Las tropas norteamericanas que nos intervinieron el 28 de abril de 1965 lo hicieron basados en el criterio de que el movimiento constitucionalista iniciado el 24 de abril era comunista, o había caído en manos de los comunistas, y que un triunfo de ese movimiento podía degenerar en otra Cuba.

Pero en la medida que se desarrollaban los combates, la opinión pública internacional se tornaba contraria a la intervención, lo cual constituía una presión inesperada para el gobierno norteamericano.

Incluso en la propia prensa norteamericana apareció la versión de que la Junta de Reconstrucción Nacional del general Antonio Imbert Barrera pudiera convertirse en una dictadura militar típica de Latinoamérica. El propio presidente Lyndon Johnson, preocupado por esa versión y por lo que ella pudiera significar para su imagen expresó: "Yo no voy a aparecer en la historia como el hombre responsable de haber puesto otro Trujillo en el poder".

Entonces surgió la idea en círculos de poder norteamericanos de buscar una salida intermedia apoyada por todas las partes en conflicto, en la que un civil ligado al Partido Revolucionario Dominicano pudiera encabezar un nuevo gobierno.

Para implementar esa fórmula el presidente Johnson designó una misión especial encabezada por su asesor de seguridad nacional, McGeorge Bundy, quien de hecho era el más inclinado a esa solución.

Con el primero que se entrevistó fue con el profesor Juan Bosch en Puerto Rico, a quien le planteó esa idea. Incluso le habló con nombre y apellido de la persona que a su juicio pudiera encabezar ese gobierno como solución al conflicto.

Concretamente le habló del hacendado Antonio Guzmán, ex ministro de Agricultura del gobierno de Bosch, alto dirigente del PRD y hombre de su absoluta confianza. Ese era el hombre que esa misión especial, en la que también estaba integrado Cyrus Vance, veía con agrado para la salida intermedia al conflicto armado que había desatado una guerra civil y la intervención militar de Estados Unidos. Esa fue la fórmula conocida como la "Fórmula Guzmán".

Juan Bosch, que no era un hombre ambicioso ni muy apegado al poder, la vio también con agrado, incluso, conveniente para el PRD y el país.

Así se lo hizo saber a Bundy. Y de inmediato le pidió al coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez que viniera al país en el mismo avión en que venía Bundy y su misión para que sea él, y no otro, la persona encargada por él a comunicarle al presidente constitucional Francisco Alberto Caamaño Deñó de la conveniencia de la implementación de esa fórmula.

Antonio Guzmán estaba presente en la reunión y venía al país también en el mismo avión, pero Juan Bosch entendía que Fernández Domínguez era la persona indicada para comunicarle el nuevo acuerdo a Caamaño. Fernández Domínguez, ciertamente, por haber sido el fundador indiscutible del movimiento militar constitucionalista, y por haber enrolado a Caamaño en el mismo, tenía la autoridad suficiente para traer al país esa encomienda de parte de Juan Bosch y comunicársela a quien en ese momento era el máximo jefe de la revolución en el país.

Así se hizo. El 14 de mayo esa misión llegó al país y Fernández Domínguez, como buen oficial, leal a lo pactado, le comunicó a Caamaño la nueva fórmula barajada por Bundy y aprobada por Juan Bosch. Pero en la práctica la implementación de esa fórmula resultó sumamente difícil.

Por un lado, al sentirse desplazado del poder y del favor norteamericano, Imbert Barrera a capa y espada la torpedeó. Incluso su inconformidad lo llevó a hacer que algunos altos oficiales que habían pactado sus renuncias con Cyrus Vance echaran para atrás, y al mismo tiempo, a acusar a los norteamericanos de ser muy débiles con los comunistas.

Por otro lado, hubo dificultades con un sector de los constitucionalistas y con el propio Antonio Guzmán, porque en el transcurso de las negociaciones surgió el interés de los norteamericanos de que éste debía comprometerse a deportar o a encerrar a unos 83 dominicanos considerados por el Departamento de Estado como comunistas, y debía ilegalizar al Partido 14 de Junio.

Antonio Guzmán no aceptó esa condiciones, y en verdad, no podía aceptarlas porque si el movimiento constitucionalista estaba inspirado en la constitución del 63, que era la más democrática conocida, y que consagraba inequívocamente el derecho de los dominicanos a la asociación y filiación política, mal pudiera él proceder en sentido contrario.

Pero si finalmente esa fórmula, conocida como la "Fórmula Guzmán",  terminó engavetada por el presidente Johnson, se debió, más que a cualquier cosa, a que Thomas Mann, subsecretario político para América Latina y un funcionario de mucha influencia, convenció a Johnson  de que la misma perjudicaba su imagen y la imagen internacional de Estados Unidos.

El fracaso de esa fórmula significaba en la fuerza de los hechos la continuidad de la guerra contra el imperio, y por tanto, de más muertos y heridos. Lamentablemente.