Aunque los cielos se abran,

aunque el mar desaparezca,

aunque los árboles no den frutos,

aunque las aguas se esfumen,

aunque el sol se quede helado,

no nos abandonará.

No nos abandonará,

a pesar de los errores,

a pesar de la sequía del espíritu,

a pesar de los desórdenes volitivos,

a pesar de la contemplación precaria.

Nos acompañará siempre,

en contextos inseguros,

con espiritualidad frágil,

con hermandad fragmentada,

con oración distraída,

con ansiedad aumentada.

Permanecerá a nuestro lado,

con entrega infinita,

con pasión celestial,

con ilusión creativa,

con corazón maternal.