No, esto no se puede quedar así. No se puede quedar en vamos a ver, en pensar a ver quién o quiénes serán los responsables, en la famosa y cacareada “presunción de inocencia”. Porque esto sí que no es un juego, y alguien lo hizo. Cardiología pediátrica identifica un patrón en las dolencias renales y cardiacas de jugadores de béisbol, futuros prospectos a firmas para el extranjero, pero el ticket de viaje para salir de la pobreza no puede ser tan caro, malogrando vidas por fallecimientos o padecimientos graves e irreparables en la salud de los jóvenes.

Y no se trata de que si las sustancias se venden por la libre o sin receta. No es posible que cualquiera pueda adquirir estos productos, para su administración indiscriminada y sin medir consecuencias, con los nefastos objetivos de ganancias económicas a costa de la salud y la vida de esos jóvenes. Mucho peor aún si lo hicieron por desconocimiento de las consecuencias.

Las autoridades competentes deben actuar diligente y severamente en estos casos, tomando medidas drásticas y terminantes, para que no vuelva, ni un solo adolescente o joven más, a presentar esta situación. Entre las medidas que se deben tomar consideramos las siguientes:

  1. Establecer control estricto sobre el expendio de estas sustancias para impedir la libertad en su adquisición;
  2. Que sean investigados y sometidos a la acción de la justicia todos y cada uno de los entrenadores que han trochado la vida a estos jóvenes administrándoles sustancias esteroides; y
  3. Que sean investigados, sometidos a la justicia y sancionados los clubes de entrenamientos donde se permite el uso de sustancias esteroides.

No es posible dejar pasar esto por alto, como si fuera un caso más de irresponsabilidad social del to e to y na e na. No es posible ser tan irresponsable con la vida de esos niños. Esto sí que no es un juego.