En una de las promociones más patéticas de los empresarios para influenciar la eliminación de la cesantía escuché esto: “Los trabajadores no se deben aferrar a la cesantía para obstaculizar reforma laboral porque, ¡Por Dios!, ese pago de cesantía no sale de sus bolsillos, es el empleador que usa sus propios recursos.”
En ese contexto la cesantía es una caridad forzada al empresario por la componenda entre representantes de los trabajadores y el gobierno cuando se modificó la legislación laboral.
La situación lleva décadas sangrando su liquidez por los pagos obligatorios cuando se decide por la desvinculación unilateral del contrato laboral, impidiendo que la compañía se mantenga en la frontera de los avances en tecnología, la incursión en nuevos mercados en base a investigaciones de mercado y, por supuesto, mermando los fondos para la responsabilidad social corporativa (menos campañas reforestación) y la inversión creadora en actividades existen por el incentivo de descontar impuestos futuros (menos cine criollo).
El llamado pasivo laboral no es un tumor para las empresas. En realidad, es uno nivel letal para el entendimiento de la Economía y el papel del emprendedor en la dinámica de economías con un grado aceptable de mercados libres y competitivos en la contratación de factores de producción y la incertidumbre de vender a consumidores con opciones.
República Dominicana es, con sus peros y peras, una que funciona de esa forma. En consecuencia, el emprendedor criollo debe incorporar a la propuesta presentada a los consumidores el costo total de los pagos a los factores de producción que avanza de sus bolsillos.
Este cálculo es fundamental para determinar el valor presente de los flujos proyectados de ventas que le permitirán obtener un diferencial o residual que represente una rentabilidad superior al uso alternativo del patrimonio invierte en manufacturar un producto o poner a disposición un servicio.
En el caso de los trabajadores, en consecuencia, hay que imputar a su costo toda remuneración en efectivo para su libre disponibilidad, aquellas que la ley le impide al empleado utilizar directamente para comprar pólizas de salud y productos de ahorro previsional (los llamados “aportes del empleador a la seguridad social”), las provisiones para el pago de cesantía (contingencia que se activa por el despido unilateral) y todas las “conquistas laborales” vinculadas al salario por vacaciones, licencias por maternidad y otras.
Para un real empresario no existe un “pasivo laboral”. Todo gasto lo computa al precio y, de ser exitoso, lo recupera completo de las ventas. El que no constituyó contingencias como la cesantía simplemente estuvo operando con ganancias sobrevaluadas y los legisladores deben tener cuidado en aprobar un rescate generalizado con su eliminación o modificación sustancial de su valor presente.
Los congresistas que piensen en la siguiente situación hipotética que presenta lo absurdo que sería hablar de un “pasivo capital” y que la entiendan para impedir que aquí arda Troya.
Con las inversiones en capital las normas contables indican como se deben ir incorporando en los libros la proporción que refleja el gasto de un período. En este caso la depreciación o amortización de las inversiones también contempla toda erogación en efectivo o constitución de provisiones.
Por ejemplo, imaginemos que para la compra de una maquinaria los proveedores han sido exitosos en crear un acuerdo para añadir al precio de oferta una contingencia equivalente a un porcentaje decreciente a pagar a los proveedores en caso de la decisión unilateral de obsolescencia antes de la vida útil pactada.
Si son diez años lo pactado el proveedor impone penalidades por el 50% del valor de mercado menos depreciación del equipo antes del quinto año y luego de 40%, 30%, 20% y 10% del sexto al noveno año.
La contingencia de capital se promueve como un pago para permitir a las empresas venden maquinarias sostener un flujo de ingresos adecuado para continuar en la investigación y desarrollo necesaria para mejorarlas.
De nuevo, la teoría económica ve al emprendedor creando provisiones para la contingencia y añadiendo ese costo al uso del capital que necesita para producir sus bienes en un período. No ve la situación como un costo de capital que paga por el equipo y otro “pasivo capital” que deberá transferir en caso de no seguir utilizando la maquinaria.
El que no constituyó las provisiones y al sexto año quiere poner una máquina nueva se pasó, simplemente, cinco reportando un residual de operación sobrevaluado y le toca ahora poner el monto sin ponerse a llorar por un pasivo de capital que existía solo en su mente.
De manera que se olviden de “borrón y cuenta nueva” con la cesantía o una alternativa que en términos financieros sea un cubo o engaño para los trabajadores que se saben de memoria lo que les tocaría en caso despido unilateral. No despierten resentimientos que están dormidos ni disminuyan el rango de tolerancia a vínculos armoniosos. La cesantía aquí desaparecerá solo con un combo que los empresarios se queden sin patrimonio o con el que se puedan llevar al exilio.