En estos días en que los candidatos visitan a las asociaciones empresariales, les hacen promesas vacías y se fomentan debates de poco contenido, me pregunto:

¿Qué esperan los empresarios del próximo gobierno? ¿Podrían empresarios dedicados a diferentes actividades, con intereses contrapuestos, ponerse de acuerdo sobre el contenido de una reforma fiscal integral, justa y no regresiva? ¿O sobre una reforma institucional modernizante, democrática, que permita enfrentar los retos del desarrollo y acumular capital social en salud y educación? ¿Puede un sector empresarial, donde una gran mayoría de productores se han convertido en importadores, presentar un plan capaz de voltear la tortilla?

Según un análisis del economista Luis H. Vargas, publicado en el periódico Hoy en el año 2016, la tasa de incremento del Producto Bruto Interno Manufacturero (PBIM) ha tendido a bajar en el país desde 8.11% -de julio de 2011 a junio de 2012- hasta 4.97% -de julio de 2015 a junio de 2016, de acuerdo a cifras anualizadas, basadas en informaciones publicadas por el Banco Central en esa fecha. Proceso que ha seguido creciendo en los últimos años de manera alarmante, basta ver como industrias otrora emblemáticas, han sustituidos la mayor parte de su producción, sino la totalidad, por bienes importados.

No será fácil para nuestros gremios empresariales lograr acuerdos, entre ellos mismos y su membresía, sobre cualquier reforma estructural importante, en un momento en que cada cual hala por su lado, por lo que, llegada la hora de las inevitables reformas, se oirán lo gritos por doquier de “a mí no, please".

Es hora de que los sectores empresariales entiendan esto y se esfuercen en encontrar los puntos de interés que puedan compartir y se decidan a luchar por ellos, hasta por razones de sobrevivencia. Vendrán tiempos difíciles y debemos tener claro el camino a seguir con una visión realista, en un esfuerzo por acercar lo deseable a lo posible.