“El secreto de las grandes fortunas sin causa aparente es un crimen olvidado porque se hizo con limpieza”. (Honore de Balzac).

Tratamos siempre de ir a la raíz, como decía el apóstol José Martí, para ventilar hechos y/o un fenómeno determinado. Nada de epidermis. Somos simples cuando nos quedamos en lo meramente fenomenológico y no vamos a la epistemología social. No nos sirve de nada, ni siquiera de experiencia para trascender, cuando vemos el hecho y posteriormente la secuencia. Nos imbuimos en lo anecdótico.

Cuando hablamos de inflación tenemos que auscultar, develar las causas que contiene la misma. Para los países, los componentes que inciden, sobre todo la inflación importada, no gravitan de la misma forma ni en la misma proporción. Nos explicamos: cómo incide el petróleo en la inflación en nuestro país, Costa Rica, Brasil, Colombia, Uruguay, etc. Si miramos el peso del carburante como porcentaje de la inflación general, en cada sociedad será diferente. Igualmente: el maíz, el trigo, la soya, los fletes.

De igual manera nos preguntamos por qué la inflación general hasta el mes de abril rondaba el 9%, sin embargo, en alimentos se ubicaba en un promedio de 17.5%. Veamos el peso desglosado:

  • Alimentos: 23.5.
  • Pan: 25.2.
  • Carnes: 40.3.
  • Pescado: 29.7.
  • Leche: 15.1.
  • Huevos: 19.7.

¿Qué explica esa inflación? Hay una inflación importada que comenzó con la crisis de la pandemia, que al reactivarse la economía se originó un desencuentro, una fractura entre la oferta y la demanda. ¡Muchas demandas y pocas ofertas! La crisis de la logística de distribución mundial, la crisis de los fletes y el recrudecimiento de la inflación como consecuencia de la guerra Rusia-Ucrania.

Sin embargo, hay que buscar otros resortes de la inflación: los 215,000 mil millones del Banco Central en el 2020. La medida fue lo mejor: más empleos, más prestamos, más consumo; no obstante, trajo consigo un componente de inflación. De ahí que el único sector que creció en el 2020 fue el financiero con un 19.8%. Es lo que se llama en Economía inflación de demanda. Siguiendo el hilo conductor de la inflación, de manera objetiva y que constituye la esencia del fenómeno, es lo que se denomina la inflación subyacente, esto es, aquella que se produce más allá de la volatilidad de productos importados que impacta la vida económica de un país.

La inflación subyacente tiene que ver en gran medida con la inflación estructural, que es aquella “que no debe buscarse en un desequilibrio global entre la oferta y la demanda, sino en desajustes sectoriales que afectan a productos determinados”. Los aumentos estructurales de precios se traducen en aumentos en el costo de producción. Se origina como consecuencia de ello lo que llamamos Costo de Vida e Índice de Precios al Consumidor. Dos categorías diferentes que se reflejan en los 5 Quintiles elaborados por el Banco Central.

Para los Quintiles I y II, de menores ingresos, la inflación repercutió mayormente en el costo de vida, esto es, la incapacidad de poder comprar la misma cantidad de bienes y servicios y la misma calidad. Ese Índice de Precios al Consumidor en momentos de crisis nunca ha sido valorado, lo que denominamos la estructura productiva, cadena de distribución (intermediación) y que somos mayormente mercado oligopólico (dominio de dos o tres empresas en el mercado). El mercado nuestro, más que producir un equilibrio general económico, es más propenso al equilibrio inestable.

En nuestra estructura económica, que es el conjunto de las relaciones de producción, esto es, las proporciones y relaciones que caracterizan a un conjunto económico, es allí donde se sitúan la estructura productiva, como las distintas formas de como los actores económicos transforman y se relacionan con los bienes y servicios. Formas de transformación, de transferencias de tecnologías y de relacionamiento con el capital humano atrasados.

La gerencia se encuentra en los años 50 del siglo pasado. La tecnología no se caracteriza por la innovación y donde la mano de obra se encuentra maculada y macullada por el trabajo intensivo. Todo ello hace que el costo de producción sea más elevado, aun cuando los salarios son muy exiguos. De ahí, la sola pauta de la competitividad: la explotación de la fuerza de trabajo extrayendo una cuasi plusvalía absoluta. Sin embargo, no pueden competir con otros países similares.

La cadena de distribución o de intermediación es muy alta, agregando precios de hasta un 70% en la comercialización; empero, sin agregar valor en gran medida. Es lo que en gerencia moderna se llama los espacios en blancos. Verbigracia: un productor recibe RD#30 pesos y luego lo venden, un canal de distribución o de intermediación, en RD$100. ¿Qué ocurrió? Que el bien o servicio tuvo una mudanza de 3 a 5 canales y cada uno le asigna un precio determinado. Encontrándonos que algunos intermediarios tienen una rentabilidad más alta que el creador del bien, que el productor, que es el que sufre la devastación del tiempo.

Pero, como nos encontramos en una sociedad de mercado, capitalista, sin competencia perfecta, esto hace que los que producen mayor productividad y menores canales de distribución, pudiendo vender a menos precio por tener costos menos altos, ofertan al mayor precio del mercado. Ganan más, sin embargo, mantienen en el mercado a los menos eficientes. Los grandes supermercados han desarrollado la estrategia vertical hacia adelante, que conlleva menos costos, más eficientes, no obstante, las estrategias distintivas y de diferenciación, clave para la competitividad sostenible, no aparecen y venden cuasi todos iguales de precios, obteniendo ganancias extraordinarias.

Visto en esa dimensión, la inflación y la crisis se convierten en una oportunidad para el gobierno. Como diría Marina Mazzucato “… Una lección clave es que, en las crisis, la intervención gubernamental solo es efectiva si el Estado tiene la competencia correspondiente para actuar. Lejos de limitarse al papel de ser, en el mejor de los casos, el que corrige los fallos de mercado y, en el peor, el que externaliza servicios, los gobiernos deberían invertir en crear áreas cruciales que sean poderosas, como la capacidad productiva, las competencias de contratación, las colaboraciones público-privadas que sirvan genuinamente al interés público”.

De lo que se trata pues, es como buscar soluciones audaces en aras de mantener el mejor costo de vida para la población (nivel, bienestar y calidad de vida). Por eso, en Buena Economía para tiempos Difíciles de Esther Duflo y Abhijit Banerjee, nos dicen “… En general, en un mundo de desigualdades disparadas y en el que los ganadores se quedan con todo, las vidas de los pobres y los ricos divergen de una manera terrible y se volverían irremediablemente distintas si dejamos que los mercados controlen todas las consecuencias sociales”.

Tasa de cambio, tasa de interés, crecimiento de la economía y la inflación forman parte de los fundamentos macroeconómicos, sin embargo, el que más impacto tiene de una manera inmediata es la inflación que repercute circularmente en las demás variables. Cuasi es imposible mantener alto crecimiento con una alta inflación, son incompatibles y, obviamente, la tasa de interés sube para quitar presión monetaria y a veces se represa la tasa de cambio, empero, lo normal es que crezca también.

Como nos señalaría Paul Krugman en su libro Detengamos Esta Crisis ya “Los economistas, según el viejo dicho, saben el precio de todo y el valor de nada. Y, en fin, hay mucho de cierto en esa acusación: Como los economistas estudian principalmente la circulación de dinero y la producción y el consumo de cosas, tienden a dar por sentado, con un sesgo inherente, que lo que importa son el dinero y las cosas, sin tomar en cuenta la felicidad…”