Cerrar la frontera sería cerrar las ventas a nuestro principal cliente comercial (al que le vendemos más de 6 mil millones de dólares al año, y apenas le compramos unos catorce millones). Sería cerrar el tránsito de personas de allá para acá y de aquí para allá (incluyendo dominicanos que tienen intereses en Haití). Sería suspender las actividades productivas que en buena parte dependen de la mano de obra que viene y vuelve cada día a su país. Sería, pues, simplemente encarecer la tarifa que cubren los inmigrantes ilegales para seguir pasando por una frontera dizque “cerrada” que provocará risa.