“La erosión democrática suele ser un proceso gradual e imperceptible, que se produce por medio de pequeñas transgresiones y abusos de poder”. (Steven Levitsky y Daniel Ziblatt: Como mueren las democracias).

Dedicamos este artículo a Altagracia Martínez, mi mejor lectora, mi amiga oxigenada, con quien, a lo largo de 50 años, tengo que oír su voz a diario.

Somos una sociedad caracterizada por el batiburrillo, hechos, situaciones y acontecimientos que a esta altura del Siglo XXI nos dejan perplejos, sobre todo, en un país que representa el séptimo lugar de la economía, con respecto a 33 naciones de la región. Podemos decir: ¿Recuperar la democracia o, acaso, renovar la democracia? Lo que vemos y a lo que asistimos, en una democracia de mediana intensidad, es insondable, pavoroso.

La respuesta sería como un axioma de tan obvia como se presenta, sobre todo, con la fuerte debilidad y anomia institucional de un pretérito tan cercano como ayer. Un país, con instrumentos normativos, de control institucional legales, inobservados por la corrupción, por el abuso de poder y por la ausencia de templanza de los actores llamados a aplicar las disposiciones, en función de los intereses colectivos, de la sociedad.

La panoplia es tan abigarrada que al desmadejarla parecería que nos encontramos en los primeros albores del Siglo XX. Como nos señalaba Adam Przeworski en su libro Que esperar de la democracia, cito “La libertad política no es la ausencia de restricciones, sino la existencia de garantías institucionales que protegen a los ciudadanos de la arbitrariedad”. No es arbitrariedad y falta de mecanismos de control institucional que finalmente, atropellan los ciudadanos y crea falta de confianza y credibilidad en el Estado, cuando vemos:

  • Según la Junta Central Electoral hay 545,000 personas que están en dos o más padrones de los partidos. Esto significa alrededor de un 7% del padrón Electoral. Hay que destacar que el Artículo 7 de la Ley 33-18 expresa “Afiliación exclusiva: Ningún ciudadano podrá estar afiliado a más de un partido, agrupación o movimiento político. Al afiliarse a otro partido, agrupación movimiento político se renuncia a la afiliación anterior”. El Artículo 8 explica la causa de renuncia automática de afiliados. El Artículo 79, que tipifica las sanciones a los miembros, en su numeral 4 señala “Serán sancionados con la inhabilitación a postulados a cargos electivos por un periodo de cinco años, aquellos miembros que se les compruebe que de forma deliberada incurran en la doble afiliación prevista en el artículo 8 de esta Ley (33-18)”.

Si lo que acabamos de esbozar, que 545,000 ciudadanos se encuentran en varias afiliaciones partidarias distintas, es grave en el marco institucional, la situación es pésima, desgarradora, significativa desde la perspectiva la dimensión ética-moral de los actores de la partitocracia, encontrar que:

  • Si sumamos los padrones de los 35 partidos reconocidos por la Junta Central Electoral, podemos llegar a la conclusión que no solo tienen más miembros que los que hay en el padrón de la organización, amparada en el Artículo 212 de la Constitución, sino que vendría a tener más miembros que la población del país, donde cerca del 30% tiene menos de 18 años, esto es, 3,000,000 millones de personas que no pueden estar en el padrón por ser menores de edad y no alcanzar la categoría de ciudadanos. Solo el PRM, PLD y FP tienen alrededor de 7,000,000 millones de “inscriptos en sus padrones”: 3,095,000; 1,800,000 y 2,000,000, respectivamente.
  • Lo que acaba de pasar con el padrón del PRM es digno de una investigación exhaustiva por parte de la Junta. No pretendo emitir una opinión, que generalmente son sesgadas, al no tener la información, los datos que nos lleven a ponderar un análisis lo más objetivo posible y con el mayor grado de validez y confiabilidad. Aun así, sea cual fuere la conclusión, la hipótesis, nos lleva a resaltar que en República Dominicana gran parte de los actores políticos no son demócratas ni respetan las reglas de la democracia, porque esta es una forma de gobierno y de organización social que encarna los valores de: libertad, justicia, igualdad, participación, pluralismo, tolerancia, respeto y diálogo. La democracia cobra cuerpo, sentido, cuando se da una verdadera sustancialidad a través de la representación, participación y solidaridad.
  • Como nos decían Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en Cómo mueren las democracias “La democracia funcionan siempre que se apoya en dos normas: La tolerancia mutua y contención institucional”. La mediocracia que nos venía carcomiendo resalta con la investigación de la Procuraduría, denominada GAVILAN, donde 12 personas, hasta ahora, borraban y alteraban a los involucrados con antecedentes penales. La investigación señala a 16,958 personas. Esto indica que venía dándose desde hacía muchos años; empero, se entronizaría como sistema desde hace 10 años para acá. Manipulaban, borraban, distorsionaban documentos de la Procuraduría, de la Policía Nacional y de la Dirección Nacional de Control de Drogas.

