La fuga de cerebros, o emigración de talentos altamente calificados, es un fenómeno que afecta gravemente a muchos países en desarrollo, y la República Dominicana no es la excepción.
Ya en el 2018, el índice de fuga de cerebros en la República Dominicana se ubicó en 6.8%, mientras que en países como Argentina la cifra era de apenas 2.8%, en una escala donde del 1 al 10, cifra que sin lugar a dudas ha ido creciendo.
Este dato sobre la pérdida de capital humano es preocupante, especialmente en áreas de alta especialización.
Este fenómeno no solo afecta a la República Dominicana, sino también a muchos otros países centroamericanos y sudamericanos que enfrentan desafíos similares.
La emigración de talentos dominicanos responde a varias causas interrelacionadas. La principal motivación de muchos profesionales y trabajadores especializados es la búsqueda de mejores salarios y condiciones laborales. Países más desarrollados ofrecen oportunidades que el mercado laboral dominicano no puede igualar.
La calidad de servicios como la educación, la salud, la energía eléctrica, el agua, el transporte y otros servicios públicos básicos en nuestro país dejan mucho que desear, lo que incentiva también a buscar ambientes más favorables en el extranjero.
La pérdida de capital humano altamente calificado afecta la productividad y la competitividad del país. La escasez de trabajadores especializados tiene un impacto negativo en la industria y los servicios. Sectores clave como la manufactura, la tecnología y los servicios avanzados enfrentan dificultades para encontrar personal cualificado.
Aunque se pierden talentos localmente, estos suelen destacarse en sus nuevos países. Médicos, ingenieros, investigadores y otros profesionales dominicanos han logrado destacarse y contribuir significativamente en sus nuevos entornos. Y aunque representan un orgullo para la República Dominicana, representan también una pérdida significativa para el país en términos de capital humano.
Muchos de ellos se graduaron aquí y salieron a especializarse en el extranjero, algunos tras recibir becas del Estado dominicano para formarse en el extranjero. No obstante existir reglamentos que lo condicionan -los becados firman acuerdos para retorno al país- , muchos de esos profesionales o trabajadores especializados deciden no regresar debido a las mejores oportunidades que encuentran fuera del país.
Es imperativo que se adopten medidas para mejorar las condiciones locales y crear incentivos que alienten a los talentos dominicanos a permanecer y contribuir al desarrollo del país.
Para reducir la tasa de fuga de cerebros se requiere una reforma laboral integral con los mejores parámetros internacionales, relanzar la educación superior para subir los estándares de nuestras universidades, crear parques tecnológicos y centros de innovación, crear incentivos para retorno de talentos, como apoyo financiero, facilidades para emprender, crear redes de diásporas para que participen en los proyectos nacionales de desarrollo. Aunque nuestros cerebros fugados pueden impactar positivamente en las remesas, esto no compensa la pérdida de productividad y de competitividad del país. En pocas palabras, contrarrestar la fuga de talentos requiere una reforma mayor.
No es una tarea fácil y está directamente ligada a los esfuerzos por producir las transformaciones necesarias para enfrentar los problemas que en el orden económico, social y político aquejan nuestro país.
Hay que convertir los niveles de crecimiento que hemos logrado en desarrollo sostenible, con menores niveles de pobreza, mayor equidad y oportunidades para todos, un país donde nos sintamos felices de vivir.