El corazón es grande,
su animal patalea,
pero la guerra acabará
en la muerte y la ruina,
y luego en la reconstrucción
por nuestros niños–
arquitectos, visionarios,
que imaginan torres
aún más altas, esperanza
en mandalas
en el centro de los parques,
árboles de sombra, flores,
parques infantiles–que
honran a los padres
pero los transforman
en niños cuyas esperanzas
son nada más que recuperar
su mayoría de edad
cuando ellos se sentían
reyes y reinas, y montaban
caballos y limusinas,
y se vestían con trajes
y hacían reverencias
en las veladas
de baile y bocadillos
mientras más allá del agua
a través del desierto
los bombarderos
destruían
animales
y plantas
y el aire en pedazos.