San Ignacio de Loyola nació en el castillo de Loyola, España, en 1491. Provenía de una familia noble, con poder político, económico. Era propietaria de tierras y fundiciones de metales; y recibía beneficios de misas, diezmos y otros servicios religiosos.

En su juventud participaba en juegos de azar, en  cosas de  mujeres y acciones de armas. Por lo que en la batalla de Pamplona en 1521, a los 30 años, una bala de cañón le destrozó las piernas, y al entablillarlas, sus huesos quedaron desajustados. Y por preservar su vanidosa  presencia física, pidió que lo operaran otra vez; ambas operaciones debieron ser muy  dolorosas porque en ese tiempo no se conocían las anestesias.

Y durante su larga convalecencia leía mucho sobre la vida de Jesús y los santos, y comenzó a sentir repugnancia de su vida pasada, y a experimentar visiones y sentimientos que lo llevaron a una profunda conversión espiritual y religiosa. Entonces se propuso estudiar para ayudar a las almas y viajó a Francia. Y fruto de sus experiencias personales desarrolló sus reconocidos "Ejercicios Espirituales", o sea, un grupo de meditaciones, oraciones y ejercicios mentales que se han convertido en una herramienta muy poderosa para la formación espiritual de millones de personas.

En 1540, fundó la Compañía de Jesús, también llamada la orden de los Jesuitas, dedicada a la educación, la cristianización, la ciencia, la cultura, la defensa de los derechos humanos de los oprimidos y el dialogo intercultural. La que ha establecido miles de centros educativos en el mundo, incluidas universidades tan famosos como Georgetown, Fordham, Deusto, así como colegios, escuelas y politécnicos muy respetados.

En República Dominicana, la Compañía de Jesús fundó el Colegio Loyola en Dajabón, en la frontera dominico-haitiana, en 1946; y el Instituto Politécnico Loyola en San Cristóbal en 1952; y maneja centenares de obras educativas y religiosas.

Don Ignacio falleció en 1556 en Italia. Fue canonizado o declarado santo en 1622, 66 años después de su muerte. Sus restos descansan en la majestuosa catedral  de la Compañía de Jesús a 150 metros  del Estado Vaticano. Muchos lo consideran el español más influyente de los últimos 500 años, aunque poco conocido, una situación, propia de la humildad y sabiduría jesuita.

Por otra parte, el cura Antonio Lluberes, llamado Ton por sus cercanos, nació y se crió en un  sector acomodado de la capital dominicana en 1946. Después de 10 años en un seminario, lo consagraron sacerdote jesuita y realizó votos de pobreza, obediencia, castidad, de no aspirar, y de vivir en comunidad. Así se convirtió en soldado de Jesús, como San Ignacio, para servir en todo a las almas, y defender siempre los derechos humanos. De un carácter  moderado y apacible, y contrario a posiciones radicales y extremistas.

Sobresalió como exitoso gerente en las misiones que le asignaron.  Por lo que el editorial del periódico Acento al morir en 2021, víctima del Covid-19, al obedecer el traslado a una parroquia en Cutupú,  provincia de La vega,  dijo que fue uno de los sacerdotes más eminentes de la historia dominicana y un ser humano de bien; por lo que quienes tuvimos el placer y el honor de tratarlo de cerca, creemos que merece que inicien lo antes posible el proceso de  beatificarlo y de ser posible declararlo santo.

Finalmente, hasta el siglo pasado, las causas del comportamiento de las personas se atribuían al ambiente, al ADN, al inconsciente, al azar. Sin embargo, estudios recientes de la psicología y la neurociencia han establecido que esas causas pueden influir, pero que la mente, el cerebro, el autocontrol, la fuerza de voluntad y la inteligencia son modificables, y no rasgos fijos. Y que si el  individuo cambia sus metas y modo de pensar y comportarse, puede cambiar su vida por siempre; lo que le requerirá  renovar  sus creencias a menudo  y  alejarse siempre del pecado o de las tentaciones y situaciones de peligro; como de una peste. Así lo demostraron San Ignacio y el padre Ton.

** Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván.