Bueno… déjenme arreglarlo. No es que mis esperanzas estuvieran cifradas en Diario Libre. Es que yo no tengo esperanzas. Más que nada, es un asunto de acentuar esas descreencias que ya tengo, que ya sufro: ni el periodismo ni los periodistas tienen remedio.
Eso creo.
¿Por qué lo digo? En principio, y durante largos años, fui comunicador con largos periodos de creerme periodista. Leí los libros: Garrison, el Libro de Estilo de AP, de EFE, y demás textos periodisticos, además de (por supuesto) Woodward y Bernstein, y los otros arcanos de esta exigente profesión (corrección: el exigente es uno, no lo que uno hace).
Estudié las estructuras: el lead, el “análisis de la unidad lógica”, “análisis de la unidad de redacción”, los Fundamentos del periodismo impreso en su primera edición de 2003… además de leer extensamente sobre cómo escribir textos para revistas especializadas. Esto, más los textos de García Márquez sobre periodismo, y los escritores del boom latinoamericano. Más, toda la teoría del nuevo periodismo: Gay Talese, Tom Wolfe, Clay Felker, Norman Mailer, George Plimpton, et all.
Además, tuve el honor de ser editado por Núñez Grassals, y otros grandes de este diario (sí, de este mismo, Acento), cuando era Clave Digital, y luego Clave.
Puede que a usted le parezca vano, superficial y baladí. Para un carajito como yo, en ese tiempo, que le ofrecieran un espacio y estos tipos me fijaran un rumbo por esos pasillos insondables de la información, algo tenía que valer… aunque hoy pienso que estaba (o sea, yo) sobrevalorado.
¿Qué pasó?: nada. Que no me lo creía. De hecho, nunca me lo creí.
No me lo creia a pesar de que algo se te pega.
Me sentía como un farsante, y como todos saben, lo más probable que suceda cuando te sientes un farsante es que seas uno.
Me parecía demasiado fácil. Y ahí está el misterio: que no lo es.
Oscar Wilde dijo: “La diferencia entre literatura y periodismo es que el periodismo es ilegible y la literatura no es leída”. Como en muchas cosas, Wilde estaba claro… o mejor, Wilde era preclaro.
En el mejor de los casos, mi nombradía (si es que eso sirve de algo), venía por otros lares. Soy un comunicador. Un intelectual de los que ser intelectual no es motivo de orgullo para ellos. Y demando en esta medida de quienes ejerzan una profesión intelectual, como lo es (¿?), o lo era, el periodismo… Esto, entre faltas de ortografía, errores de sintaxis, y fallos de rigor en la investigación, propios de la era en que vivimos, leer el artículo de Diario Libe me dio alergia.
Mi madre era una lectora voraz. Luego, era una lectora voraz de periódicos. En aquel entonces (años 70), el diarismo nacional estaba orientado en dos direcciones: el irreverente El Nacional (un periódico de vanguardia), y el conservador Listín Diario, con su hijo, Ultima Hora. El Nacional que fue parido por la revista: Ahora!. Cuando ambos medios pasaron a ser propiedad de los Corripio, el mismo grupo que luego fundaría el matutitno Hoy. Después surigió El Nuevo Diario, casi al uníson con el diario Hoy, y años después hizo su aparición en el mercado el periódico El Siglo.
La revista ¡Ahora! también era leída por mi madre, a quien le debo todo lo que soy. Habían otros periódicos menores: El Sol, y la Información, de Santiago este último, uno de los decanos del periodimo cibaeño que fue cayendo en desuso con el tiempo.
Recuerdo que la motivación de mami de leer todos los días y hasta el folio de los periódicos nacionales era simple: para saber todo lo que está pasando.
Motivación simple, ambiciosa.
Querer saber la verdad mientras se averigua lo que está pasando es un ejercicio filosófico de alto calibre. No estoy seguro de si ella, mi madre, estaba consciente de ello.
De ese entonces al día de hoy ha cambiado mucho el panorama actual, no la necesidad de la gente de estar informada (que sigue siendo la misma), sino que la calidad de la información es una variable mayor y más grave y critica. La internet ha hecho que cambie el modelo de negocios y de operaciones de los mayores servidores de noticias del mundo, y de la República Dominicana como consecuencia. No hay una clara diferencia, con un público que adolesce de la cultura necesaria para distinguirla, entre Alofoke y el decano de las noticias nacionales, o ese periódico que en palabras del famoso leguleyo, es “un siglo de maldad” (chiste incluido).
Ya no leemos… al menos, de la misma forma en que leíamos antes. Ahora, la hibridación de los medios de comunicación que antes eran puramente impresos, devino en productores de contenidos, se ha superficializado el hecho mismo de competir por una mayor audiencia, por “likes”, repeticiones y facturación. Todo el mundo es periodista… y se lo cree.
Esto es grave.
Muy grave.
