La sociedad dominicana cada vez más, se involucra en acciones y procesos direccionados por los partidos políticos. A pesar de que estas organizaciones, tanto en los ámbitos local y mundial, van perdiendo fuerza y prestigio, todavía ejercen una influencia decisiva. Este dominio se percibe en personas, pueblos y culturas. En el contexto dominicano, su mayor incidencia se observa en la población con menos formación y con  poder adquisitivo frágil. En la  realidad dominicana, estas organizaciones parece que tienen dificultad para asumir  la política como ciencia al servicio del bien común; se especializan en la instrumentalización de la política, sin embargo,  esta ciencia presenta el poder como servicio para el bien de todos. Todavía más, se les olvida el sentido honorable de la política como ciencia.  Entendida de esta forma, implica,  asumir a las personas, vulnerables o no,  como entes corresponsables en la construcción y transformación de la sociedad.

 

Las organizaciones partidarias del país, deforman los propósitos de la política. Utilizan esta ciencia como instrumento para el provecho individual, la anarquía social y educativa. La situación que se crea provoca una enfermedad que corroe a las instituciones públicas y privadas.  Esta dolencia es la cultura clientelar. En el sector público, la más afectada por la cultura clientelar es la educación. Los indicadores son múltiples y los problemas que generan desvirtúan la institucionalidad y la ética. Esta realidad tiene un carácter histórico. No es un problema solo de este gobierno, la situación viene de muy lejos. El clientelismo político genera tensiones entre los docentes; entre directivos y docentes; entre el personal administrativo. Además, entre los actores del centro educativo y las  familias. Este clientelismo afecta la calidad de los resultados de aprendizaje de los estudiantes. De igual manera,  influye en la calidad de la docencia y de la gestión de las instituciones educativas. Se crea una cultura en la que el puesto de trabajo para los compañeros de partido político constituye la prioridad educativa. Esta actividad clientelista se extiende a las Regionales de Educación y a los Distritos Educativos.

 

Es preciso, que el Ministerio de Educación de la República Dominicana se libere del clientelismo político que,  por décadas, ha primado en su interior. La tarea  es difícil, pero no es imposible. La fuerza que tiene el clientelismo político, demanda el diseño y la  ejecución,  de  nuevas políticas y estrategias. Estas han de priorizar   un cambio en el modo de definir y aplicar las verdaderas prioridades educativas de la nación.  Asimismo, es importante descubrir el lado más humano y transformador de la política. El resultado de este descubrimiento ha de impactar el pensamiento y la acción de los dirigentes de los partidos y de los militantes.  Este cambio  debe darse, además, en  las organizaciones sindicales, particularmente, en la Asociación Dominicana de Profesores. No más cosificación de las personas y de las instituciones. Es inadmisible un ejercicio de la política que convierte en objeto a los simpatizantes y afiliados. De igual modo, a los actores de la educación. La erradicación de toda práctica política que enajene a las personas, requiere la atención de la ciudadanía y de las autoridades de la educación. La posición no es repudiar la política. Todo lo contrario. Se subraya la necesidad de crear alternativas que posibiliten el encanto por la política. Para ello constituye un desafío, incentivar el estudio de la ciencia política.  Los procesos de formación en este campo requieren más atención en el país. En esta dirección, adquiere importancia especial, una formación política orientada a la transformación de concepciones, actitudes y prácticas. La República Dominicana necesita que los poderes del Estado y todas las instituciones depongan su adicción al clientelismo. Es una urgencia, descartar la cultura clientelista por el daño que le produce a la humanización de la sociedad.