A pesar de que nos hemos distraído de la realidad nacional para abordar temas interesantes sobre África que nos pudieran ilustrar sobre uno de nuestros más significativos ancestros silenciados, en esta oportunidad no nos es posible abstraernos de los resultados que han arrojado las recién celebradas elecciones presidenciales y congresuales, llamadas de manera engañosa y si se quiere pomposa, “fiesta de la democracia”. A pesar de que a los promotores de hacernos creer que esta idea es verdad, que no lo es en realidad, y que no les gustaría que se hicieran los señalamientos que, a nuestro entender, así lo justifican, no menos cierto es que, a diferencia de esta imposición, lo que en realidad ha ocurrido el domingo ha sido una exposición más que clara de cómo se viene recomponiendo el tablero político, económico y social que sustenta los procesos supuestamente democráticos en los cuales nos desenvolvemos como sociedad.
Y esto, claro que sí, tiene sus explicaciones. Comenzaremos exponiendo nuestro parecer de por qué decimos que las elecciones para nada constituyen una fiesta de la democracia. Y es que no existen niveles de representatividad que puedan justificar festejar la “democracia”, cuando la gente va a las elecciones, perdiendo su valioso tiempo, y, en lugar de emitir su voto favoreciendo a un candidato en específico, como podría ser si en verdad esa elección redundara en algún beneficio al ciudadano, lo que hace es marcar indiferentemente varias casillas como un signo de burla, o hacer un dibujo del órgano sexual masculino en toda la boleta, como un regalo enviado a aquél que en su entender le hace lo mismo cuando se aprovecha de la supuesta representatividad democrática para beneficiarse personalmente del voto otorgado, olvidando y no tomando en cuenta a aquél que se lo otorgó. Y esto se ve reflejado en el abandono institucional total de las necesidades y requerimientos de una población y sus niveles de vulnerabilidad, pongamos, en estos días de turbulencia climática, cuando la población ve en riesgo sus condiciones de vida por las inundaciones de sus viviendas, ni qué decir de la falta de atención al problema de la producción y deficiente gestión de los residuos sólidos, por solo mencionar este ejemplo, que tienen a los Ayuntamientos y al Ministerio de Medio Ambiente justificándose con la burocracia de las leyes y reglamentos, en lugar de buscar los recursos y ponerse a trabajar en promover la clasificación, separación, comercialización y aprovechamiento, como saben muy bien que deben hacer, pero que no lo hacen, porque es más cómodo el aire acondicionado de sus oficinas.
Otro fenómeno que se ve a leguas y que demuestra que no existe en realidad una democracia en esta fallida y supuesta “fiesta” es que se basa en el mantenimiento y reforzamiento de la estructura clientelar de las organizaciones sociales, especialmente, los partidos políticos, en los cuales la capacidad y la disposición para llevar a cabo todo y cualquier tipo de trampas con tal de conseguir el aumento de la cantidad de votos a contabilizar, además de para conseguir escaños no ganados en base a propuestas concretas, sino en base a la compra del voto o al ofrecimiento de prebendas para conseguir la elección de un candidato especifico, o el impedimento de algún contrincante que no responda a los intereses obscuros que se mueven detrás, por ejemplo, como el caso de los elegidos con un amplio historial de corrupción, relaciones con actividades ilícitas como el narcotráfico, falta de interés en la promoción del control de las evasiones de impuestos, o el control a la irregularidad en la migración haitiana.