Asistíamos a un Estado, en gran medida, con zonas sin control institucional, expresión activa de la corrupción generalizada que se instaló desde el 2005 en el cuerpo político de la elite política dominante y que se exacerbó, hasta el paroxismo, a partir del 2013-2020. Transgresiones, abusos de poder y una profunda anomia institucional nos inundaron, para hoy tener cuasi un cascarón de la democracia y, en gran medida, una democracia famélica, de papel, con una enorme asimetría social y una larga insatisfacción, que viene determinada por la calidad de los actores políticos y la “ceguera” y poca “visión” de los actores estratégicos del sistema (los empresarios-capitalistas).

Una mirada a mediano y largo plazo nos dice que esa “paz social” y estabilidad política de los últimos 45 años está en juego. Hoy, hay una crisis de representación y nuevos actores a través de las redes sociales, que conforman la plataforma de una nueva forma de dimensión de intermediación, que rompe con el pasado (tecnología) y purga el presente sin tener asiento concreto en el futuro. El control institucional y el ciclo electoral nos llaman a dejar el pasado, a no recuperar nada que sea obsoleto y disfuncional para la democracia. Sin prisa, pero sin pausa, los pies, la mente y el corazón deben armonizarse para propulsar, impulsar una efectiva renovación.

La renovación, con lo poco o lo mucho de lo mejor del pasado, con la dimensión de la nueva política que es la decencia, la ética, la moral en el ejercicio de la vida pública. Un accionar político que se imbrique con la buena gobernanza. La gobernanza para Nathan Gardels y Nicolás Berggruen en su libro Renovar la democracia, “es la forma en que las comunidades conciben y dan forma a su destino, y determinan si una sociedad avanza o retrocede. Al igual que la homeostasis de todos los organismos, la gobernanza es el regulador, árbitro y navegador de los asuntos humanos. Procesan las emociones a través de la razón como un mecanismo por el cual las sociedades no solo sobreviven, sino que luchan por adaptarse a los cambios”.

Creemos que la sociedad dominicana llegó a un punto de inflexión en la decadencia y recesión de la misma. El estudio-informe sobre la calidad de la democracia en nuestro país que realizó el PNUD en 2018 así lo testimonia. Latinobarómetro en 2023, lo reitera. Al igual que la mayoría de los estudios de percepción de las firmas de encuestadoras más acreditadas. Los hallazgos nos ilustran el presente. Con imaginación, creatividad, podemos romper la inercia del pasado y enfocarnos en una estrategia de ganar –ganar para el conjunto de la sociedad.

Eso solo es posible si miramos con misión y visión los aspectos estructurales que condensan los árboles y el bosque. Hay que desmadejar los árboles para cristalizar el bosque en toda su dimensión y vastedad. En el estudio del Banco Mundial denominado Repensar la productividad para impulsar el crecimiento sin dejar a nadie atrás, entre otras cosas, nos subrayan “Si bien el modelo de crecimiento de la República Dominicana ha llevado a una expansión económica excepcional y ha hecho que el PIB per cápita del país se encuentre entre los más altos de la región de América Latina y el Caribe, este modelo está llegando a su límite por culpa del lento crecimiento de la productividad, incluso, se le ha asociado con un estancamiento salarial y significativas disparidades regionales”. Enfatizan en el informe “reformas estructurales tales como: 1. Mejorar la calidad del capital humano, 2. Fomentar mercados competitivos, 3. Modernizar la estrategia de innovación, 4. Reducir las ineficiencias del gasto público, y, 5. Fortalecer la resiliencia frente a eventos externos, principalmente cambio climático”.

Todavía, no acusamos una polarización y fragmentación activa en nuestra formación social. Sin embargo, solo la asunción rápida de reformas estructurales podrá mitigar y neutralizar lo que inexorablemente se produciría de seguir posponiendo, en su “zona de confort”. Ameritamos configurar un nuevo contrato social que fragüe un nuevo equilibrio de poder, con unas relaciones de poder más horizontal y más participativa.