En la semana pasada puse aquí un poema de unos de los prominentes del siglo XIX, José Joaquín Pérez. El poema lleva por título Etnaí y, según expertos, está dedicado a la mujer negra o, si se quiere, a la belleza de la joven mujer negra. Como prometí una serie de comentarios, pago deuda y dejo enlace para el poema completo: https://acento.com.do/opinion/etnai-la-mujer-negra-en-jose-joaquin-perez-9194066.html.
Desde el título el poeta nos dice hacia dónde va el contenido de su poema. Etnaí, recuerda el volcán mitológico Etna (y al real, en Italia); colocarle una «i» final obedece al procedimiento que entendió el autor para volver este vocablo como simbolización de un arquetipo (tal vez sería mucho aducir cierto dejo indigenista, tan querido por el autor). De todas maneras, ya sabemos hacia donde vamos: la construcción de un mito sexual a través de la intertextualidad (alusión) con el volcán mitológico cuyo rasgo esencial es que «arde». Digamos que, por el título, esperamos que el poeta reduzca las cualidades de la beldad negra a la pasión sexual.
Las pretensiones del autor hacia la reducción de los rasgos de la mujer negra al componente sexual están explícitas desde la primera estrofa. La bella Etnaí lo es en la medida en que es un «violado clavel». En la segunda estrofa se pregunta por la identidad de la joven negra y, como de costumbre, resaltan los tópicos acostumbrado sobre África y sus habitantes: «salvajes tribus». Solo que nuestra negra (criolla) nació en un Maniel, por tanto, es hija de la rebeldía al dominio blanco. Al final de la segunda estrofa vuelve sobre el rasgo elemental de la mujer: «graciosa perla», esto es, adorno bello. Su comparación con la garza llama la atención, ¿criollismo?
En la tercera estrofa se contrasta la blancura de sus dientes con el azabache de su piel. El símbolo de la mujer es la rosa, en este caso, el tulipán negro, que ya no posee color; sino «tinte». En la cuarta estrofa le viene un problema al poeta, el pelo encrespado de la mujer negra. A pesar de no ser rizos como espadas, al menos posee bucles que ostenta orgullosa y, cual volcán, los exhibe como lava que corre por sus laderas/hombros. Una vez descrita la parte superior de la hembra, pasamos en la quinta estrofa al medio. Allí describe los senos como «globos artísticos» cuyos efectos es ser el centro de la vía láctea. Aquí terminan los atributos físicos.
En la sexta estrofa inician los atributos espirituales de la mujer negra. Recurre a la comparación de la mujer con hembras del reino animal (paloma, corza, oveja, leona) para destacar su fiereza. La séptima y octava estrofa pueden abordarse juntas: aquí la distinción peculiar de la mujer negra frente a la trigueña (mulata) y a la mujer india (¿indígena?): lo telúrico es lo que la conmueve. La novena y décima estrofa se centran en la (pretendida) experiencia del yo lírico con la mujer negra. Nótese aquí el contraste entre lo blanco (almíbar) y lo negro (fluido eléctrico del volcán).
En la undécima estrofa declara el yo lírico que esta Etnaí no es cualquier negra de la ciudad o del campo, sino aquel ser mitológico ligado al mundo negro: la reina de Saba. Aquí el yo lírico es tajante: a este ser mitológico le adornan grandes virtudes, contrario a la realidad de la negra criolla (la dominicana de a pie y descalza) que es sometida a la servidumbre (¿sexual?) por el hombre. Por esta razón, llama a los poetas a cantarle al mito de la joven negra cuyo idea es la democracia. ¿Refiere el poeta aquí a la patria? ¿Hay atisbos de escapismo modernista y de simbolismo parnasiano en este poema?
Así como no hay textos puros, creo tampoco que hay poetas puros en lo que respecta a su caracterización según las líneas de fuerza trazadas por los movimientos literarios y sus manifiestos. En este poema hay elementos románticos, criollistas, modernistas bajo formas clásicas (estrofas, versos, rima, ritmo).
Ahora bien, lo que nos ha interesado aquí es la construcción del mito y el desdén hacia la «verdad histórica» de la mujer negra dominicana. El poema, disfrazado de mito, discrimina y excluye.