Como ha sucedido con todos los casos de desastres que acosan a nuestro país, el huracán Fiona puso a relucir la desigualdad y la pobreza que desde los tiempos del gobierno del doctor Joaquín Balague tratamos de esconder detrás de fachadas de modernidad.

 

Las grandes mayorías no prestaron la debida atención al anuncio del paso de este último huracán el cual, sin embargo,  ha causado daños inesperados y de envergadura en varias zonas del país.  Con un impacto mayor en la población más vulnerable, Fiona ha puesto al desnudo el nivel de  gran vulnerabilidad de las viviendas en la zona este.

 

Los huracanes, ciclones, sequías o terremotos hacen parte de los fenómenos naturales; provocan los desastres que surgen por la acción del hombre sobre su entorno.

 

La intervención humana puede aumentar la frecuencia y la severidad de los eventos naturales, puede también originar amenazas naturales donde no existían antes y reducir los efectos mitigantes de los ecosistemas naturales.

 

Así, al destruir los manglares o los arrecifes de coral, se remueve la primera línea de defensa de las costas contra las corrientes oceánicas y las olas ciclónicas.

 

De la misma manera, el desbordamiento de un río y la inundación de asentamientos humanos en la llanura del río es provocada a menudo por la construcción de casas en las márgenes del río.

 

De la misma manera, la construcción de casas de cartón o de casas que desafían la ley de la gravedad en muchos sectores vulnerables de la capital provocará importantes desastres en caso de terremoto.

 

A pesar de que el ser humano puede hacer muy poco para incidir sobre la mayoría de los fenómenos naturales, puede actuar en la prevención, al velar para que los eventos naturales no se conviertan en desastres causados por sus propias acciones.

 

Según Eric Cesal, especialista en desastres, "en la Tierra existen dos megafenómenos en aumento: el cambio climático y la urbanización. A medida que ambos converjan se crea la posibilidad y la inevitabilidad de que ocurran desastres mayores y más graves”.

 

El impacto y las consecuencias negativas de los fenómenos naturales han provocado la necesidad de la mitigación y de la preparación de las sociedades que son las más afectadas por los desastres.

 

El manejo de las amenazas se concentra en el análisis de los eventos, en la evaluación del peligro que ellos presentan y en la prevención y mitigación de su impacto. En nuestro país, los organismos internacionales estiman a más  de un millón las viviendas que se encuentran en lugares de riesgo. Mientras que el manejo de desastres tiende a concentrarse más que todo en lo que toca a la preparación, alerta, rescate, auxilio, rehabilitación y reconstrucción.

Sin embargo, es la falta de visión de futuro de las sociedades y de los gobiernos la que determina en gran medida la creciente vulnerabilidad frente a los desastres naturales.

A pesar de que la prevención es sin lugar a dudas más ventajosa que la ayuda y la reconstrucción, tanto sobre el plano humano como económico, son estos últimos los que cuentan con más interés,  apoyo financiero y político.