En su libro, “Cómo desarrollar el líder que se encuentra dentro de ti”, el fascinante John Maxwel, cuenta que en una encuesta les preguntaron a 1.300 ejecutivos de diferentes compañías, ¿Cuál es la cualidad más necesaria para triunfar en los negocios? Casi todos respondieron: la honestidad.
Ese resultado no es caprichoso. Es el resultado de interactuar, valorar, analizar y ver el comportamiento de los gerentes y de las empresas que progresaron.
Aunque en la República Dominicana, el concepto de integridad o honestidad no está suficientemente desarrollado ni internalizado, la verdad es que cada día esa cualidad se valora y se respeta más a la hora de emprender un negocio, buscar un préstamo o asociarse con alguien.
Un hombre que quiera progresar en sus negocios debe valorar lo importante que es ser absolutamente honesto en cada actividad y transacción económica que desarrolla.
Una persona que fundamente su crecimiento en la estafa y el engaño pronto será pasto de las murmuraciones, y no tardará en llegar el día de su ruina.
Conozco casos de negocios que se arruinaron porque se corrió la idea de que los productos que servían eran falsificados o que cobraban de más en las facturas.
Cuando esos rumores se esparcieron como el viento por el pueblo, los clientes abandonaron esos establecimientos. Al final, perdieron más de lo que habían ganado, con la agravante de que ya les era difícil emprender un nuevo negocio, porque sencillamente estaban desacreditados. Ya no eran sujetos de confianza.
Así que si quieres avanzar, o si has avanzado y quieres mantener la estabilidad de tu marca, nunca comprometas, ni en lo grande ni en lo pequeño, la honestidad por ninguna razón. Comprometer la honestidad tiene un efecto multiplicador devastador, y más en estos tiempos.
La honestidad por si sola es un capital. El honesto puede trabajar con capital ajeno y progresar. El deshonesto siempre tiene las puertas cerradas.
Claro, la honestidad se demuestra en los hechos, no en las palabras. Cualquiera puede presumir de honesto, pero la gente sabe que una persona solo lo es cuando sus hechos van coherentes con sus palabras. Cuando su prédica de honestidad va por un lado y sus hechos por otro diferente, la gente se da cuenta y le retira el apoyo.
Lo que pasa en el mundo empresarial pasa también en el político. Para crecer como empresario se debe tener clientes. Para crecer como líder político se debe tener seguidores. Y para una empresa tener clientes, o un líder político tener seguidores, deben ser creíbles y confiables. Por eso, una de las cualidades más importante, sino la más, en la ciencia del crecimiento económico y del liderazgo político, es la integridad absoluta.
La autoridad política, casi siempre, viene dada por la autoridad moral. Cuando se pierde la autoridad moral se pierde la autoridad política, y muchas veces es muy difícil recuperarla. Y también ocurre a la inversa. Cuando el líder mantiene la autoridad moral resiste con éxito y sobrevive a los ataques y calumnias
El profesor Juan Bosch es un ejemplo de la importancia de la honestidad aplicada al liderazgo político.
Los adversarios de Juan Bosch trataron durante décadas de aniquilarlo. Por un momento, lograron que la mayoría de los dominicanos les retiraran el apoyo, pero fue de manera circunstancial y porque él mismo adoptó una nueva ideología incomprendida por la gente.
Pero aun así, no pudieron aniquilarlo. Y no pudieron porque, pese a los ataques infundados y desconsiderados, el profesor nunca perdió ante los ojos del pueblo su integridad y su honestidad.
La gente sabía que, aunque diferían de él en términos políticos e ideológicos, era incuestionable moralmente. Por eso, al nunca ser visto como un hombre deshonesto o corrupto, se les mantuvo la confianza y el respeto. Y hoy es reconocido, por la inmensa mayoría, que ha sido un político honesto, integro de los pies a la cabeza. Honesto siempre, en lo pequeño y en lo grande. Nunca comprometió su integridad.
En estos tiempos de Marketing hay quienes creen que pueden, en base a manipulaciones mediáticas, proyectar una imagen de honestidad y ganar clientes o seguidores. Y siendo honesto, lo pueden lograr. Pero solo por un tiempo.
Una imagen de honestidad no se limita a una campaña mediática o a manipulaciones cosméticas. Eso tarde o temprano se desvanece. Y lo hemos visto en toda América Latina. Líderes que eran vistos como honestos se derrumbaron y hoy son vistos por la generalidad como corruptos.
Para que la imagen de integridad sea duradera es necesario asumirla como una filosofía de vida, como parte de los valores. Si se asume así más temprano que tarde, llega la prosperidad y el triunfo. De lo contrario, todo será mucha espuma y poco chocolate.