Llama mucho a suspicacia lo acontecido en el certamen para la elección senatorial del Distrito Nacional, en la cual se promueve la figura de un político externo al partido, sin tomar en cuenta la candidata que se perfilaba como preferida, a lo interno de la organización política de gobierno. El resultado ya lo conocemos: un completo fracaso. Pero la pregunta es por qué. Qué motivó a la dirigencia perremeísta poner en riesgo esa principal plaza política del Senado de la Capital para que resultara en manos de su mayor contendor, el joven hijo del expresidente, ya sabemos cuál. Si buena parte de los miembros del partido de gobierno no apoyaron la decisión del presidente de promover la candidatura de Moreno para el Senado, y en cambio regalarla a la organización política opositora con mayores posibilidades de competir y ser un contendiente de peso en el futuro político inmediato, esa no pudo ser una decisión hecha a la ligera, ni por meras rencillas personales. Ahí hay un maco, un gato entre macuto, muy peligroso, que se debe seguir observando con lupa, y que no se ha querido mencionar, como nunca se lo hace, ni a quiénes ni a qué intereses económicos involucra y responde esta maniobra, porque eso es lo que es, sin lugar a dudas, porque los señores feudales son sagrados e intocables, y son los que en realidad deciden e imponen lo que ocurre y cómo ocurre, otra demostración de las limitaciones de la “fiesta”, toda vez que ya conocemos de sobra lo que significa y para lo que se presta la estirpe de la familia del expresidente Fernández, solo basta recordar el caso del 97/3% concedidos a la explotación minera que sigue dando dolores de cabeza con sus efectos contaminantes, y todo el restante rosario de actividades cuestionadas por corrupción como desvío de fondos, contratos irregulares, compras sobrevaloradas, adjudicación de obras sin licitación pública, desembolsos carentes de documentos, alteraciones de contratos, obras sobrevaluadas, sustracción de patrimonios y otras anomalías que nos hacen temer que nos excluyan al grueso del pueblo dominicano de la tan cacareada y dichosa “fiesta de la democracia”, para que quienes la bailen y disfruten sean unos pocos, los mismos de siempre que deciden, mientras nosotros nos quedamos con los ajuares mojados aquí afuera, y babeando por el festín divulgado en redes. https://acento.com.do/actualidad/durante-gobiernos-de-leonel-fernandez-la-procuraduria-recibio-66-auditorias-con-indicios-de-corrupcion-y-no-investigo-9228494.html.
Por último, y no menos importante y significativo, es la escala de medición de los invitados a la dichosa “fiesta de la democracia”, donde a unos se los invita a los cocteles, y a otros se les excluye, a unos se les admite en fastuosas vestimentas financiadas gruesamente por el presupuesto que es de todos, mientras otros invitados, los excluidos, son los que llegan harapientos, arañando presupuestos para financiar sus recursos de vestir y presentarse de manera respetable ante el público al que se le presentan propuestas que conllevarían un cambio sustancial en la forma de llevar y gerenciar la administración pública mediante propuestas concretas de alcanzar mejores niveles de eficiencia en el trabajo de gestión del Estado y los servicios públicos que constituyen los derechos básicos de todos los ciudadanos, que de nuevo, están supuestamente llamados a participar en esta “fiesta de la democracia”. Esta situación me hace recordar, y tal vez sea importante mencionarlo, como se arrastra en nuestra sociedad históricamente esta relación entre “mayoritarios” y “minoritarios”, los primeros, representantes de la depredación de recursos, comerciantes inescrupulosos capaces de todo y cualquier cosa en pro del alcance de sus objetivos particulares, el territorio, dependencia y colonización, representantes genuinos de Pedro Santana, y los segundos, promotores y defensores de la dignidad, los derechos ciudadanos, del servicio público de calidad, la soberanía real no racista que siempre soñó Juan Pablo Duarte, exiliado por Santana de la misma forma que ahora se excluye a los minoritarios, y por lo cual considero de vital importancia tomar en cuenta nuestra historia al momento de pensar en lo que está ocurriendo y por qué.
Como vemos, y el salido por suerte a la palestra pública Método de Hondt, nos demuestra que esta supuesta fiesta es para que la disfruten unos, y la lamenten otros, y queden fuera, exiliados como Duarte, los mismos de siempre. De manera que así demostramos que el proceso de elecciones del domingo recién pasado no constituye una “fiesta de la democracia”, sino un vulgar circo, un carnaval donde desfilan las trampas más fastuosas con tal de movilizar las fuerzas, recursos y personas que sustenten el mantenimiento del status quo, que se mantenga el discurso y que se siga haciendo creer, cuando lo que se hace es engañar y mentir de manera burda y sucia, como solo lo sabe hacer la ambición desmedida, la falta de escrúpulos y la indiferencia más aberrante frente al sufrimiento humano, mientras se enarbola demagógicamente, que todos somos dominicanos, llamados a votar en la “fiesta de la democracia”, que disfrutan unos pocos y sufren todos los demás. Y es por eso que está muy bien dibujado el que ya antes cité, que les dejaron plasmado en la boleta, y les dedico a todos los que les sirve lo que expongo, de los que lean esto.