Porque ya nadie, o muy pocos, recuerdan lo que es un periodista, para saber que ellos mismos están muy lejos de ser tan siquiera comunicadores.
Es el caso de “Nóminas abultadas más duplicidad de funciones en oficinas dominicanas que operan en el exterior” (junio 19, 2024), de la autoría de Karen Veras y Verónica Rosario, publicado en Diario Libre (https://www.diariolibre.com/usa/actualidad/2024/06/18/nominas-abultadas-en-oficinas-en-el-exterior-del-gobierno/2758998), el que me llega de manera especial, sobre todo porque el trabajo “investigativo” (nótense las comillas), de estas dos “periodistas” cierra con un capítulo dedicado a la Dirección de Cultura en el Exterior, dirigida por mi amigo, colaborador, y colega Rey Andújar.
Digo que me llega de manera especial porque justo acabo de regresar de la ciudad de New York, donde varias veces al año voy a llevar a cabo entrevistas para la plataforma que dirijo desde aquí, y que transmite para la internet en YouTube, y allá en el Manhattan Neighborhood Network (MNN), la televisión pública del borough, denominada Bao New York, de Bao Media Group.
Estuve allí esta última vez y aproveché para asistir al evento donde se le entregó al comediante Cuquín Victoria un galardón como homenaje a su trayectoria distinguida en la televisión dominicana. El evento, como todo lo que se hace en Cultura, estuvo nutrido y animoso al estilo inigualable de la dominicanidad.
Debo decir que con mucho interés leí el artículo citado, ya que afecta a un amigo mío (a quien, pensé, debieron haber entrevistado), y a una institución (Cultura), que gracias a las gestiones de Andújar (junto a un equipo, claro está) ha ido cobrando un interés en mí, debido al dinamismo y popularidad que ha ido ganando en la presente gestión, en la diáspora dominicana. Doy fe de ello: aunque no vivo en NY, soy un visitante frecuente.
Dicha lectura ha provocado en mi una serie de reflexiones a partir de un fenómeno que no solo daña al periodismo de rigor (al menos, ese sobre el que uno esperaría alguito de ello), sino a la comunicación y su amplio espectro por igual: la irresponsabilidad.
Pero, ¿la irresponsabilidad de quién?
¿Del periodista, o del medio que el periodista representa?
Es evidente que se trata del segundo. Verán: un periodista de prensa escrita no es independiente. Es decir, no opera sin una dirección editorial específica, trazada desde más arriba. O sea, que los periodistas recomiendan, los directores aprueban, luego de consultar con el o los editores. Esta es, más o menos, la dinámica (las mismas varían de acuerdo con la institución y su tamaño).
Gracias a los avances tecnológicos, ya no hay que tener un despacho en cada ciudad que concite el interés nacional a nivel noticioso. Pero como digo esto les digo lo otro: eso le quita el sabor personal que tiene un despacho investigativo que se precie de profesional. El tiempo dedicado a cada detalle, a cada elemento de la construcción de ese edificio que es la historia. Esta es una de las características de este artículo: se nota hecho al vapor. El edificio tiene una zapata mediocre. Y se derrumba desde el inicio.
Quizá sería mucho decir que había una agenda oculta detrás de esto. Un interés de denostar… de establecer una narrativa donde se expusieran, fehacientemente, los hechos… ¿corruptos?
Y voy a decir por qué.
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no contrastan opiniones: mientras que las entrevistas se concentran en personas de a pie, es decir, con solo sus nombres y sin identificar donde trabajan, las periodistas olvidan que en las dependencias que mencionan trabaja gente y hay directores. No se entrevistó a líderes comunitarios, a políticos y al cónsul general, a empresarios y líderes corporativos, a asociaciones y gremios comerciales.
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es más lo que sugieren que lo que informan: leer entre líneas es algo que no hace un consumidor de periódicos. En el artículo se sugiere en repetidas ocasiones que han querido abultar las nóminas de estas instituciones pero, al no contrastar las opiniones, no hay una tercera voz, no hay una tridimensionalidad de las informaciones.
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no es un fenómeno exclusivo de este gobierno.
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los valores de las cifras están en RD$…
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¿en qué está la confusión entre el Index, la Embajada de República Dominicana, y Cultura, en la definición por libros?
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¿se pensó en las remesas contra las cuales hay que comparar el gasto?
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¿se consideraron las fechas de fundación de estas instituciones?
Un artículo flojo, como periodísticamente son los tiempos en que vivimos. El problema es que no se trata de cualquier periódico, sino del diario que inauguró en República Dominicana la distribución gratuita, en formato pequeño, revolucionando todo un negocio y a los consumidores de informaciones por igual.
No es Cachicha. No es Remolacha.
Es Diario Libre, y como Diario Libre así el Listín Diario, El Día, y demás figurantes de la prensa escrita dominicana.
Lo de DL es solo una muestra de la irresponsabilidad que, como sociedad, tenemos que leer diariamente en sus páginas.