Recientemente falleció Jimmy Carter a los 100 años. Nació en el estado de Georgia, Estados Unidos, donde estudió agronomía y cultivó maní. Ejerció como gobernador. Fue veterano de la Marina y profesó su fe en la iglesia evangélica. Desde niño conoció a la señora Rosalynn Smith, con la que se casó de adolescentes; permanecieron juntos durante 77 años; y tuvieron cuatro hijos. Por su intuición y actividad política se ganó el apodo de “copresidenta”. Frecuentemente el presidente Carter la enviaba a América Latina a defender los derechos humanos frente a dictadores y  plantearles seriamente que deseaba gobiernos democráticos.

A través de una campaña en la que usaba pantalones vaqueros y camiseta, y levantando como lemas decir verdad o la sinceridad; la capacidad de gestión, y la defensa de la ecología,  lo eligieron presidente de Estados Unidos. Al juramentarse, se paseó a pie entre la multitud a lo largo de la avenida Pensilvania, en lugar de usar un automóvil, para ingresar a la Casa Blanca.

Aunque dicen que “los jóvenes hacen la guerra y los viejos hacen la paz”, Carter llegó  relativamente joven a la presidencia,  y promovió la paz. Por ello, el periódico El País de España describió su legado con estas palabras: “Es probable que no pase a la historia de Estados Unidos como el presidente más eficaz, pero sin duda es el mejor expresidente que ha tenido el país”. Solo ejerció un mandato, de 1977 a 1981, en medio de las difíciles circunstancias de la Guerra Fría; pero su figura creció durante y después de su presidencia.

Entre sus legados más importantes se citan los Acuerdos de Camp David, que afianzaron la paz y la reconciliación entre Israel y Egipto; los Tratados Torrijos-Carter, que devolvieron el control del Canal de Panamá a los panameños; el establecimiento de relaciones diplomáticas plenas con la República Popular China; avances en la normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, que implicaron  eliminar restricciones de viaje entre ambos países. No inició ninguna guerra, y durante su presidencia, ningún soldado estadounidense murió en combate.

La  intervención del presidente Carter fue decisiva para garantizar el triunfo arrollador de la oposición al gobierno del presidente Balaguer, la que frenó acciones de las fuerzas armadas dominicanas de desconocer los resultados de las elecciones de 1978; lo que provocaría una grave crisis política. Por lo que análisis informados afirman que sin  la influencia del presidente Carter, no hubiera habido un presidente Antonio Guzmán. A través del Centro Carter, observó más de 114 elecciones en Asia, África y América Latina, incluida República Dominicana, donde asistió personalmente a mediar en el delicado torneo electoral en l990.

En 2002, recibió el Premio Nobel de la Paz, según el jurado, por su labor en la búsqueda de soluciones pacíficas a conflictos internacionales, la defensa de la democracia, los derechos humanos y el fomento del desarrollo económico y social. Un premio tan justo y merecido que hasta su adversario político, el líder cubano Fidel Castro lo respaldó al decir: “Nadie se lo obsequió gratuitamente”.

Sus biógrafos lo perfilan como inteligente, trabajador, honrado, religioso y pragmático. El escritor y ex vicepresidente de Nicaragua, Sergio Ramírez, lo describe, como un presidente que “ se compromete con la verdad y atiende las voces de la conciencia desde el sentido religioso del bien aplicado al poder, parece extravagante a muchos. La ética política es hoy día extravagante.”.

Descanso eterno al alma del presidente Carter y gratitud infinita por sus valiosos aportes a la paz y la democracia en el planeta, especialmente en República Dominicana.

** Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván