Tiempo y espacio, dos constructos que parecen inseparables y que nos permiten situar el accionar humano en el mundo de lo real o lo imaginario. El espacio, como lugar o escenario en el cual transcurren las cosas, es cambiante. El tiempo, en cambio, se nos muestra como eterno. Todo cuanto transcurre en él cambia, se transforma y termina muriendo o desapareciendo. Mientras, el tiempo sigue su proceso imperturbable. Hemos intentado controlarlo al través de las horas, los minutos y los segundos, como también los milenios, siglos, años, meses, días… y él, el tiempo, no parece conmoverse, ni tiene por qué.
El paso “angustiante” del tiempo se hace evidente, al momento de colocarlo como objeto de nuestra atención. Así como cuando pedimos “un minuto de silencio” por alguna razón de recordación, el tiempo se hace tan extenso e intenso que a los 15 o 20 segundos, damos por terminado el minuto de silencio.
En el tiempo todo se transforma y no bien nos iniciamos en la vida, cuando con el tiempo empezamos a sentir los estragos de su paso, nos hacemos viejos y con ello, la conclusión nuestra existencia. Mientras, el tiempo sigue imperturbable.
Hemos sido testigos de muchas etapas en la vida de la humanidad, pues habiendo pasado por la época primitiva en todas sus manifestaciones evolutivas, las sociedades se han ido transformando hasta llegar al momento de hoy, en que, según dicen algunos “visionarios”, nos encontramos en un momento de cambios profundos e importantes hacia una nueva humanidad. Los contextos han cambiado y con ello los seres humanos mismos, pero el tiempo, en el cual todo transcurrió en esencia, no cambió, pues sigue siendo el mismo.
Podemos intentar detenerlo o dilatarlo, sin embargo, no pasará de ser eso, intentos humanos infructuosos por no querer aceptar el tiempo. El tiempo no envejece, todo lo que transcurre en él, si lo hace.
Hemos intentado todo…
En el Eclesiastés[1], éste pequeño libro del Antiguo Testamento conocido por los biblistas como “Palabras de Cohélet, hijo de David, rey en Jerusalén. Cohelét o Qohélet, no es un nombre propio, más bien un nombre común empleado a veces con artículo, y aunque su forma es femenina, se construye como masculino… que curioso todo esto. Pues en ese extraordinario libro, en su capítulo 3, que lleva como subtítulo “La muerte” (¡Qué paradoja, ¿no?), se nos pone en conciencia de que…
- Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo:
- Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir; su tiempo el plantar; y su tiempo el arrancar lo plantado.
- Su tiempo el matar; y su tiempo el sanar; su tiempo el destruir, y su tiempo el edificar.
- Su tiempo el llorar; y su tiempo el reír; su tiempo el lamentarse, y su tiempo el danzar.
- Su tiempo el lanzar piedras, y su tiempo el recogerlas; su tiempo el abrazarse, y su tiempo, el separarse.
- Su tiempo el buscar; y su tiempo el perder; su tiempo el guardar, y su tiempo el tirar.
- Su tiempo el rasgar; y su tiempo el coser; su tiempo el callar; y su tiempo el hablar.
- Su tiempo el amar; y su tiempo el odiar; su tiempo la guerra, y su tiempo la paz.
Quizás valga la pena mirar si has nacido plenamente y no solo biológicamente, como también poder identificar tu posible cosecha, claro, si es que algo has sembrado; y si has llorado mucho, tal vez es tiempo de reír, y como no… la vida está llena de momentos, algunos para callar y otros para expresar cuanto sentimos. A tantos tiempos de violencia quizás es hora de darnos mayores tiempos de paz. ¿No lo crees?
