Gaza es en estos momentos la gran vergüenza de las élites mundiales. Está siendo arrasada, como ayer fueron arrasadas ciudades completas por los ejércitos hitlerianos en Europa y Rusia. Y esas élites, que gobiernan el mundo, no les importa nada de eso, ni les interesa detener el genocidio. Sus principal divisa ha sido la indiferencia frente al genocidio. Y su apoyo al ultraderechista Benjamín Netanyahu. Un apoyo expresado en decisiones importantes en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y en suministro de armamentos de toda clase.
Gaza está siendo arrasada en las narices de esas hipócritas élites mundiales, del Este y del Oeste, del Oriente y del Occidente. Lo ocurrido ayer a los judíos, cuando en diferentes momentos de la historia universal, desde Adriano hasta Hitler, fueron arrasados y sus ciudades quemadas, hoy les pasa a los palestinos. Ayer las víctimas eran los judíos; hoy son los palestinos, los gazatíes.
Gaza está siendo borrada del mapa en tiempo real, en vivo y a la vista de todos. Las élites ven todo, pero no hacen nada. Bueno, en verdad, unos son indiferentes, pero otros, la mayoría, son aliados de Israel. Unos apoyan a Israel, como Estados Unidos, enviándoles armas, y en las Naciones Unidas, y otros, con su indiferencia. En esta desgracia, la indiferencia es espantosa. Gaza está siendo demolida, y lo peor, convertida, por los genocidas, en culpable. Gaza es el típico caso de la víctima culpabilizada. La víctima convertida en victimarios.
Arde Gaza, sangra Gaza. Alrededor de 50 mil muertos y más de 150 mil heridos, millones de desplazados y miles de edificios destruidos es el resultado hasta ahora de esta barbarie. De estos muertos y heridos más del 70 por ciento son niños y mujeres. La mayor tragedia en este conflicto es la enorme cantidad de niños y niñas sucumbiendo bajo los escombros. Duele en el alma.
Gaza está sometida al terror en su máxima expresión. Una población civil indefensa bombardeada por aviones, tanques, barcos, drones, misiles y artillería. Solo ha faltado un par de bombas nucleares. Claro, Netanyahu no las ha tirado, porque los tocaría a ellos también. Y todo ocurre con la mayor impunidad, impiedad e indiferencia. Gaza está siendo destrozada, y con ella son millones los corazones en todo el mundo que se sienten desgarrados y destrozados.
En el pasado los judíos se enfrentaron a las amenazas de exterminio y lograron sobrevivir. Hoy son ellos los que tratan de exterminar a un pueblo que lucha por sobrevivir. Y como los judíos en el pasado, los palestinos jamás serán exterminados. Sobrevivirán. Y Gaza será reconstruida, como han sido reconstruidas las ciudades arrasadas a lo largo de la historia.
El genocidio no podrá falsear la realidad. El genocidio no puede convertir las víctimas en victimarios, y los victimarios en víctimas. Las víctimas están claramente definidas, y los victimarios también. La narrativa israelí quiere convencernos que ellos son las víctimas, y que todo este genocidio se debe a lo que Hamás hizo el 6 de octubre. Todo lo reducen al terror de octubre y no tocan el tema de la ocupación, que es lo esencial, lo básico, el principio y el final. El terror lo genera la ocupación. No es el terror lo que ha generado la ocupación. No. Una ocupación que ha sido profundizada por la política de los asentamientos ilegales israelíes en territorios palestinos.
En esta desgracia la narrativa israelí dominante es privilegiar el tema de la seguridad. Todo es por su seguridad. Pero esa narrativa nada dice, por supuesto, de la ocupación de Palestina por Israel ni del derecho de ese pueblo a tener su Estado. O sea, se reconoce el derecho de Israel a matar por su seguridad, pero no se reconoce el derecho de los palestinos a luchar por un Estado soberano. Se cuestiona la resistencia, pero nada se dice de la ocupación misma. Se condena el terror ocasional de Hamás, pero se aplaude el permanente terror del Estado israelí.
En Gaza no es una guerra contra Hamás lo que hay. Los luchadores de Hamás se han replegado y saben cuidarse. Israel ha sido incapaz de aniquilarlos. Los muertos son civiles, niños, no son los combatientes de Hamás. Y eso, tiene bien frustrado a Netanyahu y su camarilla, y los lleva a incrementar sus ataques. En Gaza lo que hay es un genocidio, no una guerra.
Netanyahu y la ultra derecha quieren una solución final para Gaza, como aquella solución final de los nazis para los judíos. Gaza podrá ser arrasada físicamente, pero no será borrada de la conciencia y el corazón de todo un pueblo. Ni del corazón del mundo. Cuando toda esta orgía de sangre termine, Gaza será reconstruida por sus hijos que queden vivos y por millones de hombres y mujeres que les brindarán sus corazones y sus apoyos materiales. Gaza es en estos momentos la admiración de los pueblos que a diario se movilizan en repudio al genocidio, aunque también, en una dimensión mayor, la vergüenza de las élites mundiales.