Cuando se toma el tiempo necesario para observar con lupa las profundidades geológicas de la historia de los Estados Unidos de América, uno se pregunta si realmente la guerra de Secesión (1861-1865) no se renueva en cada generación. Con frecuencia se limita el conflicto entre el Sur esclavista y el Norte industrial… Es una mala interpretación de la historia de un monstruo con varias cabezas, que tienen una capacidad aterradora para multiplicarse o decapitarse a sí mismo.
Institucionalmente, este país vasto, complejo y peligroso sabe cómo seducir a todo el planeta: la humanidad fotográfica de JF Kennedy no tiene nada que ver con la de Jimmy Carter. Bill e Hillary Clinton, elegantes rapaces, fueron el prólogo de los tiempos actuales. En esta misma gran comedia trágica, nunca olvidaremos al intelectual distante al superlativo, Barak Obama…Muy a menudo nos olvidamos de las complejas raíces de un país donde el partido electoral más antiguo del mundo «defendió los intereses de los terratenientes del Sur». También, «El Ku Klux Klan (KKK), fundado el 24 de diciembre de 1865 casi como un divertimento por seis jóvenes que habían combatido en las filas confederadas durante la guerra civil estadounidense.»
Sin embargo, no soy antiamericano ni de una izquierda imaginaria.
Al final me di cuenta de que Genghis Khan y Joseph Stalin también tienen su lugar en los Estados Unidos; con una pequeña capa de maquillaje. Estas consideraciones no disminuyen el mérito de los que han tenido éxito en una arena sangrienta tan sofisticada. Son buenos gladiadores, esta raza de inmigrantes que vienen de tantos países sin sueños como el nuestro, que acaba de perder 40 años por culpa de un mal liderazgo. Este liderazgo nunca ha sabido construir nada con los impuestos tomados de las transferencias de la diáspora desde hace más de 30 años. No debemos olvidar que los Duvalier han llevado al exilio a por lo menos tres generaciones de compatriotas y que sus sueños fueron destruidos por quienes sucedieron a los Duvalier. No hemos podido construir una raza de gladiadores desde hace dos siglos. Nuestras guerras son todas de bribones y matones. Ahora mismo las cámaras del mundo están filmando el conflicto criminal más sórdido de la historia nacional.
Estos gladiadores encadenados, cuyo sueño acaba de romperse, son diferentes a los que aplaudimos en la pantalla. En otras palabras, nuestros gladiadores que enfrentaron dificultades indescriptibles al atravesar la selva de Darién y ferocidades inimaginables, se encuentran sin ningún punto de referencia imperial. Por delante de quién levantarán el brazo para gritar: «Salve, César, los que van a morir te saludan».
Debemos admitir que una gran cantidad de nuestros gladiadores perecieron desde su llegada al Coliseo imperial. La vida real los ha transformado en máquinas de producción deshumanizada. Hoy ya no podrán sentarse cerca del Coliseo que construyeron con sangre y lágrimas de las interminables horas extras. Aquí estamos en esta encrucijada de la historia humana donde tendremos que aprender a construir poco a poco nuestro propio Coliseo, con nuestras propias palabras y no necesariamente un César aterrador…