El espíritu crítico no sólo es necesario sino imprescindible en estas sociedades todavía cubiertas por la pátina de la hipocresía social, la doble moral y la inversión de valores a gran escala, que no son cosa de ahora.

Es de una urgencia capital que la criticidad se imponga no como un fantasma dominante sino como una alternativa a la secular promoción de antiguallas que funcionan como valores verdaderos.

Es la mejor medicina contra la falsificación de la verdad.

De ese modo, personajes que tuvieron no una doble moral sino todo un prontuario de conducta altamente cuestionable deberán rendir cuentas a la Historia y no sólo a una élite cualquiera favorecida por sus gestiones profundamente interesadas que pasaban por lo opuesto: valores, conciliaciones, armonía, ejemplaridad, todo lo cual no tenía nada de desprendimiento, como aconseja la Santa Madre para esos casos.

De modo que cumplieron la misión que les trazaron de evitar los roces dramáticos entre factores de poder e impedir el descarrilamiento del tren de la falsía social en movimiento constante.

Pero lo hicieron bajo el manto de la egolatría, del apego enorme, de la ambición sin límites y en perjuicio de los más desvalidos, arrastrándose como gusanos deslumbrados ante al poderío al que impartieron su incienso falseado.

El espíritu crítico es asimismo independiente, no se contrae a los dictámenes de grupos interesados internos o externos, cumple el rol del esclavo que veía lo que estaba pasando en la corte con el emperador desnudo desfilando como su tuviese un taje nuevo en medio de los aplausos de la corte alienada, incapaz de ver y conocer la verdad.

A una sociedad empujada a la acriticidad, al tedio, a la despreocupación, al ruido, al mal gusto y a lo grotesco como elementos de distracción, le vivirán metiendo no sólo gato por liebre sino todo lo que aparezca de improviso.

Esa clase media ilustrada que no ha hecho compromisos con turbiedades de ningún tipo, que es sana, bien intencionada, que ha tenido momentos de heroicidad y que se deja sentir en los grandes momentos, corresponde responder.

Ella carga el peso de la responsabilidad de hacer avanzar lo mejor de la sociedad en medio del lodo, la distracción y las máscaras.