Si te agrada la idea de escuchar la musicalización del texto del Eclesiastés en tiempo de rock, en una versión más o menos ajustada al texto bíblico e interpretada por el grupo The Byrds a mediados de la década de los años sesenta bajo el título “Turn! Turn! Turn!”, escrita a finales de los años 50 por Pete Seeger, dale clic al siguiente link: THE BYRDS Turn Turn Turn Subtítulos Español HD HQ – YouTube
Es decir, todo cuanto puedas o quieras hacer, solo dispones del momento presente, que es el que existe, y solo podrás hacer una cosa a su tiempo. El tiempo es el núcleo fundamental de la vida, aún tenga o no sentido.
Procurando poetizar con el tiempo y la vida, como de las circunstancias sentimentales que en ella transcurre, Rubén Fuente y Renato Leduc, escriben aquella hermosa canción interpretada por José José e, incluso, Marco Antonio Muñiz con el título “Vamos a darnos tiempo” …
Sabia virtud de conocer el tiempo
A tiempo amar y desatarse a tiempo
Como dice el refrán dar tiempo al tiempo
Que de amor y dolor, alivia el tiempo.
Aquel amor a quien amé a destiempo
Martirizome tanto y tanto tiempo
Que no sentí jamás correr el tiempo
Tan acremente, como en ese tiempo
Amar, queriendo como en otro tiempo
Ignoraba yo aun que el tiempo es oro
Cuanto tiempo perdí
Ay, cuanto tiempo
Y hoy que de amores ya no tengo tiempo
Amor de aquellos tiempos cuanto añoro
La dicha inicua de perder el tiempo
Amar, queriendo como en otro tiempo
Ignoraba yo aun que el tiempo es oro
Cuanto tiempo perdí
Ay, cuanto tiempo
Y hoy que de amores ya no tengo tiempo
Amor de aquellos tiempos cuanto añoro
La dicha inicua de perder el tiempo
Sabia virtud de conocer el tiempo.
Para tu deleite dale click: TIEMPO JOSÉ JOSÉ Y MARCO ANTONIO MUÑIZ – YouTube
Pero al final de cuentas, todo transcurre en el tiempo, incluso el amor y el desamor, como la decisión de no volver a enamorarse.
Llevamos una vida a toda prisa, no reparamos en muchas cosas y, por supuesto en el tiempo menos; mientras la sociedad del cansancio del cual nos habla Byung-Chul Han en su obra con el mismo nombre, nos arropa trayendo con ellas innumerables patologías que afloran por todas partes, volviéndose parte de nuestra cotidianidad como los fármacos que nos prescriben para ellas. En esa vida, por supuesto, tenemos la sensación de que el tiempo “pasa volando”, y como no, si es que no nos detenemos para disfrutarlo con todas las cosas hermosas e interesantes que nos ofrece.
Hoy, como para complicarnos más la vida y perder con más frecuencia el sentido del tiempo, vivimos las horas, los minutos y segundos con los ojos pegados literalmente a una pantalla: del televisor, la tableta, el celular, y tanto es así, que ya se habla de una nueva adicción precisamente, “la adicción a la pantalla”. El mar, las montañas, el río, una flor, la sonrisa de un niño o una niña, la luna, la lluvia tenue sobre las hojas de un árbol, todos ellos se disfrutan mejor si te dedicaras a contemplarlos y experimentarlos de manera directa sin exponerte a los diodos emisores de luz de las llamadas pantallas led.
Así pues, trata de recuperar el tiempo, pues aún estás a tiempo para disfrutar tu tiempo que, como sabes, es uno, y uno solo es el real, el hoy, el presente. Al pasado ya se le fue su tiempo. Puedes, si quieres, invertir el tiempo presente “recuperando” el pasado que ya no podrás cambiar, aunque no niego que puedes aprender de él si te lo propones. Y el tiempo del futuro aún no es. Quizás vale la pena emplear un poco de tu tiempo presente para disfrutarlo hoy, además de prefigurar lo que podrías ser o podrías vivir en el futuro.
[1] Biblia de Jerusalén. Nueva Edición, totalmente revisada. 5ª edición. Editorial Desclée de Brouwer, S.A. 2019. Bilbao.