El doctor Pedro Mir Valentín, poeta nacional, nació en un ingenio de San Pedro de Macorís, República Dominicana, en junio de 1913, hace 120 años, y en  esta semana se cumplieron 23 años de su fallecimiento; por lo que recordaremos algunos hechos y  datos para sus biógrafos y estudiosos de su imborrable obra literaria.

Era un maestro de la palabra. Le importaban cómo quedaban las frases, las palabras y sus sonidos, y las consecuencias de lo que escribía o decía. No era un gran declamador, pero leía con excelente dicción. A sus relacionados los distinguía con un trato muy amable, respetuoso y cariñoso. Era muy divertido en sus conversaciones y en clases y charlas. Y con gracia, decía que las damas se conquistaban a través del oído. Era muy atildado en el vestir; acostumbraba a usar chaqueta, corbata y boina.

Casado y con hijo, bohemio y pianista, se graduó de doctor en derecho en la Universidad de Santo Domingo en el 1941, y abrió un bufete de abogados con el doctor Tulio H. Arvelo.

Abogado, poeta y músico debió trabajar como auxiliar de contabilidad en la Cadena Oriental de Radio, en Santiago de Cuba. Y de noche, en su cuartucho, escribía a mano en un cuaderno y las páginas las desprendía y las clavaba con clavitos en una pared; y las leía y releía. A ese poema lo tituló “Hay un país en el mundo”. Y cuando lo publicaron y vendieron en 1949 reunió un dinero, no mucho, con el que fue a un banco en Cuba a abrir una cuenta, pero no se lo permitieron por el color de su piel y porque sospechaban del origen del dinero. Aquello representó una humillación que posiblemente influyó en su poema político “Contracanto a Walt Whitman”, del 1953, donde desnuda el individualismo, la voracidad del capital y las garras del imperialismo.

Ya tenía ideas marxistas, combatía las desigualdades sociales y creía en el socialismo. Y según escritores como Jaime Labastida y el profesor Juan Bosch, de conocerlo las editoriales por los años 50, tal vez, lo hubieran colocaban al lado de sus hermanos Guillén y Neruda, y por aquellos dos poemas mayores, o sea, “Hay un país en el mundo” y “Contracanto a Walt Whitman”; y por “Amén de Mariposas”, escrito en Santo Domingo  en 1969, merecía el Premio Nobel de literatura.

El poeta sabía  las causas y razones por las que triunfó la guerrilla cubana en 1959 y por las que fracasaría la dominicana de l963. Y los motivos por los que no lo dejaron participar en la expedición de Cayo Confite en 1947; eran válidos para que su antiguo alumno Manolo Tavárez Justo, líder de aquel alzamiento, tampoco se alzara y se inmolara entonces. Pero quienes rodeaban a Manolo, conocedores del pensamiento de don Pedro no le permitieron verlo. Decía que Manolo y él tenían talentos para conquistar almas delicadas, pero carecían de formación militar y eran incapaces de matar un ruiseñor. Y con todo respeto, ratifico que el poeta Mir no fue militante del Partido Comunista Dominicano ni ocupó cargo en el gobierno de Juan Bosch, como afirma el chat GPT-4. Ni en otros gobiernos, aunque le ofrecieron embajada, director y otros puestos.

Era muy trabajador,  pero escribió pocos poemas, porque tenía que vivir con su mujer y tres hijos,  y dependía de sus ingresos como profesor e investigador de Historia, Estética y Teoría y Crítica del arte; en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Y eran tan limitados sus ingresos que, para completarlos escribía ensayos como “La Bella historia del hambre”, y daba charlas y recitales  fuera del país.

Vivió actualizado y en contacto con el mundo. En los 80, escribía en computadora, y en los 90,  navegaba en internet, y me introdujo en esa maravillosa tecnología; gracias a que su hijo Pedrito estudiaba ingeniería de sistemas.

Se proclamaba como testigo del siglo XX. Decía que vivió dos grandes guerras, y vio nacer el automóvil, el avión y el internet; y  que el siglo XIX fue de Inglaterra, el XX de Estados Unidos y el XXI de China. Y con su intuición de poeta, presentía que el nuevo siglo sería estremecedor para la humanidad.

** Este artículo puede ser escuchado en audio en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván en Spotify.