y ocultar sus delitos, queda colocado bajo sospecha. Por su condición de candidato, dirigente y heredero, está atrapado. No tiene más remedio que taparse la nariz, o perdería el sustento y liderazgo dentro de esa organización.
Los votantes tenemos que mirar el “background” del candidato Omar Fernández, sin fijarnos en su encanto juvenil o“likes” mediáticos. Prestemos atención a la escuela donde se ha venido formando; quienes lo enseñaron , asistieron y auspiciaron.
Guillermo Moreno es un “gallo probao”; lleva una incólume trayectoria de servicio y predica valores éticos. Es experimentado abogado, de memorables actuaciones como fiscal del distrito. Hombre capaz de enfrentar sin miedo a gobernantes torcidos. Es el ciudadano ideal para ocupar una senaduría.
Aspirante de calidad, añejo, libre de impurezas; envejecido en barrica de principios. Me ha sido fácil elegir por quién votar. (Para que conste, no soy pariente, compadre, ni amigo del candidato perremeista. Tampoco cliente ni correligionario).