Los años transcurridos de esta década han hecho visible lo peor de Europa. Desde el 2020, cuando decidieron monopolizar las vacunas contra el COVID, la imagen que está proyectando frente a los latinoamericanos y el Sur Global ha cambiado radicalmente.

No es, como muchas veces han manifestado, porque nuestra región se haya inclinado en favor de Putin contra Ucrania; es porque entendemos que la OTAN, a la cual Europa se pliega, constituye para la humanidad un peligro mayor que Rusia.

La OTAN fue llamada por Nerhu, primer ministro de la India recién independiente, “uno de los más potentes protectores del colonialismo”. De sus guerras de agresión pueden dar cuenta los habitantes de Yugoeslavia, además de Afganistán, Iraq, Siria, Yemen, Libia y Somalia, a quienes se les han arrebatado 4.5 millones de vidas, así como decenas de millones sumidos en la miseria o refugiados.

Después de pasarse la vida matándose entre ellos, los países europeos cuando se enriquecieron comenzaron a expoliar y cometer crímenes contra el resto de la humanidad, pero finalmente, con la creación de la Unión Europea, todo parecía indicar que ese continente se había convertido en un exitoso ejemplo de convivencia, tolerancia, humanismo y progreso del mundo.

Sí me extrañaba, en la medida en que fui conociendo más a fondo, que las sociedades europeas mantenían una visión idílica de los Estados Unidos, tan diferente a la visión de los latinoamericanos.

La visión nuestra se deriva de que, desde los tiempos de la independencia de nuestras repúblicas, la asimetría de poder entre las dos américas provocó una terrible arrogancia y abusos en el comportamiento estadounidense frente a sus vecinos del sur, con el correspondiente resentimiento de los latinoamericanos.

Estados Unidos quería, indudablemente, que en América Latina se impusiera la democracia, lo mismo que queríamos nosotros, pero con la diferencia de que nuestros gobernantes queríamos elegirlos nosotros, mientras ellos preferían escogerlos ellos.

Y cuando no salía así, con su enorme poder, invadían países, derrocaban gobiernos y entronizaban por doquier los mandatarios de su predilección o determinaban ellos sus políticas. Ejemplos del tipo de democracia que querían los tenemos en los casos de Juan Bosch, Salvador Allende, Joao Goulart o Jacobo Arbenz.

Aparentemente, de esa visión idílica de Europa derivó su seguidismo hacia todo lo que disponga Estados Unidos, al cual han empeñado su política exterior, su abastecimiento energético, su defensa territorial y apoyado su inclinación guerrerista. Del genocidio que se está cometiendo en Palestina, los europeos son tan cómplices como los estadounidenses, al estarle dando al régimen sionista armamentos para perpetrarlo, además de respaldo diplomático.

El pasado 22 de noviembre salió en múltiples periódicos del mundo la noticia de que el primer ministro de Suecia, en un aparente lapsus, respondió ante preguntas de ciudadanos sobre la guerra en Palestina: "Suecia y la UE están unidas en que Israel tiene derecho al genoci…, a la autodefensa". Tras las críticas, el gobierno sueco aclaró que se trató de una confusión, debido a que en idioma sueco las palabras genocidio y autodefensa comienzan igual, y al pronunciarla cometió el desliz de hacer una pausa antes de terminarla.

Pero los ciudadanos presentes, que hablan sueco tanto como él, reaccionaron airados, a lo cual él respondió "No voy a aceptar que en Suecia se difundan expresiones antisemitas porque la gente tiene opiniones diferentes sobre el conflicto". Después publicó en Instagram "No nos doblegamos ante idiotas agresivos”.

Quién se hubiera imaginado que, después del retiro de Ángela Merkel, desaparecería todo vestigio de lucidez en el liderazgo europeo. Cuánta mediocridad se ha entronizado en Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, Escandinavia. Cuánta falta le hacen figuras de la talla de Churchill, De Gaulle, Delors, Brandt, Olof Palme, etc. Solo Pedro Sánchez salva un poco la imagen de Europa.

Ni qué decir de los Estados Unidos, donde se baten por dirigir el imperio que se cree destinado a imponer al mundo sus designios, dos ancianos farsantes que no deberían aspirar a dirigir ni una asociación de limpiabotas.

Yo que estaba convencido de que la creación de la Unión Europea había sido el más formidable tratado de paz entre los países europeos, terminando una larga historia de guerras, genocidios, conquistas de territorios ajenos, destrucción de civilizaciones, expolio de tesoros ajenos, que caracterizaron el devenir de las poblaciones europeas. Después he comenzado a entender que fue una conclusión muy ingenua, al haber creído que ese dogma de superioridad moral de la visión eurocéntrica del mundo había cambiado.

Tal parece que Hitler no fue un criminal por haber provocado la muerte de millones de personas, sino por haberla provocado entre los mismos blancos de Europa, pues esto hubiera sido admisible si esas matanzas se hubieran producido en Asia, Medio Oriente, África o América Latina.  Los que fueron a conquistar esos continentes nunca fueron considerados criminales ni genocidas, ni los reyes católicos, Colón, Cortés, Pizarro, Francis Drake, el rey Leopoldo ni las reinas Isabel o Victoria, sino héroes, a pesar del exterminio de razas y culturas.

Ahora se dan cuenta de que el péndulo del liderazgo moral ha oscilado desde el Norte Global hacia el Sur, con la posición valiente y honesta asumida frente a los crímenes de Israel contra los palestinos por países como Sudáfrica, Brasil, Indonesia, China, Colombia, Yemen, Bolivia, Mozambique, entre otros.